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“Es increíble lo que creció la zona, antes era todo monte”

Por redacción
| 04 de mayo de 2014
Rubén en su casa junto a su perrita, "Chichita".

“La primera”, así se llamó la rotisería que Rubén Vidal junto a su señora, tuvieron en los orígenes de La Ribera. Junto a su mujer fueron vecinos y comerciantes pioneros en esa zona, y para ellos el desarrollo urbanístico de todo el complejo fue vital.
Nació en La Pampa, vivió desde la niñez a la adolescencia en Villa Mercedes y recorrió distintos puntos del país; hace once años volvió y se asentó en el complejo inaugurado en 2003. “Los primeros tiempos fueron terribles porque no teníamos absolutamente nada. Había víboras, arañas gigantes, era todo monte”, dijo con su ronca voz el hombre que es sobrino de una de las grandes figuras puntanas en el ámbito de la educación y la cultura.
Hace cuatro años, y luego de una intensa lucha contra una enfermedad terminal, falleció su mujer Sofía, con quien compartió 37 años. Juntos llegaron desde Mendoza en el 2003, y como medio de vida adaptaron su vivienda e instalaron la primera casa de comidas en la zona, y uno de los primeros comercios.
“Empezamos  con una heladera familiar, un pequeño mostradorcito y cocinábamos en esta cocina común, con una paila de cobre hacíamos las milanesas”, agregó Rubén y señaló parte de esas herramientas que propiciaron sus comienzos. “A los tres meses mi señora se quería ir, no aguantaba más, era difícil y no vendíamos mucho”, contó.
Fue el propio desarrollo del lugar, la construcción de más casas, lo que hizo crecer esa rotisería que atendía el matrimonio de abuelos que todos conocían. “Acá enfrente empezaron a construir más casas, los obreros no podían salir, así que me pegaban el grito y me pedían un sándwiche o una gaseosa y me cruzaba a llevárselos, era como un delivery precario”, recordó sonriente.
Luego, la construcción creció y frente a la casa-comercio del matrimonio instalaron la entrada de obra para todo el personal. Ése fue el boom. “Llegamos a vender 80 lomitos al mediodía, pusimos algunas mesitas, venían a comer los jefes y nos compraban los obreros. Pudimos tener cuatro heladeras, una freidora industrial, hicimos ampliaciones. Nos fue bárbaro”, relató.
Luego, la enfermedad de su mujer se llevó todos los ahorros, y tras su fallecimiento, la rotisería cerró. De todas maneras, Rubén se mantiene estoico, se presenta como uno de los pioneros de la zona y vive sus días con la jubilación y algún otro ingreso que le genera la feria de ropa de segunda mano que montó en su casa de la manzana 7142, con la compañía de una perra emblemática. “Ésta es 'Chichita', era la malcriada de mi señora y ahora me acompaña a mí, tiene 21 años”, manifestó en referencia a la perra que no tiene raza, pero que sigue acompañando a su amo en el día a día.
"Siempre me ofrecen comprar la casa, pero no la voy a vender porque me gusta, me encanta. Hasta los 13 ó 14 años viví acá, después estuve en Buenos Aires, Rawson, Mendoza, y volví hace 11 años. Es mi lugar", resaltó.
Rubén tiene tres hijos grandes en Buenos Aires, pero aseguró que La Ribera será su morada final. "Acá se vive tranquilo y eso es invalorable, así que de acá no me iré más”, anticipó el hombre que se define amante del tango, admirador de Edmundo Rivero y “sufrido” hincha de Independiente.

 


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