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Tomates, uvas y peras en una cosecha bajo el sol ardiente

Los tres frutos ya están a disposición de los consumidores, tanto frescos como en dulces, en las ferias itinerantes y en el predio. El valor agregado es una pata fundamental.

Por Marcelo Dettoni
| 02 de febrero de 2020
Dos operarios de Sol Puntano eligen los mejores tomates para cosechar.

Es tiempo de cosecha en Sol Puntano. Aun con las dificultades lógicas que plantea cualquier actividad agrícola, siempre dependiente de los caprichos del clima y de otros factores a los cuales son un poco (solo un poco) más sencillos prevenir, como las plagas y la coyuntura económica, siempre desfavorable. Lo cierto es que un grupo de unos 20 trabajadores está sumergido en los lotes en busca de los frutos que da la tierra tras varios meses de inversión y cuidados, en la búsqueda de proveer a los vecinos de frutas, verduras y hortalizas frescas y a buen precio, más una buena dosis de valor agregado que se traduce en dulces, encurtidos y otras exquisiteces que el predio pone a la venta e incluso sale a ofrecer por los barrios con sus ferias itinerantes.

 

En este enero que se acaba de ir se cosecharon fundamentalmente tres cultivos: tomates perita, uvas de mesa y peras. También debió ser el momento para los duraznos, pero las heladas tardías de la primavera terminaron de manera prematura con la campaña, sin poder recolectar una sola fruta. Es frustrante realmente, pero forma parte del riesgo que hay que afrontar cada año, a pesar de que la escuela experimental del gobierno provincial trata por todos los medios de dotar sus inversiones con la mejor tecnología y los cuidados que requieren las plantas.

 

 


Las uvas de mesa variedad Red Globe avisan que están listas con su color.

 

 

La mañana elegida para recorrer las instalaciones y escuchar los conceptos de Alfredo Cartellone, el ingeniero agrónomo encargado de la producción agrícola de Sol Puntano, es sofocante. El tablero del auto marca 40 grados cuando ingresamos al predio que está sobre la Autopista de las Serranías Puntanas, camino a Mendoza. El calor es una tortura más, para las personas y para las plantas, a pesar de que el sistema de riego por goteo, a través de unas mangueras negras que se deslizan por todos los surcos, parece surtir el efecto deseado porque las plantaciones avanzan en su maduración.

 

Apenas salimos con Cartellone de su oficina con aire acondicionado, la realidad nos abofetea con un calor bochornoso. La primera parada es ahí nomás, a unos 100 metros, donde crecen los tomates peritas que ya están siendo cosechados. Este año no hicieron los redondos, aunque sí los cherry, que ya están a la venta desde hace un par de semanas, tanto los rojos como los menos usuales amarillos.

 

 

Ahora que empezó febrero cambian los objetivos de cosecha. Comenzarán con las hortalizas plantadas en invierno, como cebolla, ajo, brócoli, espinaca y acelga.

 

 

Hay una hectárea de los peritas, más lo que aportan las Parcelas Hortícolas, un plan del gobierno puntano que les permitió a varias familias, muchas bolivianas, pero también otras criollas, hacerse de dos hectáreas cada una para cultivar y sumar producción a lo que hace Sol Puntano. Están regidas por reglas estrictas y aquellos que no cumplen con el protocolo de trabajo o no tienen el volumen esperable les deben dejar el lugar a otras, porque la lista de espera de gente con ganas de trabajar es larga y agrega un elemento más de presión para los beneficiarios.

 

La expectativa para esta campaña es recolectar entre 50 y 60 mil kilos por hectárea de esos tomates que lucen prolijamente plantados en un centenar de hileras desde el mes de octubre. Los cuerpos y rostros sudorosos suben y bajan en busca de los preciados frutos, que son monitoreados a diario para saber cuáles están listos para cosechar. “Se sacan los que ya están rojos, y el destino es variado, ya que se venden frescos, otros más maduros se usan para hacer salsa en la fábrica y también para conserva, envasados enteros en mitades, sin piel”, cuenta Cartellone, quien recuerda que antes de ir a tierra estuvieron 40 días en plantines, en invernáculos bajo condiciones óptimas de humedad y temperatura, con un sustrato especial para que crezcan sanos y fuertes. “Es un cultivo muy demandante de mano de obra”, agrega el ingeniero agrónomo, mientras reparte algunas instrucciones para el traslado de los cajones que ya están llenos.

 

 


película. Las peras que cultivan son Packham y Williams. Ocupan una hectárea.

 

 

El tomate es una fruta sensible, que se cosecha de enero a marzo, aunque si las heladas lo permiten, puede llegar hasta abril, aunque la producción comienza a decaer. Es uno de los cultivos favoritos de los clientes, que los compran los martes en el nacimiento de la ruta 147, en la zona conocida como la exrotonda Torrontegui; o bien los jueves, de 9:30 a 14:30 allí en el predio de Sol Puntano, ya que son frescos y se ofrecen a buen precio respecto de lo que salen en los negocios del centro.

 

Cuando vamos en busca de los parrales cargados de uvas de mesa pasamos por lotes con durazneros estériles luego de las heladas descriptas líneas arriba, que cayeron justo en la etapa de floración. Rompe el corazón ver frutos pequeños, sin desarrollar, que aún penden de las ramas.

