Una nueva geopolítica

Una nueva geopolítica, sin alineamientos automáticos, surgió frente a los contendientes en la guerra en Ucrania; muchos países del sur en desarrollo tomaron distancia del conflicto y emplearon el debate para subrayar su independencia, lo que abre un nuevo escenario sobre los principales ejes de poder mundial.

Cuando Rusia invadió Ucrania el 24 de febrero, Estados Unidos activó y fortaleció la alianza transatlántica con Europa para enfrentar a Moscú, mientras intentaba sumar aliados en Asia, pero la situación allí es diferente.

Muchos países de Asia no quieren ningún alineamiento que comprometa su relación con la potencia en ese continente, China.

La rivalidad entre Estados Unidos y China —creciente socio comercial e inversionista en numerosas naciones en desarrollo— favorece el distanciamiento mostrado por países del ahora llamado "sur global" ante el conflicto en Ucrania, prioridad para todo Occidente.

Ahora los países están mejor preparados para tomar posición y votar en los foros internacionales de acuerdo a sus intereses y no según alineamientos ideológicos.

Casos emblemáticos son India, que no romperá sus sólidas relaciones con Rusia, su proveedor de armas desde hace décadas, o Arabia Saudita, más interesado en su relación con China a medida que Estados Unidos deja el Medio Oriente.

La lucha entre naciones alineadas ideológicamente —con Estados Unidos y la entonces Unión Soviética como referentes— condujo en 1961 a la creación del Movimiento de Países No Alineados (NOAL), que buscó la equidistancia entre los bloques dominantes al tiempo que promovía la descolonización y los intereses económicos del sur.

Con los años el movimiento alcanzó los 120 miembros, con Estados claramente alineados en alguno de los bloques y, aunque aún subsiste formalmente, su presencia y pertinencia decayeron al dejar de existir como tal el campo socialista tras la caída del Muro de Berlín en 1989 y la extinción de la Unión Soviética.

La Asamblea General de la Organización de las Naciones Unidas (ONU), de 193 Estados miembros, discutió y aprobó el 2 de marzo una resolución de condena a la invasión y exigió el retiro inmediato de las tropas, reiterando el principio de respeto a la soberanía e integridad territorial de todos los países.

Al cabo de 117 discursos, la votación —a favor, en contra, abstenciones y ausencias—, reflejada en la pizarra de la sede de la ONU es la primera fotografía del “desalineamiento” o decisión de numerosos países del sur de no suscribir las posiciones de Moscú o de sus rivales de Occidente, encabezados por Estados Unidos y la Unión Europea (UE).

La resolución recogió 141 votos a favor, cinco en contra (Bielorrusia, Corea del Norte, Eritrea, Rusia y Siria), 35 abstenciones y 12 inasistencias.

Es difícil que un país pueda apoyar una invasión, no hay dentro de la ONU o el derecho internacional una fórmula que la justifique, por ello, “para no seguir en la órbita de Moscú, Bruselas o Washington, la abstención es una salida para mostrar neutralidad.

De las 35 abstenciones, 25 eran países de África, cuatro de América Latina (Bolivia, Cuba, El Salvador y Nicaragua; Venezuela no pudo votar por insolvente) y 14 de Asia, entre ellos países de gran presencia mundial como China, India, Pakistán e Irán, y antiguas repúblicas soviéticas o socialistas como Laos, Mongolia y Vietnam.

La Cumbre de las Américas de junio en Los Ángeles, Estados Unidos, sirvió para que un grupo de mandatarios en el hemisferio marcase distancia con Washington, al no asistir a la cita como protesta por la exclusión de tres gobiernos vecinos: Cuba, Nicaragua y Venezuela. Los foros y las negociaciones bilaterales y grupales van sobre nuevos rieles a medida que continúa el conflicto en Ucrania, con nuevas propuestas de entendimientos, alianzas, y también nuevos temores.