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El hábito de la falsa moral

Por redacción
| 26 de enero de 2019

Las campañas moralistas resultaron muy útiles para el triunfo electoral de muchos políticos en Brasil, incluido el presidente de la nación, pero tanta exigencia de transparencia suele cobrar costos adicionales a esos dirigentes,descubiertos luego en hechos de corrupción. Porque al delito se le suma el pecado (definición moral) de la hipocresía.

 

Ese riesgo acecha al recién juramentado presidente de extrema derecha Jair Bolsonaro, por tener a su hijo Flavio Bolsonaro, involucrado en sospechosas operaciones bancarias, tanto suyas como de sus colaboradores, cuando era diputado en la Asamblea Legislativa del Estado de Río de Janeiro (2015-2018).

 

Los antecedentes pueden rastrearse hasta las caídas precoces sufridas por dos presidentes que, como él, fueron elegidos por sus discursos de recio combate a la corrupción. Janio Quadros duró solo siete meses en el poder hasta que renunció en agosto de 1961. Fernando Collor de Melo fue destituido por el Parlamento en 1992.

 

El caso de Bolsonaro hijo, pone en evidencia una práctica ilegal de numerosos legisladores, de tener una nómina de empleados “fantasmas”, que aparecen como contratados y son una forma de obtener fondos adicionales para las actividades políticas o el enriquecimiento ilícito de diputados o senadores.

 

Quadros ganó las elecciones de 1960 enarbolando una escoba “para barrer la corrupción”. “Fuerzas terribles” se alzaron contra su gobierno, justificó en su carta de renuncia, sin identificar lo que el periodismo bautizó como “fuerzas ocultas”.

 

Collor de Melo, elegido a los 40 años como el presidente más joven de Brasil, en 1989, se dio a conocer en la escena política como el “cazador de Marajás”.Cuando era gobernador del pequeño y pobre Estado de Alagoas (1987-1989), buscó abolir los muy abultados sueldos que algunos funcionarios públicos, los “marajás”, obtenían,por el manejo de leyes y reglamentos burocráticos. Moralizar la administración pública, prometió, sería la prioridad de su gobierno.

 

La misma promesa impulsó la candidatura presidencial de Bolsonaro, un modesto diputado nacional, conocido sobre todo por sus diatribas contra la izquierda, las mujeres y los negros, o de defensa de la dictadura militar (1964-1985), incluidos sus torturadores.

 

Adueñarse de la bandera anticorrupción fue decisivo, porque los escándalos acumulados desde 2014, por las investigaciones judiciales de la operación Lava Jato (lavado de vehículos), revelaron un sistema político podrido en su conjunto.

 

Esa estrategia se hizo muy eficaz contra su adversario en la segunda vuelta electoral, Fernando Haddad, a cuyo Partido de los Trabajadores (PT) se puede atribuir más fácilmente la responsabilidad por la corrupción sistémica, ya que gobernó Brasil entre 2003 y 2016.

 

El mismo PT, que postuló por primera vez a su líder máximo, Luiz Inácio Lula da Silva, perdió las elecciones presidenciales de 1989 contra Collor, probablemente por su radicalismo de izquierda alejado de la mayoría. Pero es posible que un ataque moral, el testimonio de una ex novia, que aseguró que tuvo una hija con Lula que él quiso que abortase, difundido en vísperas de los comicios, haya decidido la disputa por una diferencia de solo seis puntos porcentuales.

 

Lula, entonces un duro crítico de los vicios éticos de los políticos, solo alcanzaría la presidencia de Brasil en 2003, tras dos derrotas electorales más, en 1994 y 1998.

 

Ahora le toca a Bolsonaro enfrentar el primer escándalo de su presidencia, que apenas arrancó el 1º de enero. Un asesor de su hijo, Flavio Bolsonaro, ingresó más de 1,2 millones de reales (320.000 dólares) entre enero de 2016 a enero de 2017, recibiendo depósitos en dinero en efectivo de ocho colegas empleados en el gabinete del diputado en los días siguientes al pago de sus sueldos, según el Consejo de Control de Actividades Financieras (COAF).

 

Los datos divulgados el 8 de diciembre aún no tuvieron una explicación razonable de Fabricio Queiroz, un ex policía militar y asesor durante 10 años del entonces diputado, e hijo del ahora presidente.

 

Los discursos, la palabra pública, el honor y la verdad son lo que está a prueba frente a la ciudadanía. Transparencia es transparencia. Lo demás es falsa moral.

 

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