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Nada más queda

Por redacción
| 05 de septiembre de 2014
Cerati falleció a los 55 años. Lo llora una generación.

La mano de Lilian Clark tomó durante cuatro años la de su hijo inmóvil. No la soltó ni cuando los monitores del sanatorio dejaron de trabajar, tan fríos que no dieron demasiadas explicaciones.
Los dedos que Lilian tocaba con esperanza maternal habían punteado cientos de melodías y habían escrito otras tantas canciones. Una fue "Té para tres", dedicada de Gustavo Cerati a su madre poco tiempo después de la muerte de su padre. "Te vi que llorabas, por él", decía la ahora más que nunca inmortal poesía.

Acaso esa canción lenta, triste, editada en "Canción animal" (no sólo el mejor disco de Soda Stereo sino posiblemente de todo el rock nacional), sea una buena muestra de la obra incomparable de Cerati, primero como parte del trío y luego como solista.
Sería inútil hacer ahora una enumeración de sus discos y sus temas. Bastará con decir que el músico que falleció ayer tras cuatro años en coma, fue uno de los autores que se metió en el corazón, el alma y el sentir de la gente. Un artista popular que nunca perdió su refinamiento.
Esa actitud que bien podría significar la búsqueda incesante de la belleza le valió a Cerati algunos cuestionamientos por parte del gueto rockero. Gustavo siempre jugó en los extremos de la elegancia, del buen gusto, del glamour.
También sería en vano ahora que su cuerpo dijo basta, mencionar la influencia que ejerció sobre buena parte de la música nacional. Aquella fusión folclórico rockera que exhibió en "Cuando pase el temblor" le valió el reconocimiento de muchos.
Y si bien fue un movedizo imposible de frenar cuando se ponía a componer, el destino circular hizo que repitiera la fórmula en su último disco, "Fuerza natural", donde le hizo un lugar a "Cactus", que ahora corean las fanáticas de Abel Pintos. 
Vino a San Luis sólo una vez, allá por 1989, cuando Soda Stereo despuntaba su rock de consumo latinoamericano. Dio un recital imposible de olvidar en  el anfiteatro del entonces CEPES, actual Ave Fénix. Aquella vez, los puntanos siguieron el ritmo con los pies sobre una primavera democrática que no alcanzaba a despuntar en el verano puntano.
Tocaron "Juegos de seducción", "En la ciudad de la furia" y se despidieron con "Nada personal", el hit de aquel año.
Ahora que falleció, discos, influencias y recuerdos podrían ser en vano. Pero no lo son. Queda escucharlos, admirarlos y mantenerlos. Pero ya sin Gustavo, un hombre que tuvo la precaución de avisar con cuatro años de anticipación que se iría lentamente, como un hombre que sabe que lo que hizo fue suficiente para iluminar al mundo.

 

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