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Una conexión de cuerdas entre Montevideo y Villa Mercedes

El trabajo de las guitarras en la obra de Alfredo Zitarrosa tiene una notable similitud con la forma de tocar el instrumento de los grupos más tradicionales de Villa Mercedes. ¿Es una simple coincidencia o el autor uruguayo pudo conocer los fraseos, los punteos y el estilo de los guitarreros de esta parte del país? Músicos con influencia de ambas corrientes tienen la palabra.

Por Miguel Garro
| 21 de enero de 2019

Hace muchos años, en una pared de la calle Junín, a pocos metros del cruce con la que por entonces se llamaba avenida Sucre –actual Juan Domingo Perón- había un graffiti que usaba a modo de enseñanza una frase escrita por el uruguayo Alfredo Zitarrosa que con los años tomó dimensiones mundiales. Sobre el muro de cemento, en aerosol azul, se leía: “Podemos enseñarte a volar, pero no a seguir nuestro vuelo”.

 

En “Milonga para una niña” una frase muy parecida (“Puedo enseñarte a volar, pero no seguirte el vuelo”) cierra la segunda estrofa. Cómo llegó a mediados de los 80 ese graffiti a las calles puntanas es una pregunta más fácil de responder que otra que demuestra alguna semejanza estilística entre el recio cantor uruguayo y la provincia. Las guitarras que utiliza Zitarrosa para la interpretación tienen armónicos y sonoridades muy parecidos a las que históricamente se usan en el folclore cuyano, fundamentalmente el villamercedino.

 

La música de Alfredo Zitarrosa se basa en tres aspectos fundamentales, tal vez del mismo valor artístico: la profundidad de las letras, su magnífico timbre de voz y sus clásicas guitarras. Así como en el primer punto no hay comparación posible con la música de esta tierra (Zitarrosa habla del destierro, de la tristeza y de problemas comunes al hombre mientras que en Cuyo se revaloriza el vino, la amistad y la farra), en el segundo es difícil encontrar en el país cantores con su estirpe.

 

Es entonces en la guitarra, en su tratamiento y en su forma de interpretarlas, donde las comparaciones cobran alguna posibilidad viable. Aunque es cierto que el uruguayo nunca cantó una tonada ni interpretó una cueca, la estructura musical de muchas de sus creaciones tienen la misma métrica y el mismo punteo que algunos clásicos del estilo que nació en San Juan, Mendoza y San Luis. Escuchar alguna introducción de una canción de Zitarrosa es entrometerse también en las reconocidas entradas y en el modo de tocar que tienen los cuyanos. Y si hay que ahondar con más profundidad, los nacidos en la localidad de la Calle Angosta.

 

¿Puede decirse entonces que don Alfredo, poeta triste y refugiado, pudo haberse embebido de las guitarras cuyanas para componer sus canciones? ¿O tanta similitud sonora es pura coincidencia? Quien puede empezar a elaborar una respuesta seria a esas preguntas es Charly Guzmán, guitarrista villamercedino, teórico de la música puntana y estudioso de los ritmos de la región.

 

 


El compañero de siempre: Alfredo, cigarrillo y música. 

 

 

“Yo creo que hay un parentesco en el modo de tratar las guitarras que es muy evidente. Hay tonalidades parecidas y, sobre todo, una intención de tocar de par a par”, explica el integrante del histórico dúo “Los Guzmán”. En la métrica, Charly sostiene que las canciones del oriental tienen una estructura parecida a la que se usa en Cuyo. “En nuestra música hay una guitarra que hace la primera y que puntea, igual a lo que hacía Zitarrosa; hay una segunda que hace el dúo a la primera, igual a lo que hacía Zitarrosa; hay una octava que hace lo mismo que la primera, pero más grave; que eso tal vez Zitarrosa no lo hacía tanto; y está el guitarrón, que es la base rítmica, igual a lo que hacía Zitarrosa”, explicó Guzmán.

