15°SAN LUIS - Martes 23 de Abril de 2024

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Subió la invernada, ahora esperan por el gordo

Los precios de la hacienda por lo general no acompañan a la inflación, y terminan dando importantes saltos que significan reacomodamientos en términos reales, que en algunos casos implican subas por encima de este flagelo argentino y en otros por debajo de los aumentos acumulados.

 

Estamos en un período de fuerte retraso del precio del ganado para faena. Hubo aumentos entre diciembre y hasta mediados de febrero, luego otra suba en agosto tras las PASO y un nuevo incremento en octubre, que se fue diluyendo con el paso de las semanas.

 

La mayoría de los operadores espera un nuevo salto en el verano, por la muy posible reducción de la oferta, pero también por la necesidad de un reacomodamiento de los valores a lo largo de toda la cadena, ya que algunos más y otros menos, casi todos están en dificultades, con excepción de los que exportan a China.

 

La suba que se espera para el gordo se dio antes en la invernada. Los valores aumentaron al menos el 15%, un incremento que suele ser habitual en primavera debido al faltante estacional de terneros. Pero sorprendió a muchos ya que con un consumo interno tan debilitado en su poder de pago y un engorde a corral tan complicado en sus números, pocos auguraban esa mejora que deja al ternero en torno a los 90 a 100 pesos, y en algunos casos, dependiendo de la necesidad, estado y plazo, incluso se puede conseguir mejores precios.

 

La suba de la invernada responde a diferentes motivos. Por un lado, como dijimos, al faltante. Por otro se observa una demanda más firme debido a que los productores esperan que haya menos oferta el año que viene, consecuencia de la alta faena que hubo este año de vacas y vaquillonas (en algunos casos preñadas) que dejarían al stock de hembras por debajo de los niveles registrados por Senasa entre un 2% y un 3%. Esto podría ser compensado con mejores preñeces y destetes, pero todo está por verse y ante el temor, el productor sale a cubrirse asegurándose la mercadería.

 

Además están influyendo las restricciones cambiarias y toda la incertidumbre respecto de la evolución de la macroeconomía y de la política: nadie quiere quedarse en pesos y por eso se transforma el ingreso por la venta de gordo o de las vacas que salen para la faena en más terneros, e incluso en hacienda de cría.

 

En efecto, también mejoraron las cotizaciones de las vacas y vaquillonas preñadas, aunque en menor porcentaje quizás que la invernada. Esa suba da cuenta del interés del criador por hacerse de hacienda y de las ventajas que obtiene al cambiar un vientre para faena por otro nuevo o de menos uso en una relación 1 a 1.

 

Respecto de la invernada, los feedlots están reponiendo menos hacienda de la que venden. El índice que elabora la Cámara de Feedlot es menor a uno. Para el feedlotero puro, ya con los valores que tenía la invernada antes de la suba y el precio del maíz disponible, el número daba mal. Solo los que tienen al engorde enganchado con el negocio de la carne son los que siguen comprando invernada y generando algo de la oferta del producto que esperan vender en los mostradores a nuevos y mayores precios durante el verano.

 

También compran invernada con la misma esperanza los recriadores que buscan terneros machos y más pesados, que es lo más ofrecido en esta época, para hacer un novillo de 430/450 kilos que a los valores actuales permite una reposición de 1 a 1.

 

Los precios del ganado para faena  vienen perdiendo la carrera contra la inflación, aunque no por mucho; lo que sí sucede con el precio en la góndola, lo que a su vez implica que la brecha, la diferencia, la está absorbiendo la industria.

 

Las expectativas de mejora se basan principalmente en que ante la menor reposición de los feedlots en el verano se produzca un bache de oferta, lo que se combinaría con mejores perspectivas económicas para la demanda local y eso redundaría en una mejora del valor en la góndola.

