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La tragedia evitable de Brasil

Por redacción
| 19 de enero de 2021

A pesar del dramatismo de una enfermedad con la capacidad para enfermar a todo el planeta, aún persisten liderazgos políticos tercamente enfrentados a la realidad que ponen en serio riesgo la salud de los ciudadanos de un país. Brasil es el ejemplo de lo evitable.

 

Manaos, la capital de la Amazonia brasilera, vive una tragedia de muertes evitables, en parte porque el Ministerio de Salud, en lugar de enviarles el oxígeno que falta a sus hospitales, les aporta como tratamiento ante la COVID-19  medicinas para dolencias intestinales y otras enfermedades tradicionales.

 

Esa ciudad de 2,2 millones de habitantes se convirtió en la parte más visible de la miseria moral, científica, política y social de la medicina brasilera, desnudada por la pandemia y la forma en que el gobierno intenta contenerla.

 

El “tratamiento precoz” es la orientación que impulsa el ministerio, sin asumir que trata de imponer a todo el sistema de salud su fórmula, compuesta de medicamentos sin eficacia comprobada, como cloroquina o hidroxicloroquina (antimaláricos), ivermectina (un vermífugo o antihelmíntico usado para combatir parásitos intestinales o piojos, entre otros problemas) y azitromicina (antibiótico).

 

El ministro de Salud, general Eduardo Pazuello, estuvo en Manaos el 11 y 12 de enero, dos días antes de que estallase el escándalo que conmovió el mundo, al conocerse que allí los hospitales se convirtieron en cámaras de asfixia por no disponer del oxígeno indispensable para los enfermos de COVID-19, que se multiplicaron desde diciembre en la ciudad.

 

El ministro y el gobierno local ya conocían el inminente colapso de suministro de oxígeno días o semanas antes y no establecieron ninguna operación de emergencia para evitar la inmolación.

 

Durante su visita, sin embargo, el general llevó más de 200 paquetes de los “medicamentos” recomendados y una docena de médicos de otras partes de Brasil para promover su uso en los centros de salud locales.

 

Además, una carta de su ministerio a la Secretaría de Salud de Manaos calificó como “inadmisible” no adaptarse al tratamiento precoz “ante la gravedad de la situación”.

 

Frente a  la emergencia y la dificultad de transportar oxígeno suficiente a Manaos, el viernes 15 se decidió trasladar a hospitales de otras ciudades brasileras a hasta 700 enfermos graves, pero que soportarían el viaje aéreo. Hasta ahora poco más de 70 fueron llevados a capitales del Nordeste y Brasilia.

 

Un esfuerzo durante el fin de semana para abastecer Manaos de oxígeno redujo la urgencia de trasladar tanta gente, incluso 60 bebés prematuros amenazados de asfixia.

 

Mientras, en Brasilia, el presidente Jair Bolsonaro decía que la capital amazónica sufría su calvario porque su población no se sumó al tratamiento precoz.

 

La verdad es que esa panacea que promueve el gobierno de extrema derecha es de uso generalizado en la ciudad.

 

En este comienzo de año murió un biólogo exactamente por usar la polémica medicación, según confiaron sus amigos que pidieron no identificarlo. Luego de que su mujer se infectó con el coronavirus, él se automedicó. Temía enfermarse gravemente debido a su elevada edad.

 

Tuvo que hospitalizarse por secuelas cardíacas, sufrió por lo menos seis paros del corazón y falencia de los riñones antes de morir.

 

Tragedias evitables en Brasil, un lugar donde el gobierno desconoce la realidad y persiste en hacerlo.

 

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