Guerras y conflictos han tapizado el planeta en el último año, para dejar de manifiesto que la violencia no cede y que “la pausa” de la pandemia de COVID-19 ha llegado a su fin en medio del nacimiento de un reordenamiento geopolítico.
A la invasión de Rusia a Ucrania deben sumársele las tensiones entre Estados Unidos y China por Taiwán, la amenaza nuclear latente de Corea del Norte, el genocidio de los Rohinyás en Myanmar, la represión a las mujeres en Irán, luego de la muerte de Mahsa Amina, “por no usar correctamente el hiyab”, el triunfo de gobiernos de extrema derecha en Suecia e Italia y los persistentes conflictos en Oriente Medio y África.
En ese contexto, la excepción es la voluntad de diálogo y la apertura de fronteras entre dos naciones americanas: después de siete años de cierre vehicular y gradual deterioro de las relaciones entre ambas naciones, Gustavo Petro, presidente de Colombia, y su homólogo venezolano, Nicolás Maduro, anunciaron la reapertura de la frontera común.
Es un paso adelante en el objetivo de ambos gobiernos para restablecer las relaciones diplomáticas y un salto económico relevante para los países hermanos. El presidente colombiano señaló además que “se reanudará la conexión aérea y el transporte de carga” entre ambos países.
En este sentido, el jefe de Estado venezolano dijo: “Me alegra mucho anunciar que daremos apertura conjunta a las fronteras entre Venezuela y Colombia. Además, reanudaremos los vuelos entre Caracas-Bogotá y Valencia-Bogotá. El intercambio y la cooperación entre nuestros pueblos reanudan con buen pie”, confirmó en su cuenta de Twitter.
Uno de los primeros pasos del flamante presidente colombiano fue designar un embajador en Caracas, cuya ausencia data desde que el anterior gobierno de Iván Duque considerara ilegítima la Presidencia de Nicolás Maduro.
Desde 2019, Bogotá llevó a cabo una estrategia de aislamiento internacional conocida como “cerco diplomático”, con el objetivo de aislar al gobierno de Maduro y hacerlo renunciar.
El plan no tuvo éxito dada la persistencia de su mandato, a lo que debe agregarse el nuevo momento que vive Venezuela a nivel internacional, como productor de petróleo, cuando Europa experimenta una crisis energética en el marco de la guerra en Ucrania y la presión de Rusia.
El anuncio de ambos dirigentes también materializa la promesa de campaña de Petro de reabrir los vínculos económicos y diplomáticos con su vecino estratégico.
El mandatario colombiano expresó en distintas ocasiones que la reapertura ayudará a paliar diversos problemas; como el crimen organizado, instaurado en la frontera y que proliferó en la trata ilegal de personas; así como una economía regional deteriorada por la ausencia de los intercambios comerciales entre ambos países.
Junto a la reapertura de fronteras llega también el retorno de los vuelos comerciales. Este impulso a la aviación en el país llega tras años de que el sector entrara en crisis en Venezuela.
En 2014, el desplome del precio del petróleo —principal fuente económica del gobierno venezolano— hizo que el Estado no pudiera cumplir con millonarias deudas que mantenía con las aerolíneas, lo que causó desde entonces el éxodo de muchas de estas empresas.
Luego, en 2017, la empresa que operaba el 50% de los viajes entre Bogotá y Caracas, Avianca, canceló sus operaciones, asegurando entonces que lo hacía para preservar su “seguridad” ante “limitaciones operativas”.
En Latinoamérica, muchas veces postergada, las fronteras abiertas para mejorar el diálogo son una noticia de exportación.
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