Una delicada convivencia

Cualquier relación entre Estados Unidos y Rusia en estos tiempos será preferible a la agresividad imperante durante los años oscuros de la Guerra Fría. Ambas naciones comprendieron en su momento que no podían “cargarse” al mundo a balazos, pero están muy lejos de ir mucho más allá de la tolerancia.

En los últimos tiempos ocurrió una situación muy delicada cuando Washington acusó a Moscú de interferir en las elecciones de 2016, para que fuera elegido Donald Trump, en detrimento de Hillary Clinton.

Los cuatro años con Trump en el poder marcaron una relación bastante abierta con su par ruso, que no hizo más que alentar las presunciones de “acuerdos previos”.

Paralelamente, los demócratas, con Biden a la cabeza, fueron los más enconados denunciantes de la injerencia rusa y llevaron el tema al Congreso.

Con ese telón de fondo y la ya ancestral desconfianza ideológica, se reunieron por primera vez Joe Biden y Vladimir Putin, que transcurrió bajo profundos desacuerdos entre ambos países y bajas expectativas de resolverlos.

Los líderes se dieron la mano al llegar, antes de entrar a la reunión en Ginebra, Suiza. “Señor presidente, me gustaría agradecerle por su iniciativa de reunirse hoy”, dijo Putin.

“Las relaciones entre Estados Unidos y Rusia tienen muchos problemas acumulados que requieren una reunión del más alto nivel”, apuntó el líder ruso.

Putin, que lleva 21 años al frente de Rusia, dijo que la cita transcurrió “sin hostilidad”. Y lució como un primer fruto de las conversaciones el acuerdo para que los respectivos embajadores vuelvan a sus puestos tras la polémica después de que Biden considerase “asesino” a Putin.

En su comparecencia individual, Putin se mostró incómodo al ser consultado por los periodistas por Ucrania o el líder disidente encarcelado Alexei Navalny.

Llegado a ese punto, Putin empezó a culpar a los periodistas y presentó a Navalny como un agente extranjero.

Acusó a los medios de tener una “cobertura sesgada” y criticó a EE.UU. por señalar a Rusia como su “enemigo” y respaldar a la vez a “organizaciones opositoras en Rusia” que ayudan a implementar “las políticas de Washington en nuestro territorio”.

El asunto de la represión a la oposición estaba en la agenda del presidente de EE.UU., pero no estaba claro con qué intensidad sería puesto de manifiesto en la cumbre.

Putin confirmó que “el presidente Biden tocó el tema de derechos humanos y nosotros lo escuchamos” y respondió: “Guantánamo sigue existiendo y también las cárceles secretas de la CIA por todo el mundo, ¿así se defienden los derechos humanos?”, se preguntó retóricamente el líder ruso.

Putin afirmó que “no hay nada que discutir” sobre la posible membresía de Ucrania en la OTAN. Y acusó a Kiev de violar el acuerdo de paz para detener un conflicto entre las fuerzas gubernamentales ucranianas y los separatistas prorrusos en el este de Ucrania.

Los líderes de las dos potencias acordaron reanudar las conversaciones sobre control de armas. Putin dijo que Rusia y Estados Unidos comparten la responsabilidad de la estabilidad nuclear y que por eso mantendrán conversaciones sobre los posibles cambios al nuevo tratado de limitación de armas Start, recientemente extendido.

También iniciarán consultas sobre ciberseguridad, y Putin aprovechó para recordar que la mayoría de los ataques cibernéticos contra Rusia provienen de Estados Unidos.

Respecto a la acusación emitida hace meses por Biden de ser un “asesino”, Putin dijo que estaba satisfecho con la explicación que Biden le dio sobre aquel comentario. Una delicada convivencia.