 

Toda la cadena ganadera espera esa suba, pero como dijimos recién es necesario que además haya un reacomodamiento al interior de la producción. El consumo está castigado y entonces paga poco por la carne; y la industria frigorífica consumera, que no logra ingresos por la suba de los subproductos, debe competir con la exportación que tiene mucha más capacidad de pago por una hacienda cuya mejora en los valores fue muy superior en la comparación interanual respecto de la carne vacuna. Eso pone en riesgo a matarifes y frigoríficos, y muchos temen que esa demanda se achique y provoque la concentración en menos fábricas.

 

La renta debe ser para todos los eslabones y si algo tuvo de bueno el negocio de ganados y carnes en nuestro país es una notable cantidad de oferentes de hacienda y otra también notable cantidad de demandantes, lo que genera una situación de mucha competencia donde ninguno podía inclinar la balanza hacia su costado, más allá de que las condiciones circunstanciales del negocio hicieran que unos ganaran más o a costa de otros.

 

Un caso evidente en estos años de concentración en el negocio ganadero se dio en la exportación. Hubo pocas plantas habilitadas para vender a China (por suerte ese número se amplió) y en consecuencia si bien la vaca se afirmó, el criador no recibió todo lo que hubiera merecido. Con más competencia, ese precio es probable que hubiera mejorado aunque no habría alcanzado los niveles de Uruguay, que superan a los de cualquier mercado, incluso al europeo.

 

La situación de la cadena ganadera bien la describe el última editorial del informe de Fifra (Federación de Industrias Frigoríficas Regionales). Allí indica Daniel Urcía, vicepresidente de la entidad, que los feedlots están perdiendo plata, a razón de $1.500 a $2.500 por animal, y que ese eslabón está soportando el mayor peso del atraso en las cotizaciones, aunque “el resto de la cadena industrial y comercial, mayorista y minorista, también está haciendo sus aportes y por ese motivo, tanto en el repunte de precios de la hacienda en las elecciones PASO y luego las generales, no se trasladaron en toda su magnitud a los precios de la carne al mostrador”. Así el valor de la carne al público termina siendo mucho menor al que tuvo la hacienda.

 

Agrega luego Urcía: “Como bien refleja la encuesta de precios que encarga el Ipcva en 200 puntos de venta de AMBA, el valor del kilogramo de la media res de la segunda semana de octubre de 2019 era el mismo que en marzo, luego de la recomposición de precios. Es decir que durante 6 meses de constante inflación (marzo/octubre) el precio de la carne estuvo estancado a nivel mayorista y con pequeños aumentos, inferiores a la inflación, en el nivel minorista. Se estima que en la medición interanual tendría un atraso de 15% respecto de la suba promedio de la economía”.

 

A esto se agrega el problema de los precios de los subproductos ganaderos. Muchas veces las fábricas no tienen siquiera referencia del valor del expeller o la grasa, el cuero de novillos vale casi nada y en muchos casos las curtiembres ni siquiera lo retiran generando incluso un incremento del costo por su salado y guardado.

 

Para que haya negocio, debe haber mejores ingresos y rentabilidad en los diferentes eslabones de la cadena. El criador tuvo magros resultados en estos últimos años y en 2019 salvó las cuentas vendiendo mejor las vacas, pero eso implicó cierta descapitalización. El resultado del engorde a corral da mal y eso sucede hace tiempo, y tampoco a la industria le está yendo bien, al menos a la que opera con base en el mercado doméstico, porque la exportación va por otro carril.

 

Por eso tanto productores, engordadores, consignatarios e industriales esperan una recomposición del precio del ganado para faena, es una mejora necesaria e inevitable consideran algunos, a los efectos de que el negocio siga siendo tal.

 

Si la mejora se produce, será con un nuevo gobierno nacional, que en su versión anterior intentó por diferentes medios y modos condicionar al negocio, lo que derivó en un achique del número de cabezas, de productores, de frigoríficos y de trabajadores, pero también de las exportaciones. Creemos que es indispensable eliminar del recetario de la política esos menús que no llevaron sino al fracaso del negocio. Además no hay política que se pueda imponer a la realidad: cuando falta carne el precio sube, como cualquier otro producto de la economía, y eso en este contexto de alta inflación es más que necesario para compensar los costos y para que todos los eslabones recompongan al menos en parte sus márgenes.

 

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