14°SAN LUIS - Miércoles 24 de Abril de 2024

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"Hay una realidad que uno no ve como funcionario"

Después de muchos años de ostracismo, con la llegada al gobierno de Mauricio Macri el campo recuperó algo de todo lo que había perdido. El principal impulsor de esta recuperación, además del propio presidente, fue el hoy ex ministro de Agroindustria de la Nación, Ricardo Buryaile. 
Cuando Buryaile asumió en la cartera de Agricultura, Ganadería y Pesca, renombrada después como Agroindustria, lo hizo en un contexto de extrema ilusión. El sector agropecuario venía de una crisis feroz, no tanto desde lo productivo, sino especialmente desde lo social y filosófico. Venía de una década donde los precios internacionales habían sido espectaculares, pero donde el destrato y la voracidad del gobierno de Cristina Fernández de Kirchner le ponía siempre un techo al crecimiento del sector. Una década donde a veces se ganaba plata, pero donde además se perdían oportunidades.
En lo productivo lo peor pasaba por un stock ganadero con 12 millones de cabezas menos; retenciones que alcanzaban el 35% para la soja, el 23% para el trigo y el 20% para el maíz; mercados perdidos, un tipo de cambio bajo y la imposición de los Registros de Operaciones de Exportación (ROE). Y eran solo algunos de los principales problemas que debía atravesar el sector. Desde lo social y lo emocional, la grieta abierta después de la Resolución 125 no tenía vuelta atrás.
Pero en 2015 el escenario cambió, la llegada al poder de Cambiemos, la inmediata aplicación de políticas para el sector, la eliminación de los ROEs y de las retenciones, la reapertura de mercados y el impulso a las exportaciones fueron un bálsamo para nuestros productores y para otros eslabones de las diferentes cadenas productivas. 
Lo que vino después también es historia conocida y cada uno que lea esta columna con asiduidad seguramente tendrá su opinión formada sobre la política agropecuaria de los últimos tres años. A fines de 2017, Mauricio Macri decidió cambiar a Buryaile por Luis Miguel Etchevehere y hoy el ex ministro volvió a su trabajo de toda la vida como productor agropecuario. El Diario de la República dialogó con Buryaile sobre su actualidad, su época al frente del ministerio y su mirada de la política agropecuaria actual. 

 

—Volviste a la actividad privada, al campo. ¿Cómo te está yendo como productor?
—Sí, estoy haciendo ganadería. Después del paso por el Congreso Nacional y por el ministerio, volví y tuve que empezar un montón de cosas de nuevo. Y además me encontré una realidad que, cuando era funcionario, no veía. Cuando sos funcionario te cuesta estar en contacto con la realidad porque vivís muy poco los problemas que tiene que afrontar la gente. Siempre es bueno tener los pies sobre la tierra y yo traté que así sea. Pero cuando estás en funciones conoces mucha gente poderosa que te dice lo que querés escuchar. Por eso siempre hay que tener a gente de confianza, amigos que te den el baño de realidad que necesitás. Y cuando volvés a la actividad privada, lo que antes te contaba la gente ahora lo pasas a vivir en carne propia.
 
—Pero muchos dicen que la ganadería está bastante mejor, que se está exportando mucho…
—Yo creo que la ganadería tiene mucha más proyección todavía, es ilimitada. Pero en el presente todavía le falta mucho. Cuando nosotros asumimos teníamos una exportación de alrededor del 5% de la producción. Cuando me fui ese número ya rondaba el 12% y hoy estamos en torno al 15-17%. Aquella idea demencial que tuvo Néstor Kirchner de prácticamente cerrar las exportaciones la tuvimos que pagar cuando decidimos volver al mundo.

 

—¿Cómo enfrentaste ese momento tan difícil de volver a los mercados?
—En un primer momento el principal problema era la falta de hacienda, porque veníamos de una liquidación impresionante y sin novillos pesados en los campos. Pero a través de la política que está llevando adelante el presidente Mauricio Macri le dimos seriedad, previsibilidad y le abrimos mercados a un sector con muchas ganas de crecer. Pero como decía, las exportaciones por ahora son el 15%, el otro 85% del negocio ganadero está en el mercado interno. Y ese mercado interno también creció y mejoró, pero todavía conserva los valores que tenía hace más de un año. Y si el valor nominal de la hacienda es el mismo que tenía hace un año atrás y le sumamos la inflación, el productor ganadero tiene una pérdida del poder adquisitivo de alrededor del 30%.
 
—Volviendo a las exportaciones. ¿Este crecimiento del que hablabas le está llegando al productor?
—Todavía no. No al menos en la misma medida que aumentó la competitividad y la situación para los frigoríficos exportadores. Y en esto hay que tener cuidado, no hay que olvidarse nunca que cuando se los apretó mucho a los productores nos quedamos sin hacienda, no podemos matar la gallina de los huevos de oro.

