17°SAN LUIS - Sabado 20 de Abril de 2024

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Para una convivencia viable y placentera

Por redacción
| 24 de enero de 2021

Una de las nociones más profundas que ha impuesto en la agenda colectiva la pandemia de coronavirus ha sido la de la responsabilidad individual y su inmediato correlato con la responsabilidad colectiva. Ya se hablaba mucho de la responsabilidad social empresaria, pero pareciera haber prosperado una fuerte propensión a valorizar la responsabilidad social que cabe a cada uno de los hombres y las mujeres que habitan un territorio. Con todo el respeto y el genuino cuidado por la libertad, es menester reconocer la importancia que cada acción individual tiene en la prosperidad de toda una sociedad. Por ejemplo: "Cuidarte es cuidarnos" resultó una muletilla habitual en múltiples espacios de comunicación.

 

Una de las tantas demandas postergadas era el retorno de los vuelos de cabotaje que permitieran el traslado de personas y de cargas, y facilitaran las más diversas actividades turísticas, comerciales, profesionales, laborales y de toda índole. Evaluada hasta el cansancio, se analizó la propuesta y siempre se dejó muy en claro que, en este caso, como en tantos otros, sería fundamental el respeto irrestricto a protocolos y a sencillas normas que evitaran los contagios. La actitud de tripulantes, pasajeros y demás participantes de todo el dispositivo para que un avión llegue a destino sería fundamental. La acción sucede a bordo. La nave aterriza, está carreteando para detenerse y un auxiliar explica con precisión y absoluta claridad que, además de los requisitos habituales para descender, los pasajeros solo deberán pararse una vez que todos los ocupantes del asiento anterior hayan abandonado sus lugares (cabe aclarar que este es el sistema habitual de descenso en el mundo entero y que rara vez se pone en práctica). Enfatiza que cumplir este precepto es importante para evitar contactos y que es imprescindible cumplirlo en estos tiempos de coronavirus. Se entendió perfectamente. Su compañera de trabajo lo reitera desde su micrófono. El audio funcionaba correctamente. A los tres segundos de finalizados los anuncios, un señor grande, mayor de edad, maduro, capaz, idóneo para comprender mensajes y llevarlos a la práctica, decide pararse de su asiento y comenzar a abrir los espacios donde se encuentran sus bolsos. Lo hace con elegancia, con presteza y sin el menor atisbo de estar atravesando una urgencia o un problema insalvable. Una señora de idénticas características repite la escena a unos pocos metros. Y así algunos otros. El gesto expresa: "Sí, entendí, pero no me importa nada". Una auxiliar toma el micrófono y ahora personaliza la propuesta: "Señor, por favor, tome asiento". Lejos de ruborizarse, el señor pone cara de "¡Qué exageración!" y, molesto, retorna a su lugar. Algunos deciden apostarse en las barandas de los asientos. O sea, no piensan esperar nada. Está claro, no son todos. Hay una proporción importante de los pasajeros que respeta y acata. Pero son unos cuantos y no se arrepienten. Y repetirían su imprudencia cien veces. Y ponen en peligro a los demás. Y no es una emergencia, un imprevisto ni una situación particular, es un criterio frente a la norma. Es un acto de indisciplina característico de quienes carecen de responsabilidad individual y social. Y no es responsabilidad de un presidente, de un gobernador, de un intendente o de una línea aérea. Es responsabilidad individual, de la que mucha gente carece. Es lo que explica las dificultades para llevar adelante muchas acciones. Se pueden generar los protocolos más exhaustivos del mundo, se pueden comunicar de un modo impecable, sus destinatarios pueden comprenderlos a la perfección, pero la voluntad de ser responsable es una decisión individual. Es cierto que multas y castigos pueden ser aleccionadores y contribuir, pero para una convivencia razonable la actitud de cada uno es decisiva.

 

Seguramente muchos de estos infractores seguirán reclamando por sus derechos y por la reanudación de muchas actividades. Deberían saber que su conducta es el mayor obstáculo para lograrlo. Deberían saber que son indisciplinados, irrespetuosos e irresponsables. Y deberían proponerse mejorar, para que en esta difícil instancia, y en tantos otros momentos, la vida en sociedad resulte mucho más viable y placentera.

 

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