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Un futuro más limpio

Por redacción
| 20 de enero de 2021

El carbón es uno de los grandes contaminantes del medioambiente, pero también ha sido el impulsor de la Revolución Industrial; de allí que para soñar con un futuro más sano para el planeta será necesario mitigar el uso de este combustible. La demanda de carbón se mantiene sólida y ayuda a impulsar el desarrollo económico en los mercados emergentes. Pero muchos países que aspiran a lograr un futuro más sostenible toman medidas para reducir la dependencia de los combustibles fósiles, especialmente el carbón.

 

Los obstáculos que enfrentan esas iniciativas son difíciles de superar, porque la gente que trabaja en la industria del carbón depende de ella para su subsistencia, pero es posible superarlos con políticas adecuadas. La inversión ecológica y el avance tecnológico pueden ayudar a contener el repunte de la utilización de carbón y acelerar una transición hacia fuentes de energía más limpias a medida que la actividad económica se normalice, luego del impacto de la COVID-19.

 

El carbón es un importante factor causante de la contaminación local y el cambio climático, que explica un 44% de las emisiones mundiales de CO2.

 

Cuando se lo quema para generar calor o electricidad, el carbón tiene una intensidad de carbono 2,2 veces mayor que el gas natural, es decir, la combustión de carbón emite más del doble de dióxido de carbono que el gas natural para generar la misma cantidad de energía.

 

Las centrales térmicas alimentadas con carbón liberan dióxido de azufre, óxido nítrico, material particulado y mercurio en el aire y en los ríos, arroyos y lagos. Esas emisiones no solo degradan el medioambiente sino que, según indican evidencias de larga data, son peligrosas para la salud humana.

 

De acuerdo a informes médicos del gobierno británico, 4.000 personas murieron en 1952 como resultado directo de la Gran Niebla de Londres, causada por la combustión de carbón y diésel.

 

Existe una fuerte relación entre el nivel de desarrollo y el consumo de carbón, siendo los países de ingreso mediano generalmente más dependientes de ese combustible.

 

Durante la segunda revolución industrial a fines del Siglo XIX y comienzos del Siglo XX, las economías avanzadas incrementaron rápidamente su dependencia del carbón.

 

Al aumentar los ingresos, sin embargo, el carbón fue lentamente reemplazado por combustibles más eficientes y prácticos y menos contaminantes, como el petróleo, la energía nuclear, el gas natural y, más recientemente, las energías renovables.

 

A principios de este siglo, el uso de carbón estaba nuevamente en descenso en las economías avanzadas, pero ese declive fue compensado con creces al acelerarse la demanda en los mercados emergentes.

 

Hoy, los mercados emergentes representan el 76,8% del consumo mundial de carbón. Y China, la segunda potencia mundial, representa casi la mitad de ese porcentaje.

 

La tecnología de captura y almacenamiento del carbono puede ser una solución viable para facilitar la transición del carbón, pero actualmente es menos competitiva en función de los costos que otras fuentes de energía con bajas emisiones de carbono, como las energías solar y eólica. Un futuro más limpio es posible.

 

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