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Escape perfecto

Las salas de escape son una tendencia mundial que llegó hace pocos años a argentina. Hay unas 25 repartidas por todo el país, la mayoría en Buenos Aires. La gracia es lograr salir de una habitación en sesenta minutos a partir de la resolución de acertijos y enigmas. Una hora de suspenso, trabajo en equipo e ingenio. Que comience el juego.

Por Florencia Espinosa
| 25 de septiembre de 2018

Una escalera oscura, empinada y angosta desemboca en un sótano también sin luz. El espacio es pequeño, frío y en unas repisas hay cabezas humanas enjauladas, manos colgadas y unos extraños recortes de diarios. Así arranca el juego de escape, ambientado en el sótano de un coleccionista que practica la taxidermia. El objetivo es salir en 60 minutos a partir de la resolución de acertijos, guiándose en todo momento por la intuición. Un desafío que pone a prueba el trabajo en equipo y el ingenio.

 

Llegaron al país hace 5 años y hoy hay más de 25 salas de escape, la mayoría ubicada en Buenos Aires. Pero también hay en Rosario, Córdoba, Bariloche y Mendoza. A esta última viajó una periodista de Cooltura. En la provincia vecina tiene tres salas de diferentes temas: una casa abandonada en la que sus dueños se convirtieron en zombies, un hospital psiquiátrico que dirige una loca doctora y el sótano de un multimillonario taxidermista que practica magia negra. Se ingresa en equipo, de entre 2 y 6 integrantes y el valor del juego oscila entre los 200 y 300 pesos por persona, dependiendo de la cantidad de jugadores. Es clave la organización del grupo, poder ponerse de acuerdo sobre las pistas a seguir y que cada uno vuelque su talento: observación, liderazgo, análisis, exploración, facilidad para los números, signos y capacidad de razonamiento. Cada sala cuenta una historia y está ambientada para eso. El sótano es oscuro, las paredes descascaradas, con grafitis y anotaciones; se escuchan sonidos extraños, como cañerías que gotean y de vez en cuando algunos pasos. El suspenso está siempre presente. Nunca se sabe qué va a suceder y eso hace que la tensión se mantenga durante toda la hora, como un condimento extra que sumerge al jugador en la historia como si fuera verídica.

 

En la primera habitación hay una caja fuerte a la que se accede luego de tantear las paredes en la oscuridad y el código habrá que encontrarlo en algunos de los acertijos que hay desparramados por la pieza, como por ejemplo un poema extraño escrito casi en el techo que, al interpretarlo, nos da cuatro números. Una vez resuelto se abre y aparecen dos cables que podremos utilizar, a partir de la combinación de colores, para que se haga la luz. Hay otras dos puertas cerradas con candados que llevan a habitaciones también llenas de misterios, animales embalsamados, cabezas humanas y esqueletos. En ninguna exigen la utilización de la fuerza, todo se resuelve con lógica y trabajo en equipo. La historia que cuentan antes de entrar es la de Vladimir, el supuesto dueño de la casa, un coleccionista multimillonario quien practica la taxidermia y magia negra. Los jugadores hacen el papel de ladrones, que ingresan a su mansión para robar un collar embrujado. Según dicen, si al cabo de una hora no se puede salir, el mismo Vladimir aparece para enfrentar a los jugadores. Por suerte, en 58 minutos y 30 segundos, el juego pudo terminarse.

 



En la casona donde están las salas de escape también funciona un bar secreto.

