19°SAN LUIS - Jueves 25 de Abril de 2024

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Charla con un granjero de EE.UU.: la realidad que vive el "otro mundo"

Semanas atrás participé de un viaje con referentes del centro de capacitación agropecuaria denominado Agro Educación y cincuenta productores argentinos por las principales zonas productoras de los Estados Unidos. El viaje, que además de tener como finalidad principal conocer sobre los sistemas de producción y de comercialización del país del norte, también generó un cambio de perspectiva cultural y social sobre lo que sucede en aquel país. Especialmente para aquellos que lo visitan por primera vez y pueden comprobar de primera mano lo que otros le contaron. 
El “tour” tuvo de todo. Recorrida por el Farm Progress Show, la tradicional muestra de tecnología agropecuaria que se realiza en EE.UU., visita y conferencias en la Bolsa de Chicago, análisis de cultivos en campos de Illinois y Iowa, observación de los sistemas de producción en tambos y feedlots, paseos en barco por el lago Michigan, noches de blues y días de compras.
Pero entre todo ese trajín que generan los viajes de este estilo, donde nada queda librado al azar, los productores de distintas zonas de nuestro país pudieron aprender, comparar, investigar y analizar. Como parte de esas actividades tuve la oportunidad de mantener una larga conversación con Kevin Urick, un tradicional “farmer” norteamericano de 62 años, quien me contó algunos detalles de su trabajo, de la política agropecuaria de aquel país y sobre todo me habló de su modo de vida y de sus proyectos. Todo, por supuesto, con el campo como protagonista fundamental. 

 

Una vida en el campo
La primera charla con Kevin la tuve el año pasado, al igual que en esta oportunidad acompañaba a decenas de productores en una recorrida por Estados Unidos. Aquella vez me fui con la sensación de haber compartido el día con un tipo amable y sencillo, pero que hablaba de su trabajo con la pasión que veo en las pampas argentinas. Este año, cuando volví a su campo le propuse una entrevista a modo de charla, donde lo importante era comprender su vida y no tanto su trabajo como productor.

 

—¿Cuántos años hace que la familia Urick cultiva tierras en Estados Unidos?
—Mi tatarabuelo vino en 1836 desde Suiza y creó esta empresa aquí en Estados Unidos.

 

—¿Qué es lo que produce? 
—La granja era originalmente una producción agrícola ganadera y actualmente solamente se produce soja y maíz. Todo el sector ganadero se desarmó en 2005, cuando además comencé a trabajar como asesor en una empresa inmobiliaria rural.

 

—Ninguno de sus tres hijos planea seguir con la actividad agropecuaria. ¿Qué planea hacer con el campo?
—Mis hijos prefirieron otras profesiones no vinculadas al campo. Se fueron a la ciudad y estudiaron carreras universitarias que les permiten trabajar con independencia de lo que ocurra con el establecimiento agropecuario. Yo voy a continuar como productor hasta mi jubilación a los 65 años. Después con mi esposa nos retiraremos y vamos a vender la propiedad, pero no la tierra (unas 1.000 hectáreas). El comprador es un matrimonio joven que ya tiene experiencia y que actualmente está trabajando otras mil hectáreas. La relación con este granjero es de amistad a lo largo de cuatro generaciones, por eso decidimos venderle a él.
 
—Ustedes venden la propiedad, pero seguirán viviendo a pocos metros de su casa actual. ¿Cómo se entiende esto? 
—Exactamente, estamos planificando retirarnos y vamos a quedarnos aquí hasta los 90 años, por lo menos. Además, dentro del contrato de venta de la propiedad conservo el derecho a quedarme con mi depósito de máquinas, donde tengo mis tractores antiguos.

 

—¿Cómo funciona la organización para la defensa sectorial entre los productores de la región?
—La Farm Bureau fue una organización de productores que se inició en nuestro condado en 1917, con el objetivo de mejorar las condiciones y las técnicas de producción, favorecer a los productores y educarlos en lo que hay que saber para que sean exitosos. La mayor parte de la ayuda de Farm Bureau consistió en un principio en el seguro de cosecha, que no existía y nadie estaba dispuesto a darnos; el análisis de suelos, que eran muy variables; y la recomendación de técnicas de producción para ayudar a que los productores progresaran y fueran más eficientes.
 
—Tienen contacto además con todo lo que llamamos política sectorial. 
—Farm Bureau es la organización de productores más respetada a nivel nacional. Tenemos lobbystas en Washington DC y en nuestro Estado. Cuando una ley está por salir, ya sea a nivel nacional o estatal, recibimos un mensaje en nuestros teléfonos que nos indica que tenemos que llamar a nuestros legisladores para indicarles si deben votar por el sí o por el no, lo que sea más favorable para los productores. Nada hacen los políticos en los temas vinculados al campo sin consultar a los productores, tanto a nivel estadual como federal. Mi abuelo fue presidente de nuestra organización a nivel local, yo estuve involucrado a nivel estatal y también fui presidente en nuestro condado hasta 2013.