 

Justamente la inclusión de las tres guitarras en floreo constante y en respuesta musical una a la otra es lo que remite la mayor similitud en la musicalidad de ambos estilos. Además, el autor de “Doña Soledad”, “El candombe del olvido” y “Zamba por vos” (tres canciones que más allá de los ritmos demuestran una inevitable similitud con las guitarras cuyanas), tenía una formación estable que incluía a tres guitarras y un guitarrón.

 

Los integrantes del grupo fueron variando constantemente y muchos argentinos nutrieron la formación de Zitarrosa. El neuquino Naldo Labrín, el porteño Caíto Díaz y el pampeano Delfor Sombra fueron algunos, pero quizás el que le pudo dar mayor toque cuyano a las interpretaciones fue el riojano Luis Chazarreta, quien acompañó al oriental en su última etapa y ahora es un reconocido folclorista a tal punto que participó en dos discos de Raly Barrionuevo. No hay, en los registros de los instrumentistas de Alfredo, músicos oriundos de Cuyo.

 

Los nombres que más acompañaron a Zitarrosa en su carrera fueron los uruguayos Eduardo “Toto” Méndez, Carlos Morales, Silvio Ortega y Julio Corrales, quienes una vez que falleció el autor –en la semana se cumplieron 30 años de esa fechasiguieron en conjunto bajo el nombre “Las guitarras de Zitarrosa” hasta que la familia del cantante les impidió usar el apellido y se rebautizaron “Cuarteto de guitarras del Uruguay”.

 

Esa formación tiene una notable similitud con algunos grupos mercedinos en cuanto al uso que le dan al instrumento para las melodías. “El trébol mercedino” en su primera etapa, “Nacencia” y “Las cuerdas mercedinas” son algunos ejemplos. “A mí me encanta esa formación, pero mi carrera va en busca de cosas distintas; por ejemplo yo en vez del guitarrón prefiero usar el bajo eléctrico”, dijo Guzmán, quien alguna vez versionó “El violín de Becho”.

 

Una voz autorizada en la provincia para hablar de la relación entre Zitarrosa y el folclore cuyano es Walter De Battista, un notable percusionista uruguayo que participa de la banda de Charly Guzmán y que un año antes de la muerte del cantante se radicó en Villa Mercedes por razones laborales. Nacido en Montevideo pero criado en Canelones, Walter siempre se dedicó a los tambores, una tradición uruguaya en la época del famoso carnaval.

 

Sin embargo, para despuntar el vicio y siempre en soledad, suele tocar la guitarra. “Seguro que hay mucho parecido entre la forma de tocar de Zitarrosa y la que tienen los mercedinos, pero no es el único en Uruguay que toca así”, sorprende De Battista, quien nombra al dúo LarbanoisCarrero como otros guitarreros con parecido a los villamercedinos.

 

La dupla, efectivamente, tiene algunas similitudes con lo cuyano, pero por el número de integrantes la formación se podría asemejar más a las que pululan en Mendoza. “La verdad que no sé a qué se debe tanto parecido, pero supongo que es una cuestión de regiones. Cuando nos juntamos con guitarristas de mi país hablamos mucho de eso, pero no podemos determinar el origen de la similitud”, dijo Walter, quien tiene toda la discografía de Zitarrosa y que puesto a elegir un álbum, se queda con el magnífico “Guitarra negra”.



 

 

Las nuevas generaciones

 

Desde que se radicó en San Luis, Federico López Conde tuvo un segundo acercamiento al folclore cuyano. El guitarrista fue parte de “Los Umbanda”, una banda reggae que armó una pequeña revolución hace dos décadas con un disco excepcional, y ahora integra “Norte libre”, uno de los grupos más activos y renovadores del folclore provincial.

