Como en las Bodas de Caná

Después de poco más de dos meses, volvíamos a San Luis con Nancy, mi compañera de la vida y de los vinos, y antes de pisar suelo puntano la juntada y el asado con nuestros amigos ya tenía fecha, horario y lugar.

Inmediatamente se activa el Whats App de “Los Mareados”, nombre del grupo que fija el límite al que el vino te debe llevar, reaccionó cada voluntario ofreciéndose con las tareas previas que hay que realizar. El viernes en lo de Cecilia. Fuimos once en total.

Del vino siempre me ocupo yo, y se me ocurrió esta vez hacer una cata a ciegas con vinos de diversos precios y regiones, ya que hemos hecho encuentros de sólo Cabernets Franc, de sólo Blends, de sólo Mendoza, o de todo el país. Tapadas las botellas y ordenadas según la complejidad de cada vino, empezamos por uno de San Luis, varios de Mendoza, algunos de Salta y de San Juan y hasta un español que se coló en la grilla. Jugando con los sentidos se debía anotar en una planilla, la añada, el varietal y puntuar de cero a cien según el gusto de cada uno de “Los Mareados”. Con varios aciertos y muy buenas devoluciones en general, fuimos develando los elixires en cuestión.

Promediando la noche, Patricia, quien ya nos había sorprendido con un regalo para cada uno, dijo “bueno, si se nos acaban los vinos haremos como en Las Bodas de Caná”.

Claro que el acontecimiento había sobrevolado mi infancia en Merlo, pero no recordaba bien de qué iban las bodas y enseguida Patricia nos desburró contando que según el Evangelio “en un momento dado faltó vino, por lo que María dijo a los sirvientes que hicieran lo que Jesús dijera. Este dispuso que se llenaran de agua seis tinajas de piedra destinadas a purificaciones de los judíos, pero al revisar el contenido, el agua se había transformado en un vino de gran calidad. Para Juan el evangelista, esa fue la primera de las señales realizadas por Jesús”.

Y entonces hoy, a días de haber terminado este difícil año que sacudió fuerte a nuestro grupo de amigos, enmarcados en un contexto muy duro de país, les quise traer esta analogía que habla de encuentros, de magia y de festejos.

Porque nuestra vida es exactamente esto, un escenario que combina de manera perfecta los sinsabores y las alegrías para que se vaya forjando nuestro espíritu y llenando de goce nuestro corazón. Seguro allí estarán los amigos, allí estará la familia, y también siempre allí estará el noble vino que traerá momentos increíbles de disfrute y de felicidad.

Brindo por todos los enófilos que le dan este pequeño gran poder al vino, brindo por mi familia y por las familias, brindo por los amigos y por la amistad, brindo por los puntanos y por San Luis, y también hoy brindo por Argentina, nuestro querido país. ¡Salud!