24°SAN LUIS - Viernes 26 de Abril de 2024

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Heridas de la infancia

¿Alguna vez te preguntaste por qué muchas personas adultas no logran crecer y avanzar en la vida? Una de las posibles razones, entre las tantas que existen, es que algunas de ellas han sido heridas en la infancia y nunca lograron enfrentar eso para sanarlo. Si éste es tu caso, tenés que saber que tengas la edad que tengas, nunca es tarde para ser restaurado y disfrutar de una vida feliz con sueños, proyectos y, sobre todo, pasión. La niñez es (o debería ser) una etapa maravillosa pero algunos seres humanos, en lugar de alegría, experimentan dolor y tristeza que se les graba a fuego en el corazón. La niñez nunca debería ser “un sofá” donde nos sentamos a llorar, sino más bien “un puente” que nos lleve a nuestros mejores éxitos.

 

No es posible caminar hacia el futuro, cuando se lleva una carga de sufrimiento por el pasado. Para avanzar, es fundamental hacerlo con el ayer doloroso resuelto. La mayoría de las personas con heridas de la infancia, han tenido sólo un papá o una mamá, o ambos padres, que no han podido encontrar una forma de comunicación sana con sus hijos. Comparto algunos de los comportamientos negativos más comunes de los padres que pueden dejar marcas en los hijos:

 

• Poner rótulos: “La oveja negra”, “la rebelde”, “el terrible”, “el payaso”, “la vaga”, etc. Todas esas son etiquetas que terminan por convertirse en el guión de la vida de quien las escucha, pues en algún momento empieza a actuarlo.

 

• Proyectar su vocación (frustrada): Muchos padres que no lograron hacer algo en la vida y “realizarse”, inconsciente o abiertamente esperan que sus hijos lo hagan por ellos. Puede ser estudiar una carrera, aprender un instrumento musical, viajar, casarse con determinada clase de persona, etc.

 

• Sobreproteger: La sobreprotección, aun cuando parece algo bueno, transmite el mensaje: “Sos un/a inútil, así que yo necesito protegerte y, si puedo, hacer todo por vos”. Como resultado, la persona sobreprotegida tendrá inseguridad y, en algunos casos incluso, trastornos de ansiedad.

 

• Envidiar: Aunque suene difícil de creer, hay padres que no desean que sus hijos sean felices haciendo lo que ellos no pudieron hacer. En el fondo, los envidian y les transmiten constantemente el mandato de que nunca deben superarlos.

 

• Ser hijos de sus hijos: Esto suele ocurrir cuando falta alguno de los dos adultos, ya sea por abandono o fallecimiento, y el menor adopta el rol de “hijo parental”. Al varón, por ejemplo, le dicen: “Ahora vos tenés que ser el hombre de la casa”, y a la nena: “Ahora vos tenés que cuidar a mamá o a papá”.

 

De manera obligada, ese hijo o esa hija pasa a ocupar el lugar de uno de sus progenitores y queda atrapado/a en una situación de la que no puede escapar porque, si lo hiciera, le generaría culpa.

 

Todos venimos de familias con algún tipo de disfunción; todos tuvimos padres con cosas positivas y otras negativas. Reconocer esto y buscar ayuda para sanar lo que haga falta nos permite, ya adultos, no volver a repetirlo en nuestros hijos y proyectar ciertas conductas en las futuras generaciones.

 

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