17°SAN LUIS - Miércoles 24 de Abril de 2024

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Churchill y el poder de las palabras

Hay un rasgo que comparten las personalidades que dejaron su huella en la humanidad, una especie de "credencial literaria" que identifica a los que pertenecen al club de las figuras trascendentes: su capacidad para acuñar frases memorables ya sea por su sabiduría, sensibilidad, practicidad o hasta picardía. Winston Churchill, el líder británico durante la Segunda Guerra Mundial, fue una de esas personas que quedaron en la historia no solo por sus acciones, sino también  por sus oraciones. 

El estadista era muy hábil con el lenguaje; y amonedó expresiones   que abordan todos los ámbitos. Para encarar los reveses de la vida: "El éxito es la capacidad de ir de fracaso en fracaso sin perder el entusiasmo"; para tener una adecuada apreciación de la realidad: "Un optimista ve una oportunidad en toda calamidad, un pesimista ve una calamidad en toda oportunidad"; o para subrayar el valor de la voluntad: "Las actitudes son más importantes que las aptitudes".    

 

También fue muy crítico con el personalismo y la intransigencia que adquirió la política y las relaciones internacionales durante buena parte del tumultuoso siglo XX, que lo tuvo a él como uno de sus principales protagonistas. "El problema de nuestra época consiste en que los hombres no quieren ser útiles, sino importantes"; o "Un fanático es alguien que no puede cambiar    de opinión y no quiere cambiar de tema".

 

 

Los discursos de Churchill sirvieron para mantener en alto la moral de la población británica  durante la Segunda Guerra Mundial. 

 

 

Pero, sin dudas, las palabras que tuvieron mayor impacto fueron:  "No tengo nada que ofrecer sino sangre,  esfuerzo, lágrimas y sudor”, pronunciadas durante un discurso que brindó el 13 de mayo de 1940 en el Parlamento británico en el que advertía sobre el enorme riesgo que representaba la Alemania nazi. Es cierto que antes otras personalidades como  Guiseppe Garibaldi y Theodore Roosevelt  habían utilizado expresiones similares, aunque también es cierto que nadie logró la resonancia del inglés. 

 

La frase, que pertenece a uno de los tres discursos que brindó durante la Batalla de Francia, tuvo un impacto colosal para mantener en alto la moral de la población británica   y prepararla para soportar los sufrimientos de una guerra prolongada contra los ejércitos de Hitler. El propio Churchill, quien de niño ganó concursos de poesía y recibió el Premio Nobel de Literatura en 1953 "por su maestría para la descripción histórica", editó un libro con sus alocuciones titulado “Blood, Sweat and Tears” (Sangre, Sudor y Lágrimas). 

 

Churchill, o un ejemplo de como las palabras pueden tener más fuerza que una bomba o un misil. 
 

 

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