 

Esperaban cosechar 15 mil kilos y no tendrán nada. Una pena, lo mismo pasó con los almendros, aunque por suerte zafaron otras variedades como las nueces. “Contra las heladas hay poco para hacer, sí estamos cubriendo la mayor superficie posible para evitar el efecto del granizo, ya presupuestamos nuevas mallas”, anuncia el técnico.

 

También se observan lotes que están a la espera de una nueva siembra y que antes tuvieron cebolla. Es que las rotaciones son sagradas en Sol Puntano, permiten la recuperación de la tierra, la reposición de nutrientes, por eso hay un cronograma que se debe respetar. Era cebolla de la temporada anterior, porque la nueva ya está casi lista va a ser cosechada este mes como parte del programa de cultivos de otoño-invierno, al igual que el ají, el brócoli, coliflor, la espinaca y la acelga.

 

Un poco más allá crecen los zapallos de todas las variedades. Hay inglés (el de cáscara gruesa de color verde oscuro), angola (naranja y verde a rayas), anco (también conocido como coreano) y plomo, que es el que más tarda en estar listo, aunque en febrero comenzará la cosecha de todos. “Empieza cuando mueren las hojas, es como que la planta entrega su fruto”, describe Cartellone. Como son de la misma familia, en esos lotes también hay algunos zapallitos verdes y de la variedad zucchini, muy buscados en las ferias. “Con los precios, que son buenos de verdad, no hay misterios. Nosotros nos basamos en lo que dice la tabla del Instituto de Desarrollo Rural (IDR), que tiene un sentido social acentuado”, completa.

 

El panorama visual cambia cuando llegamos a los parrales, que están protegidos por mallas negras antigranizo. Allí también la actividad de cosecha es febril, los operarios van y vienen con sus tijeras, llevando racimos que depositan en cajones plásticos que están en los extremos de las hileras. Son uvas de mesa, distintas de las que tienen para vinificar, que recién tendrán su vendimia en marzo. “Tienen más azúcar y menos taninos y polifenoles, son de la variedad Red Globe, pero también vamos a cosechar uvas blancas Victoria y otras conocidas como Superior, que son sin semilla y se usan para pasas. Las comercializamos en un mix con nueces y almendras que tiene muy buena recepción porque es más barato que la bolsita que ofrecen los supermercados”, cuenta el ingeniero agrónomo.

 

 


Un equipo de operarios emprende el regreso con los cajones de peras cosechadas durante toda la mañana.

 

 

 

Los parrales tienen una estructura horizontal, sin espaldero, que también se distingue de los que uno puede ver en proximidades de las bodegas, que tienen un desprendimiento vertical. En una misma cepa hay algunas bien oscuras, que se sacan primero, y otras más blancas, por las que hay que esperar unos días más. Son plantas con 12 años de edad, que están en plena etapa de producción, por eso esperan mucho de ellos, ya que también el dulce de uva prendió entre los consumidores. Claro que aquí también el monitoreo diario rinde frutos, porque hay que hacer una cosecha escalonada, ya que es una fruta con madurez heterogénea.

 

Si bien las heladas primaverales hicieron algo de daño, sobre todo a la hora de evaluar el rinde, serán unos 15 mil kilos finales los que saldrán a la venta. “En un año normal recolectamos el doble, pero en vista de las circunstancias, con eso me conformo”, asegura Cartellone, quien lamenta las pérdidas que provocan también las catas y las palomas, e incluso las avispas, que se sienten atraídas cuando las uvas son muy dulces.

 

Para ir a visitar los perales ya hace falta la camioneta, porque están en un extremo de las 26 hectáreas, lindero con el parque de la escuela agrotécnica de San Luis. Por el camino va y viene un tractor con una roturadora que remueve la tierra, porque así controlan las malezas (hay Yuyo Colorado, Roseta, Rama Negra, Sorgo de Alepo) y la humedad, que por estos días es escasa.

 

 

 

Llegamos justo al mediodía, cuando los trabajadores ya están terminando la jornada, que comenzó muy temprano para evitar el calor extremo. Hay peras de dos variedades: Packham y Williams, que son parecidas, aunque la primera luce un poco más grande. También es una fruta de madurez escalonada, a la que hay que cuidar de la Carpocapsa, también conocida como polilla de la pera. “Contra esa enfermedad podemos, en cambio contra las catas es imposible, fijate como las dejan”, muestra Cartellone una pera ametrallada a picotazos.

 

Al igual que las uvas, se venden frescas y en un dulce que sorprendió por su aceptación, ya que no es común encontrarlo en las góndolas. Recién cosechadas van a una cámara frigorífica que las mantiene a dos grados para frenar su maduración y manejar adecuadamente el stock. Hay una hectárea de perales, de la que esperan un rendimiento cercano a los 15 mil kilos. “Las cosechamos algo verdes y cuando se ponen grandes. El tamaño es algo desparejo esta campaña, pero es por falta de raleo, ya lo vamos a ir corrigiendo”, promete el encargado, quien se anticipa y ya adelanta una invitación para la próxima cosecha: “Se vienen las nueces”, dice con una sonrisa de satisfacción.

 

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