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Una disputa histórica

Con Nagorno Karabaj como territorio en lucha, las dos naciones mantienen una discordia que, a años de iniciada, parece no tener su fin.

Por redacción
| 26 de octubre de 2020

El sangriento conflicto entre Azerbaiyán y Armenia por el control de Nagorno Karabaj tiene su origen en una historia casi milenaria. Gran parte de su naturaleza proviene de la forma en que está constituida la heterogénea población del Cáucaso.

 

Esa región, ubicada en el cambiante límite entre Europa y Asia, es una de las zonas de mayor diversidad de grupos étnicos y culturales. En un territorio, relativamente pequeño, conviven más de 50 grupos étnicos, culturales, religiosos y lingüísticos, lo que la convierte en el escenario de multitud de conflictos interétnicos, a veces latentes y otras veces armados, que provienen de tensas situaciones centenarias.

 

Al sur de la Cordillera del Cáucaso, en la región denominada Transcaucasia, se encuentra Armenia, de cambiante configuración territorial. Durante siglos, los armenios, de lengua indoeuropea y cristianos, lucharon con sus vecinos por mantener su identidad cultural y autonomía política, principalmente contra los túrquicos que invadieron la región en el siglo XI. Los turcos conquistaron y perdieron Armenia varias veces hasta que en el siglo XVI el Imperio Otomano la dominó en forma definitiva. La difícil convivencia entre musulmanes y cristianos, entre armenios, turcos azeríes, turcos otomanos, georgianos, persas, durante siglos permitió la supervivencia de los distintos grupos.

 

A comienzos del siglo XIX, el Imperio Ruso conquistó gran parte de la región del Cáucaso y sometió por igual a los armenios y turcos azeríes, cuyas poblaciones estaban asentadas en conjunto. Hasta el comienzo de la Primera Guerra Mundial estos pueblos resolvieron sus diferencias por medios subordinados a los poderes de los imperios ruso y otomano. Pero desde 1915, la situación se precipitó cuando los otomanos iniciaron el Genocidio Armenio que eliminó gran parte de la población armenia del territorio bajo su dominio, casi 2 millones de víctimas. Esto originó una gran dispersión de la población superviviente por varias regiones del mundo. Argentina fue receptora a comienzos del siglo XX de emigrados armenios que constituyeron una gran comunidad.

 

En medio de la conmoción que significó el fin de la Primera Guerra Mundial y la desaparición del Imperio Ruso y el Imperio Otomano entre 1917 y 1918, armenios y azeríes proclamaron su independencia. Así nacieron como estados tanto Azerbaiyán, con capital en Bakú; y Armenia, con capital en Ereván. Pero la independencia duró poco, pues en 1920 los rusos comunistas reconquistaron el Cáucaso y en la naciente Unión Soviética toda la región se integró a los mandatos del poder soviético.

 

Entre 1921 y 1923 Moscú determinó gran parte de las decisiones que continúan vigentes. Ante el conflicto, entre Armenia y Azerbaiyán, el líder soviético Vladimir Lenin favoreció a los azeríes con la justificación que la URSS no podría sobrevivir sin el petróleo del Cáucaso que estaba en manos de Bakú y entregó la región de Najicheván a la administración de Azerbaiyán.

 

Najicheván formó históricamente parte de Armenia, aunque tenía una importante población turcófona. El genocidio armenio eliminó gran parte de la población de ese origen en la región y los turcos se convirtieron entonces en mayoría. En simultáneo, las autoridades turcas de Najicheván expulsaron a la población armenia de la zona, mientras que en Nagorno Karabaj, los armenios pudieron permanecer y lograr cierto grado de autonomía con la garantía de Moscú.

 

De esta forma Nagorno Karabaj, una pequeña región montañosa de 12 mil km², se convirtió en un enclave de los armenios dentro de Azerbaiyán hasta fines del siglo XX. Sin embargo, la convivencia entre los armenios y la mayoría azerí, de religión musulmana, era tensa, incrementada en gran parte por el nacionalismo azerí que pretendía homogeneizar su población.

 

Cuando la Unión Soviética entró en colapso hacia 1989, las tensiones étnicas, contenidas por décadas por el férreo poder soviético, estallaron. Así, armenios y azeríes pasaron de los disturbios a las escaramuzas y finalmente se inició la Guerra, en 1992, cuando las tropas rusas abandonaron la región. Azerbaiyán y Armenia dejaron de ser repúblicas soviéticas y se proclamaron independientes en 1991. Inmediatamente Armenia apoyó militarmente a los armenios de Nagorno Karabaj y logró defender el territorio en disputa y conquistar la denominada “zona de seguridad” en el territorio azerí que rodeaba el enclave armenio.

 

Cuando el conflicto entró en el cese de las hostilidades en 1994 por mediación de Rusia, los armenios alcanzaron notables ventajas territoriales con un alto costo económico y humano, pues la Guerra se saldó con más de 30 mil muertos. Sin embargo, la paz no llegó en ningún momento. Las conversaciones para alcanzar un acuerdo definitivo siempre fueron infructuosas. Por una parte, los armenios en los territorios controlados de Nagorno Karabaj proclamaron la República de Artsaj, independiente de facto, pero no reconocida por otros estados, vinculada a Armenia. Por otra, Azerbaiyán reclamaba la integración de su territorio y rechazaba la intervención en Nagorno Karabaj. Entre ambos territorios se produjeron numerosos enfrentamientos con muertos como en 2016 en la llamada “Guerra de los Cuatro Días”.

 

En los últimos años, la situación se tornó más inestable y explosiva. Gracias a su pujante economía basada en el petróleo, Azerbaiyán reforzó y modernizó su Ejército, mientras que Armenia vivió un período de relativo estancamiento. Esta situación parece haber girado el equilibrio regional en beneficio de Bakú. Además, a nivel internacional Azerbaiyán encontró en Turquía, un tradicional enemigo de Armenia, un aliado que apoya su nueva política militarista.

 

La tendencia hacia la resolución del conflicto por medios militares se profundizó este año. Grandes protestas para exigir represalias contra la intromisión de Armenia en Nagorno Karabaj se sucedieron en Bakú, mientras Turquía manifestaba públicamente que Azerbaiyán tenía derecho a recuperar el control del territorio controlado por los armenios.

 

Pese a los esfuerzos internacionales, la ofensiva azerí se transformó en un enfrentamiento a gran escala en toda la línea fronteriza y logró recuperar gran parte del territorio en disputa, generando el desplazamiento de más de la mitad de la población armenia de Nagorno Karabaj, estimada en torno a 130.000 habitantes. Sin la intervención de la comunidad internacional, especialmente de Rusia, se teme que se produzca un nuevo drama humanitario de consecuencias desconocidas.

 

 

Por Guillermo Genini.

 

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