Un buen inicio en materia de relaciones exteriores

Las relaciones exteriores ocupan un lugar fundamental entre las responsabilidades de los gobiernos. Más allá del signo ideológico de cada mandatario, y de la vocación más o menos amplia en relación al resto de los países del mundo que cada uno pretenda ejercer, no se pueden desconocer algunos intereses en común y varios focos de inevitable conflicto. La globalización profundizó este intercambio. En la Argentina en particular, muchas cuestiones históricas, una difícil situación geográfica al sur de América del Sur, y su posición relativa en América Latina, convierten al intercambio con el mundo en un tema trascendente. Siempre, en todas las oportunidades, más allá de la importancia que en cada coyuntura se haya pretendido otorgarle. Hoy las relaciones exteriores tienen un fuerte tinte económico y comercial, más allá de la cantidad de rubros que deben ser considerados a la hora de “salir al mundo”. Una de las primeras acciones concretas de gobierno de quien ocupa el sillón de Rivadavia desde el 10 de diciembre fue afrontar este desafío. Y parece interesante realizar alguna evaluación acerca de los primeros resultados que su viaje arroja, más allá que para un balance más cierto habrá que esperar resultados tangibles de estos contactos. Con todo, ya se puede afirmar que las actividades realizadas se han visto pertinentes, y las declaraciones parecen seguir una línea de coherencia con lo prometido. Incluso dentro del país, desde el Congreso de la Nación se ha emitido un muy buen signo al aprobar de un modo mayoritario el proyecto de ley respecto a la sustentabilidad de la deuda externa que propusiera el Poder Ejecutivo. Es muy destacable que en el Senado la aprobación fuera unánime. Y es muy saludable que, aprovechando la ocasión, los legisladores empiecen a promover serias limitaciones a la posibilidad de nuevos futuros endeudamientos.  

Los encuentros del Presidente de la República en el exterior dejaron un saldo positivo.

Se destacan sus contactos con Angela Merkel (Alemania), Emmanuel Macron (Francia), Giuseppe Conte (Italia), Sergio Mattarella (Italia) y Pedro Sánchez (España), como parte importante de la estrategia para negociar con el Fondo Monetario Internacional, el proceso de reestructuración con los acreedores, las inversiones futuras y el acuerdo Mercosur y Unión Europea en stand by, tras el apoyo brindado a la Argentina por parte de estos líderes mundiales. Fue particularmente interesante el encuentro con el Papa Francisco en el Vaticano. Por las formas y por el contenido. El pontífice se mostró particularmente afable. Su posición es clara en estos temas. Incluso, luego, ante la jefa del FMI, sostuvo que: "no se puede pretender que las deudas contraídas sean pagadas con sacrificios insoportables. En estos casos es necesario —como está ocurriendo en parte— encontrar modalidades de reducción, dilación o extinción de la deuda, compatibles con el derecho fundamental de los pueblos a la subsistencia y al progreso".

A esos gestos, y fuera de la gira presidencial mencionada, se le sumaron en las últimas horas las significativas palabras de Donald Trump, que al aceptar en Washington las cartas credenciales del nuevo embajador argentino, le comentó: “Que el presidente Fernández se quede tranquilo, que puede contar conmigo”.

Así como queda claro que es un muy buen inicio en materia de relaciones exteriores, también es notorio que queda un durísimo camino a recorrer en materia de deuda, y que es mucho lo que la Argentina debe trabajar en este sentido. La posición debe ser firme y sensata. De poco valen bravuconadas y descalificaciones hacia los acreedores, hacia los bonistas y hacia los organismos internacionales de crédito. Son lo que son, y sus posturas y sus objetivos son por todos conocidos. Hay que aplicar la ley, hay que evaluar con seriedad, con sentido común, y, alguna vez, hay que aprender.