 

Su relación con Zitarrosa empezó cuando era chico y su padre, sanjuanino, ponía los discos del uruguayo. “En casa se escuchaba Zitarrosa y folclore cuyano y para mí eran más o menos lo mismo, sonaban parecido, por eso no me resulta extraño el parecido entre ambas músicas”, dijo el intérprete.

 

Las introducciones guitarreras del cuarteto oriental tiene –al oído y al entendimiento de Federico- mucho que ver con las cuyanas, aunque hay un punto que el guitarrista encuentra clave para definir la situación: ni las guitarras de Zitarrosa ni las formaciones cuyanas usan púas para tocar. “Ahí puede haber otro parecido”.

 

“Los armónicos son el punto de contacto más claro que hay entre ambos estilos y una de las cosas que, particularmente, a mí más me gustan del folclore cuyano y de la música de Alfredo”, sostuvo el integrante de “Norte libre”, que nunca versionó en un disco una canción de su admirado uruguayo.

 

Damián Fernández es un músico de la nueva camada de artistas puntanos que está pendiente de una cruzada que lleva casi en solitario: relacionar con sonidos actuales el folclore de esta parte del país con la música de la tierra oriental. Aunque su estilo esté más inclinado hacia la murga –un género que Zitarrosa tocó sólo de soslayo-, Fernández siente una conexión íntima entre las dos regiones. “Cuando era chico y vivía en Buenos Aires, en casa escuchábamos a tres autores nada más: Daniel Viglietti, Silvio Rodríguez y Alfredo Zitarrosa”, recuerda el músico que el año pasado presentó “Condiciones para andar”, un disco con murga, milongas y candombes donde bien podría haber entrado un tema del autor de “Adagio de mi país”. En algún momento de su carrera, Fernández hizo versiones de “El violín de Becho”, “Zamba por vos” y “Pa´ que se va”, pero nunca terminaron de convencerlo para llevarlas al estudio. “Para grabar un tema de Zitarrosa hay que cantar como Zitarrosa; y a mí me falta mucho”, reconoció el cantante.

 

Pese al reconocimiento guitarrístico que hay con su región, “Charly” Guzmán también pondera las dotes de cantante que tenía el uruguayo. “Me gusta la forma de decir que tenía Zitarrosa, su forma de interpretar, el fraseo que ponía en cada verso. Y también el contenido social que tenían sus letras, porque para decir bien, hay que decir cosas con fundamento”.

 

 

 

Crece desde el pie

 

Una de las circunstancias que marcaron la infancia de Alfredo fue la ausencia de sus padres. De ahí, tal vez, provenga el halo de tristeza que llevó en su mirada, en su vida y en sus canciones. A poco de nacer con el nombre de Alfredo Iribarne, su madre lo entregó a un matrimonio para que lo criara. A partir de allí se llamó Alfredo Durán. Cuando fue adolescente y regresó con su madre biológica, que por entonces estaba casada con un argentino de apellido Zitarrosa, adoptó el apellido definitivo.

 

Fue locutor de radio, vendedor de seguros, suscriptor médico y periodista, hasta que una tarde en Lima, Perú, donde había ido para ganarse la vida como redactor de un diario, un amigo le consiguió una presentación en la televisión. Hizo “Guitarrero” y “Milonga para una niña”, lo que demuestra que si hubo efectivamente influencia de la música mercedina en sus composiciones, fueron desde los principios de su carrera.

 

Fumador empedernido, hombre de gomina siempre lista y mirada tan profunda como su voz, Zitarrosa está considerado erróneamente un tanguero frustrado. Su paso por la zona rural de Montevideo lo llevó a elaborar una teoría que decía que cualquier canción puede hacerse en tono y ritmo de milonga. Así fue que elaboró un repertorio que incluyó chamarritas, candombes, zambas, pajarillos (un ritmo que algunos teóricos ubican su nacimiento en San Luis) y otros sabores folclóricos que lo llevaron, por ejemplo, al festival de Cosquín.

 

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