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"Apagó la luz y me arrastró del cabello"

Por redacción
| 14 de mayo de 2014
Angustiada. "No le deseo a nadie que pase lo que pasamos", aseguró Verónica entre lágrimas.

Aunque la habían medicado y se sentía descompuesta, Silvia Beatriz Sosa salió del traumatólogo y se fue al estudio de Alberto Guillermo Domeniconi, el abogado que les llevaba, hasta el martes 6 de mayo, el trámite por la posesión de un campo de 74 hectáreas ubicado entre El Suyuque y Villa de la Quebrada. Quería pedirle que les devolviera la documentación, habida cuenta de que otro profesional de ese bufete le había dicho “que había que empezar todo de cero, que Domeniconi había tenido un mal momento, que eso -en referencia a las diligencias– estaba mal hecho, y había que hacer otro juicio nuevo, a nombre mío”, contó ayer la hija de Silvia, Verónica Beatriz Rojo. El pedido de los papeles derivó, según la denuncia de ellas, en una sucesión de amenazas y golpes que se extendió durante media hora, a oscuras, en la sala de espera del bufete, cuando sólo quedaban ellas y Domeniconi.
Sosa, de 54 años, había llamado más temprano a la secretaria de Domeniconi, para cerciorarse de que iba a atenderla. Silvia entró a las 18:30 en el estudio ubicado en Juan Llerena al 1200, cerca de la avenida España, según referenció la Policía. Una media hora después, tras salir de su trabajo, llegó Verónica. Los clientes que aguardaban en la sala de espera pasaron, uno a uno. A las 21, la secretaria terminó su tarea, juntó sus cosas y se fue. La puerta quedó cerrada, como habitualmente está, por lo que contaron las denunciantes.
Domeniconi despidió a un hombre, la única que persona que quedaba en la oficina, aparte de ellas. Recién ahí, el letrado se sentó al lado de Silvia, en una silla de la sala y comenzaron a conversar. “Se saludaron. Mi mamá le preguntó cómo iban las cosas, si tenía novedades. Él le contestó que se quedara tranquila. ‘Te dije que esto está por salir, acordáte que un juicio lleva tiempo’, le aclaró. Mi madre le dijo que ya había pasado mucho tiempo. Y él le explicó ‘vos viste, estos juicios son complicados”, relató Verónica, de 35 años. Ella tenía el celular de su madre en la mano.
“Le respondí lo que me había referido el otro abogado, que no era cierto que el juicio estaba por salir. En ese momento se paró y dijo ‘voy a ver si la semana que viene o mañana o pasado preparo los papeles y los pasan a buscar’. Le manifesté que no había ningún inconveniente, que me indicara a mí qué día y a qué hora quería que fuera, así pedía permiso en mi trabajo y no me tenía tres horas esperando”, contó.
Dijo que el abogado caminó por la sala, a espaldas de ella, y al regresar hacia donde estaban sentadas, apagó la luz. “Yo seguía ubicada al frente de mi mamá. Él me manoteó el teléfono de mi mamá. Le pregunté qué le pasaba, si había sucedido algo, si se había cortado la luz. Ahí él empezó con los insultos, que son irreproducibles. Cuando me agaché para buscar el celular, me tomó del rodete y me arrastró hacia la puerta de entrada, que estaba cerrada. Yo intenté calmarlo. No entendía qué le pasaba. Nos decía que nos iba a matar, que no nos iba a entregar las cosas, que nos iba a embargar la vida, que se iba a quedar con el campo, mientras mi mamá intentaba sacármelo de encima”, narró. La poca claridad que cortaba la penumbra provenía del resplandor de las luces de la calle, que se colaba por la ventana, recordó.
“Cuando estaba en el piso me pegaba patadas. Nos aseguraba ‘las voy a matar, no las va a encontrar nadie’. No sabía qué le pasaba. Trataba de tranquilizarlo, le decía que prendiera la luz, que nos íbamos a ir y que volveríamos cuando él nos indicara. A mí me pegó en la pierna, mi mamá también ligó patadas. Mi madre se cayó también, pero entre que él me daba patadas en el suelo, no podía ayudar a mi mamá a que se levantara. En un momento vi una luz en la pared y la toqué, porque pensé que era de un foco. Era la luz de la alarma”, explicó.
Según el relato de madre e hija, alcanzaron  a advertir que el abogado tomó una cadena que estaba en el escritorio de la secretaria. “Después vimos que la usan para cerrar la puerta. Nos quería pegar con esa cadena. Nos amenazó con matarnos con eso. Yo no sé si efectivamente se comunicó, pero él hizo como que llamó a alguien. Manifestó en voz alta ‘habla el doctor Domeniconi’. Dio el número de la matrícula. Dijo ‘tengo dos individuas femeninas que me están robando en el estudio. No son clientas mías, no las conozco, vengan a buscarlas’. Cuando lo escuché, traté de agarrar mi cartera, busqué mi celular, lo hallé y llamé al 911”, resumió.
Verónica precisó su nombre y apellido. Como no sabía la numeración del estudio, le explicó a la operadora que estaba en un pasaje, en el estudio del doctor Domeniconi, que él agredía a su madre y a ella, y le pidió que fueran a ayudarlas. “Ahí Domeniconi abrió la puerta de madera y la de reja y nos empujó a la calle. Cerró la puerta por dentro, y nos indicó que fuéramos el jueves a buscar los papeles. Pero los jueves no está en el estudio. Nosotras nos quedamos esperando a la Policía. Unos minutos después él salió y cerró por fuera. Nos pidió ‘vengan mañana a buscar la documentación’. Nos saludó con la mano y dijo ‘chau, suerte”, refirió. Según la joven, el abogado se fue a pie hacia el pasaje Juan Llerena, casi en simultáneo a la llegada de los motoristas que fueron a ver qué pasaba en la oficina.

 

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