 

—¿Cómo es la relación de los productores con el resto de la sociedad?
—En nuestra zona tenemos una buena relación porque la mayoría de los ingresos dependen de los productores. John Deere, por ejemplo, tiene su centro de operaciones a 50 kilómetros de aquí. La agricultura fue el corazón de esta zona y la gente se da cuenta de que el campo tiene que ser exitoso para que la industria zonal pueda crecer.
 
—¿Y a nivel nacional?
—En ese caso lo veo como un desafío para la organización de productores y para la agricultura en general. Debemos asegurarnos que el público esté informado. Hay mucho de lo que pasa con nuestro gobierno que está basado en las emociones y no en la ciencia. Y necesitamos que la ciencia se imponga ante el sentimiento emocional.
 
—¿Cómo se financia el Farm Bureau?
—El productor miembro del Farm Bureau paga 65 dólares por año. Además, nuestra organización de productores en Illinois obtiene ganancias a través del seguro al que estamos asociados. El Farm Bureau usa las ganancias del seguro para mejorar las condiciones de producción y las posibilidades de la organización. A nivel nacional hay cuotas que van a un fondo nacional y así se financia a las organizaciones de ese nivel. Además, cada uno de los condados manda representantes a la reunión anual con el fin de establecer políticas para la organización de la entidad. A nivel nacional, cada Estado manda representantes a la reunión anual nacional para establecer políticas nacionales que beneficien a todos los productores. 

 

—¿Cuál es hoy la situación del productor, con precios que bajan y con el conflicto comercial con China?
—En este momento sentimos que los políticos están usando a los agricultores como un peón en el juego de ajedrez que hoy es la política internacional, y por supuesto que no me gusta ver eso. Hoy todo el mundo come, por eso parece que siempre somos parte de ese conflicto.

 

—¿Esperan algún tipo de ayuda nueva de parte del Estado nacional, más allá de lo que ya se conoce?
—No creo que los productores norteamericanos esperen más ayuda del gobierno federal. Lo único que pretendemos es que actúen responsablemente y que no se utilice a los alimentos y a los commodities como moneda de cambio. Queremos que generen un mercado justo.

 

Hasta aquí reproducimos una parte de lo mucho que nos contaron Kevin y su esposa Karen, junto con un grupo de vecinos de campos linderos que también tuvimos oportunidad de visitar. Pero existen otros datos interesantes y a la vez que curiosos que nos muestran la realidad del campo estadounidense. Por ejemplo:
• Con los precios vigentes para los granos, “los números no cierran” y a pesar de que no es de su agrado tienen que recurrir a los planes de ayuda estatal que contempla la política agrícola vigente (Farm Bill). Durante nuestra estadía, Trump confirmó una “ayuda” adicional de 12 mil millones de dólares para los agricultores de una gran variedad de mercaderías que se ven afectados por la “guerra comercial con China”. 
• En la actual situación y dependiendo de la zona, son necesarias entre 700 y 1.000 hectáreas para “vivir” del campo. 
• En la mayor parte de este tipo de explotaciones trabaja toda la familia, y en muy raras ocasiones contratan personal eventual.
• Los jóvenes buscan alternativas para no permanecer en el campo, a pesar de la infraestructura que poseen. Entienden que el futuro no está en la actividad. La edad promedio de los productores se ubica en 58 años.
• Una hectárea de campo en la mejor zona productora ha bajado su valor dada la actual situación del sector. De 30.000/35.000 dólares en la mejor zona productora, se redujo a 20.000/25.000 dólares.
• El alquiler promedio está en 600 dólares la hectárea.
Simplemente y a modo de reflexión final, un productor de EE.UU. recibe los beneficios de una política agrícola que lo protege. Tiene toda la infraestructura necesaria para su producción y comercialización, y además toda la tecnología a disposición. Tiene tasas de interés del 3% (para ellos demasiado altas para producir) y una organización “gremial” que, con su propio financiamiento, lo protege de las “malas políticas” que pueden generar sus dirigentes políticos.
A un productor de EE.UU. los “números no le cierran” y reclama mejores condiciones de trabajo, porque generan los alimentos para gran parte de la población del mundo.
En este contexto, ¿qué debería exigir un productor argentino, que nuevamente sufre por la falta de previsión en las políticas del gobierno nacional de turno, que le impone al campo “un nuevo sacrificio” y lo lleva a competir al mundo en evidente desigualdad de condiciones?
 

 

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