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Los dolores lejanos

Por redacción
| 26 de agosto de 2018

Para el sur de Sudamérica, Birmania es un país tan desconocido como lejano. Cuesta encontrar personas que hayan viajado a Birmania, o que al menos puedan recordar su actual capital (desde 2005): Naipyidó. Alguien habrá leído alguna vez sobre la ciudad más poblada y anterior capital, Rangún. Pero en general es poco lo que Sudamérica conoce de ese país de casi 55 millones de habitantes.

 

Oficialmente, el país se llama: República de la Unión de Myanmar. Y ese nombre, como el de Birmania, son aceptados como válidos, ya que ambos proceden de la misma raíz: bamar. Así se llama la etnia mayoritaria de esa nación, que con alrededor de 30 millones de habitantes, representa más del 68% del total.

 

En Birmania hay gente que sufre. “Como en muchas partes”, podrá alegarse desde Sudamérica. Pero cada vez son mayores las voces que hablan de un genocidio, y esa sola palabra, ya habla de un sufrimiento mayor; porque cuando esa palabra ha aparecido en los registros de la historia, nunca significó nada bueno.

 

En Birmania existe una minoría étnica, que en la actualidad está compuesta por algo más de 700.000 personas: los rohinyá. Ellos hablan idioma rohinyá, un dialecto diferente del que comúnmente se habla en Birmania. No están reconocidos como parte de los 135 grupos étnicos oficiales del país y, desde 1982, se les ha negado la ciudadanía porque el gobierno los considera inmigrantes bengalíes y no birmanos.

 

Es la minoría más perseguida en el mundo. No tienen permiso del gobierno birmano para irse del estado de Rakáin, uno de los estados más pobres del país, en el que mayoritariamente viven. Tras eventos de violencia y persecución política, que se agudizaron desde el 2012, cientos de miles de rohinyás decidieron irse a otros países.

 

Sus gritos de dolor se escuchan cada vez con más fuerza, aunque resuenen lejos de Sudamérica. Miles de refugiados rohinyás protestaron para pedir “justicia”, en el primer aniversario del inicio de la represión militar que llevó a 700.000 miembros de esa minoría musulmana a huir de Birmania a Bangladés.

 

El 25 de agosto de 2017, el ataque de rebeldes rohinyás contra puestos fronterizos desencadenó una sangrienta represión del ejército birmano, que la Organización de las Naciones Unidas (ONU), calificó de “limpieza étnica”.

 

Oleadas de rohinyás huyeron entonces a pie o en barco al vecino Bangladés en un éxodo de una velocidad y una magnitud sin precedentes.

 

La llegada de cientos de miles de rohinyás a Bangladés generó una enorme presión sobre Coxs Bazar, una región pobre que se convirtió rápidamente en el mayor asentamiento de refugiados del mundo.

 

Miles de refugiados de la minoría musulmana se manifestaron en esa región coreando lemas como “Queremos justicia por parte de la ONU”. En el campo de refugiados de Kutupalong, se puede leer una pancarta con el mensaje “Nunca más: día de conmemoración del genocidio rohinyá. 25 de agosto de 2018”.

 

“Queremos que nos reconozcan como rohinyás. Estamos muy tristes porque no estamos en nuestra tierra natal. Todos queremos justicia. Nos quejamos de esto ante el mundo”, declaró un manifestante. Otro añadió: “Sufrimos un genocidio. El año pasado, el 25 de agosto, sufrimos un genocidio en Birmania. Pedimos justicia por ello”. “Por favor, Alá, llévanos de vuelta a nuestra tierra natal”, dijo un imán durante un emotivo sermón en una asamblea donde muchos de los asistentes lloraban.

 

Los precarios campos de refugiados de Coxs Bazar ya acogían a generaciones de rohinyás expulsados del estado birmano de Rakáin, y las últimas llegadas llevaron a cerca de un millón los miembros de la minoría musulmana presente en Bangladés.

 

La ONU impulsó una petición para recaudar 1.000 millones de dólares destinados a sufragar las necesidades de los campamentos, pero sólo se consiguió un tercio de estas donaciones. Los analistas sostienen que la crisis de los rohinyás está lejos de haber terminado. “Este año fue solamente el principio de muchos más por venir”, dicen. Es un dolor lejano. Pero terrible y notorio.

 

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