Lluvia bendita, pero hay que tener cuidado

El 2015 fue un año pasado por agua. El promedio anual de precipitaciones registradas en Villa Mercedes fue el más alto desde 1903 y, si bien recién arranca, el 2016 no parece dispuesto a quedarse atrás. En los primeros días del nuevo año las lluvias han estado a la orden del día e incluso llegaron acompañadas en muchas ocasiones por el tan temido granizo. En ese panorama, el agua ha fomentado un buen desarrollo de la campaña gruesa actual, según los relevamientos que realizó el INTA en distintos campos de Buena Esperanza, Nueva Galia, La Punilla, Tilisarao y de la propia Villa Mercedes, entre otras localidades. Sin embargo, esa abundancia hídrica también ha propiciado enfermedades tempranas en la soja y la propagación de malezas.

En San Luis hay dos claros protagonistas de la siembra gruesa. La soja y el maíz comparten la mayoría de las superficies sembradas y dejan como “actores de reparto” al girasol, el sorgo y el maní. La implantación de la oleaginosa empezó en noviembre y fue la más temprana porque el maíz comenzó a ocupar los suelos en las primeras semanas de diciembre. Estos cultivos, que tendrán su tiempo de cosecha entre marzo y mayo, son los que absorbieron y siguen recibiendo las abundantes lluvias estivales.

“Las precipitaciones han sido bastante más de lo esperable históricamente, sobre todo en la zona, pero en general en toda la provincia ha sido así. Propiciaron un buen inicio de los cultivos en noviembre y diciembre y continuaron dando buena cantidad de agua en estos primeros días de enero”, manifestó Ricardo Rivarola, uno de los ingenieros agrónomos que se encarga de realizar los relevamientos en la Estación Experimental Agropecuaria del INTA en la ciudad mercedina.

Juan Cruz Colazo, también agrónomo del Instituto pero especializado en suelos, señaló que estos aguaceros se depositan en la tierra y se constituyen en una reserva que los cultivos absorben paulatinamente. “Hemos tomado muestras y notamos que el suelo se encuentra entre un 60 y un 80% de su capacidad de almacenamiento, o sea que la disponibilidad hídrica es buena. En algunos lugares incluso tenemos un exceso, pero en general los niveles de agua son positivos”, detalló el ingeniero. Estos grandes volúmenes tienen consecuencias diversas. Por un lado, son un aporte positivo, pero “en algunas circunstancias donde teníamos una napa freática cercana, estas lluvias han hecho que esa napa haya subido y se produzca el exceso de agua y condiciones desfavorables para los cultivos, pero son casos muy puntuales”, dijo.

Los suelos sanluiseños se caracterizan por ser de textura gruesa, con contenidos altos de arena, lo que no les permite acumular tanta agua como conservan las tierras más finas. “Pero una de las virtudes que tienen es que son profundos. Si no existe ningún tipo de restricción, tienen la capacidad de almacenar entre 60 y 150 milímetros en el metro. O sea que podemos estar almacenando entre 120 y 250 milímetros de precipitaciones. Por eso la importancia de mantener el suelo en condiciones, que me permita captar esa agua que de otro modo correría y me estaría generando un problema”, explicó Colazo, y agregó que una de las posibilidades para mantener las condiciones del terreno es desarrollar un cultivo de cobertura en invierno para que conserve los excedentes de agua y deje a la tierra en condiciones para recibir la llegada de las lluvias primaverales.

La contracara de los beneficios que pueden traer las precipitaciones a la soja y el maíz, es el crecimiento vertiginoso de malezas. “Así como desarrolla los cultivos, la lluvia también beneficia el progreso de las breñas y exige un tipo de control extra al habitual. La principal y más problemática es el Amaranthus palmieri o yuyo colorado, que tiene el agregado de ser una maleza con cierta resistencia a los herbicidas tradicionales y que tiene un crecimiento muy rápido, lo que hace más difícil su erradicación. Estas cuestiones combinadas con las altas temperaturas y una buena humedad generan una situación en la que si no se hizo un buen barbecho, o sea un control temprano, haya algunos inconvenientes en el cultivo y hasta se pueda perder en algunos sectores”, se explayó Rivarola.

Por otra parte, los técnicos del INTA en su recorrida por los campos detectaron la aparición anticipada de una enfermedad que suele darse en etapas más avanzadas de la soja. En algunos lotes, observaron la presencia de la “mancha ojo de rana”. La patología es causada por un organismo llamado cercospora sojin, que causa lesiones en el follaje, aunque también puede infectar tallos, vainas y semillas. El clima cálido y húmedo y las lluvias abundantes favorecen el desarrollo de la enfermedad. Si bien es más común en estados más avanzados de la planta, observaron que  se ha adelantado y está afectando al cultivo en los estadíos fenológicos de V2 a V4, lo que los obliga a los agricultores a estar atentos para prevenir posibles focos de infección.

Piedra mala

En lo que va del verano, el agua vino acompañada de granizo, un peligro latente para las cosechas y el bolsillo de los productores. “Siempre se da por franjas o sectores. Ha habido piedras de pequeño tamaño con mucha agua que no son tan agresivas para el cultivo. Pero otras más intensas han matado las plantas y obligaron a resembrar partes del lote”, manifestó Rivarola.

Colazo comentó que en las distintas recorridas vieron que la piedra arrasó con unas cuantas hectáreas. “En algunos campos ha producido una pérdida del 100%, obligándolos a tener que re-sembrar algunos lotes. Esto siempre fue más común en zonas cercanas a las sierras, pero este año lo que nos ha llamado la atención es que el granizo castigó al sur de la provincia, en localidades como Nueva Galia”, expresó.