 

—Entonces pasa lo que siempre hablamos de las cadenas productivas, que no derraman lo que tienen que derramar. 
—El mercado actúa a veces por explosión y otras por implosión. Lo que tenemos que buscar es la transparencia. Entonces, si el Estado está poniendo los recursos para que haya fluidez en las cadenas que tienen que ver con el agro y la ganadería, en las mesas de competitividad que se conformaron por sectores se debería plantear qué es lo que está pasando. 
Buryaile insiste con la necesidad de cambiar la realidad de su provincia,  Formosa, y eso nos lleva a temas que tienen que ver con la creación de empleo, con la eliminación del clientelismo, con  más educación, más ingresos y, como contrapartida, con menos pobres. 
También nos lleva a pensar en una Argentina de la producción, porque ahí está la clave, y de eso Buryaile también entiende bastante. Por eso volvemos a hablar de campo y de un momento trascendental que vivió en su época de ministro: el freno a la baja de las retenciones a la soja. 
 

 

—El campo entendió cuando en 2017 finalmente no redujeron el 5% de las retenciones para la soja y el Gobierno anunció una disminución paulatina a partir de enero de 2018. Pero ahora, a pesar de las desmentidas del propio Presidente, finalmente se frenó la baja de retenciones a las harinas y los aceites de soja. ¿Será por eso que el productor sigue desconfiando de lo que le prometen? 
—En 2015 el Presidente había establecido un cronograma de reducción de 5 puntos por año en soja. El resto, recordemos, quedó todo en cero inmediatamente. La verdad es que en diciembre de 2016, después del cambio de tarifas y demás, había una situación difícil y el productor agropecuario lo entendió. Entendió que había producciones regionales complicadas y cuando anunciamos que durante el año 2017 no se iba a producir esa rebaja y que íbamos a tener un esquema de reducción paulatina que iba a concluir en un 16% a fines de 2019, el campo nos acompaño.

 

—¿Y entonces qué pasó ahora? 
—Aquella fue una buena medida. Pero ahora aparecieron los que buscan apropiarse de la renta del otro, porque no hay nada más fácil que solucionar nuestros problemas con la plata ajena. A veces la política y la realidad te obligan a tomar decisiones que no te hubieran gustado. No estoy dentro del Gobierno, pero sé que mucha gente del entorno del Presidente piensa distinto a él, y no debe haber podido sostener su decisión por razones de índole económica. Los argentinos tenemos el defecto de querer hacer cosas que en el mundo no funcionan. En solo 2 o 3 países hay retenciones, por eso creo que sostener la baja gradual en soja y haber eliminados los otros derechos de exportación fueron una muy buena decisión, ahora habrá que bancar lo que venga.

 

—En la cuestión de las retenciones el Gobierno siempre trató de ser claro, aunque ahora terminó dando una pequeña marcha atrás. Pero hay otros temas que se diluyen porque el poder no se decide a tomar una decisión. Es lo que pasa con la Ley de Semillas.
—Yo creo que la Ley de Semillas ahora tiene un impulso en el Congreso, pero en aquel momento, mientras yo era ministro, no teníamos los números necesarios para sacarla. Creo que en su momento hicimos el mejor proyecto posible, veremos ahora qué sucede con el que envió el Ejecutivo. Creo que la ley va a tener sanción en algún momento, será 2018 o 2019, pero va a salir. 

 

—¿Qué situación encontraste al llegar respecto al tema de las semillas?
—Nos encontramos con que el kirchnerismo le había dado todo a Monsanto y que el productor no tenía derecho a decidir sobre nada. Después firmamos la Resolución 147 y despegaban los aviones desde Estados Unidos para venir a presionar y hacer lobby. Pero Macri defendió la resolución que habíamos tomado, porque no era otra cosa que ejercer el poder que tiene el Estado, porque ningún sector privado puede estar por arriba del Estado.
 
—Por eso es importante que la ley tenga el carácter de orden público…
—Sí. Este fue uno de los puntos por el que, cuando elevamos el proyecto de Ley, la industria me puso contra un paredón y decía que yo estaba violando la voluntad de las partes. Creo que debemos tratar de que las inversiones se paguen, de que el productor pague todos los derechos que caben en la semilla y que a partir de ahí pueda generar su producción. Pero también necesitamos recuperar la potestad y que la ley se haga cumplir. Que paguemos todos los derechos en la semilla y también que podamos exportar, y que ningún sector privado sea el que emita el certificado de bioseguridad. Eso no podemos permitirlo. 

 

—¿No te asusta que en el Congreso pase algo? Porque no va una ley con el consenso de todos...
—No. Seguramente no va a haber unanimidad, pero creo que va a tener su sanción y tal vez con un tono un poco más imperativo que el que le aplicó el Ministerio de Agroindustria.
 
—¿Es decir que los legisladores van a reforzar el proyecto?
—Sí, yo creo que sí. Si no ponemos que esto es una ley de orden público, Monsanto o quien fuera va a hacerle firmar contratos al productor tal cual como venía haciendo; y los exportadores, para recibir la soja, van a tener que hacer los análisis que se venían haciendo y así nada habrá cambiado. 

 

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