SAN LUIS - Viernes 17 de Mayo de 2024

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Combatir las enfermedades de fin de ciclo en la soja

Por redacción
| 16 de marzo de 2014
El periodo que va del R3 hasta la R5 es el momento en el que se desencadenan las infecciones.

Tras intensas lluvias registradas en la provincia, y teniendo en cuenta que la totalidad de lotes con soja se encuentran en estadios reproductivos, hay altas probabilidades de que en las oleaginosas comiencen a aparecer patologías fúngicas denominadas enfermedades de fin de ciclo (EFC), que son de las que mayores daños causan al cultivo.
En San Luis, lo más común es encontrar casos de mancha marrón (Septroria glycines), que ocasiona un amarillamiento desde abajo hacia la parte superior de las plantas, y mancha púrpura (Cercospora Kikuchii), que produce lesiones rugosas con una coloración violácea sobre las hojas.
Ambas ingresan al lote temprano y sus síntomas pueden aparecer en cualquier momento del ciclo del cultivo, con la particularidad de volverse más evidentes en estadios reproductivos, es decir, que se desarrollan en forma asintomática durante el periodo vegetativo y se manifiestan al final del ciclo, cuando el rendimiento ya está definido y el daño, ocasionado.

 

Según el caso, las enfermedades de fin de ciclo salpican de color amarillo o violáceo las hojas de la soja.


Las EFC aceleran el envejecimiento de las plantas, disminuyen el área foliar sana, producen caída de hojas, madurez anticipada del cultivo, disminuciones en la calidad de la semilla y reducciones del rendimiento que van desde los 200 a los 500 kilos por hectárea. Estos patógenos, una vez muerto el hospedante, siguen alimentándose por lo que sobreviven en el rastrojo, así también como en la semilla.
Las condiciones que predisponen a esta enfermedad son el monocultivo, la siembra directa, una alta población de plantas, déficit nutricional del cultivo y cultivares susceptibles a EFC. Las lluvias también constituyen un factor de diseminación importante, ya que salpican las fructificaciones del hongo y genera el ascenso de los patógenos, cuya mayoría está presente en los rastrojos.
“Para contrarrestar el accionar de las EFC, hay que elegir el lote de siembra apropiado, teniendo en cuenta las epidemias del pasado, y optar por la rotación de cultivos. Debido a que estas enfermedades son necrotróficas (las causan parásitos que se alimentan de las partes muertas de las plantas) y extraen nutrientes, cuanto mayor sea la nutrición de los cultivos más protegidos estarán”, explicó el jefe de Área de Sanidad Vegetal del Ministerio del Campo, Emiliano Savoretti, y consideró que “la inoculación de la semilla, el mantenimiento de los niveles de fósforo y potasio en el suelo son elementos importantes para la defensa de la planta”.
También es fundamental realizar un análisis de sanidad de la semilla a sembrar, conocer qué patógenos tiene, cuál es la carga fúngica de cada uno de ellos, y en función de ello, definir el tratamiento químico a utilizar, sus dosis y combinaciones. 
Luego de una correcta nutrición, elección del lote y una siembra con semilla sana, Savoretti recomendó el monitoreo de los lotes basado fundamentalmente en las condiciones ambientales, ya que las lluvias a partir de la etapa R3 (inicio de formación de vainas) hasta R5 (inicio de llenado de granos), son las que van a desencadenar las infecciones que pueden permanecer en estado latente desde estadios tempranos en el lote. 
“Es decir que el monitoreo se combina con las condiciones del clima. Cuando la enfermedad está en estado vegetativo no se hace nada, ya que al no ser explosiva, nos permite esperar a estadios reproductivos para tomar decisiones. Una vez dentro del estadio reproductivo existen dos opciones. Una es medir la cantidad de lluvias entre R3-R5, y aplicar funguicida al registrar marcas de entre 50 y 60 milímetros. La otra alternativa es basarse en el pronóstico del clima y aplicar funguicida antes de la lluvia, cuando haya perspectiva de precipitaciones de entre 50 y 60 milímetros”, recomendó el técnico.
Además, aseguró que los funguicidas que llevan mezclas de estrobirulinas más triazol son los que mejor funcionan. “Las estrobirulinas protegen al cultivo de las próximas lluvias y el triazol cura los hongos que pueden llegar a entrar durante la espera de los 50-60 milímetros”. 
El especialista también aconsejó no usar funguicidas si no es necesario. “Hay que respetar el tratado de paz entre medio ambiente y progreso. Podemos ser sustentables sin perder rentabilidad”, indicó.
Por último, recomendó conocer los funguicidas con los que se trabaja. “Hay que conocer la dosis efectiva con la que controlamos el 50% del micelio. Hay productos que para ciertas enfermedades tienen una dosis efectiva baja y permiten controlar el hongo a dosis de productos menores, y trabajar siempre con tecnología y calidad de aplicación”, dijo, y dejó claro que “hay que anticiparse, monitorear y no estar desprevenidos”. “Tanto la falta como el exceso de medidas de control reducen la ganancia de los productores”, concluyó. 

 


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