En junio de 2012, una resolución de la Asamblea General de la ONU fijó al 20 de marzo como el “Día Internacional de la Felicidad”. Lo que podría sonar como un eslogan liviano, en realidad no lo es: la fecha fue establecida como un mecanismo para reconocer la relevancia de la felicidad y el bienestar como aspiraciones universales de las políticas públicas, porque está probado que son factores cruciales para el desarrollo económico y social de los países.
La Fundación de Investigación Social Argentino Latinoamericana (FISAL) trabaja desde 2012 en mediciones que ponen el ojo en esta perspectiva planteada por la ONU: desarrolla un programa de seguimiento y análisis de la felicidad de los ciudadanos e investiga, identifica y difunde variables que miden la calidad de vida objetiva y subjetiva de los puntanos y de la región, con la idea de contribuir al desarrollo de nuevas políticas públicas.
“El interés de las mediciones radica en explicar las condiciones que permiten a las personas desenvolverse siendo felices, socialmente implicadas y como integrantes de comunidades prósperas y satisfechas”, explica Mariela Gabriel, del Departamento de Opinión Pública de FISAL.
El uso de la categoría de la felicidad como un objetivo del desarrollo crece en todo el mundo. Cada vez más países le dan importancia a las mediciones que revelan la evaluación que las personas hacen de sus vidas. El “bienestar subjetivo” resulta entonces un elemento clave a la hora de evaluar el desarrollo de los países, y es también un indicador de éxito de las políticas públicas.
FISAL hizo una primera ola de mediciones a fines de 2012 entre los habitantes de San Luis, mediante una encuesta diseñada para la generación de datos anuales y continuos. A fines de 2013, esa encuesta incorporó nuevas variables y a fines de 2014 el estudio completo fue extendido a las provincias del Nuevo Cuyo (San Luis, San Juan, La Rioja y Mendoza) más una medición puntual en la Ciudad de Buenos Aires.
El “bienestar subjetivo” es una herramienta de análisis que considera los aspectos cognitivos y afectivos de lo que una persona juzga sobre su vida personal. Por supuesto, hay que tener en cuenta que la felicidad depende de factores variados. Algunos de índole personal, como las condiciones de crianza o la personalidad; otros vinculados al entorno físico y social, como la región, la relación con amigos y familiares, la relación de pareja, la existencia de hijos, la ocupación, los ingresos del hogar, la salud y la posibilidad de acceso a tiempo libre.
Las mediciones
Los resultados iniciales obtenidos por FISAL revelan información más que interesante: para los puntanos, la felicidad está atravesada por factores fundamentales como la calidad de las relaciones interpersonales, el bienestar interno, el estado de salud y, en especial, las relaciones familiares (Ver gráfico 1).
Además, una situación económica holgada no es sinónimo de felicidad, aunque es un factor clave para las personas que aseguran no ser felices (Ver gráfico 2).
Este año, FISAL proyecta nuevas mediciones que estén enfocadas sobre chicos y adolescentes, con la idea de identificar y analizar sus opiniones y percepciones, así como sus niveles de satisfacción e insatisfacción, según adelanta la directora del Departamento de Opinión Pública, licenciada Feliciana Rodríguez Saá.
A partir de los resultados de los primeros estudios, es evidente que la felicidad de las personas está determinada por la economía, las emociones y los afectos, estos dos últimos aspectos vinculados al desarrollo cultural y social.
Sobre esas tres cuestiones, y no sólo sobre la economía, los gobiernos también pueden contribuir con políticas públicas activas.
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