 

 

Las salas de escape surgieron hace quince años en China, como una forma de “despegar” a niños y adultos de las computadoras. El juego prometía ser similar al que realizaban en las pantallas, pero en la vida real. Así se convirtieron en un boom en todo el mundo y hay personas que viajan por diferentes países en busca de nuevos desafíos. Una especie de turismo de salas de escape. En Buenos Aires hay salas ambientadas como películas y series, como Breaking Bad, Harry Potter, Prison Break, Qué pasó ayer, Hannibal, Pecados Capitales, El Conjuro o Los Simpsons. Toda una joyita para los fanáticos. Es para todas las edades, aunque los niños deben tener más de 12 y se recomienda que entren acompañados por un adulto. Además las salas se utilizan para hacer evaluaciones sobre manejo de grupo. Según explicaron suelen ir grupos empresariales a jugar y poner a prueba el trabajo en equipo, o bien, analistas laborales seleccionan el candidato ideal para un puesto vacante, a partir de sus habilidades. “Han venido compañeros de trabajo solos y hacen el desafío; luego hacen lo mismo con el jefe y es totalmente diferente, los psicó- logos se hacen un festín”, indicaron en la sala de Mendoza.

 

Es que adentro hay que ponerse de acuerdo, ordenar las pistas y descifrar los misterios. Además existe la posibilidad de pedir ayuda en tres oportunidades, pero hay que saber administrar esa opción a lo largo de los sesenta minutos. En algunas salas se mide el tiempo, pero en el sótano del coleccionista no se permite entrar con relojes, tampoco celulares ni ningún artefacto tecnológico. Todo se deja en unos lockers que hay en la puerta. Ingresar al juego es desconectarse de todo y sólo estar pendiente de resolver los enigmas que aparecen. Parece fácil pero no lo es, por momentos uno no sabe bien qué hacer, por dónde empezar o seguir. Hay que revistar bien cada rincón de la sala para encontrar pistas, recovecos, escritos, o cualquier cosa que ayude a estar más cerca de la salida. Todo eso sin saber bien cuánto tiempo pasó.

 

En Europa el juego es tendencia. Según el diario El País, las salas llegaron en 2013 a España pero recién en el 2016 comenzaron a crecer. A principios de ese año había 100 empresas dedicadas a este sector en el país y 150 juegos. En dos años, el número de compañías se multiplicó por cinco hasta llegar a inicios de 2018 a las 500 empresas. En la actualidad, ya son 677 y es un negocio que mueve unos veinte millones de euros al año. Y lo curioso es que son preferidas en todo el mundo a pesar de que los entretenimientos hoy tienden a orientarse a lo tecnológico y online, y los escapes son un juego en donde exigen estar absolutamente desconectado y viviendo el “aquí y ahora”. Muy recomendable para aquellas mentes que necesitan un respiro o un stop, ya que si bien hay que usar la cabeza, sirve para despejarse de las preocupaciones diarias. Al terminar uno se da cuenta que durante una hora no pensó en otra cosa que salir de allí.

 

 


La ambientación está basada en la historia de la sala. 

 

Las historias

 

La ambientación es excelente y la puesta en escena incluye sonidos que acompañan y ayudan a entrar en clima. Pero cada sala tiene una historia que narran antes de ingresar, para que el jugador sepa de qué se trata. En la sala llamada “Las casa abandonada” recrean la historia de una mujer que estudiaba la cura contra una enfermedad. Cuando apareció la pandemia la probó con su hija para salvarla, pero en vez de inmunizarla despertó el virus en ella. La casa se transformó en una trampa para quienes quieran ingresar. Esta sala es de dificultad media y se juega hasta de a 6 participantes.

 

La otra es “El hospital psiquiá- trico”, donde una doctora experimenta con los enfermos. Según dicen, sólo uno logró escapar y por eso dejó anotadas las “pistas” para que los demás puedan hacerlo. También es de dificultad media y se juega de entre 2 y 6 personas.

 

“El sótano del coleccionista” es la última que inauguraron y se juega con un máximo de 4 personas. Es de dificultad alta, pero según explicaron esto es muy subjetivo, ya que una misma persona puede tener percepciones. Algunas salas demandan más ingenio y lógica, otras mas interpretación, otras más matemáticas y así ofrecen un juego bien variado.

 

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