Fueron infaltables. En cada reunión o visita de Adolfo Rodríguez Saá durante la campaña electoral aparecía algún perro. En una plaza de pueblo, un anfiteatro, algún salón cerrado o incluso al momento de la votación siempre había un can cerca de Adolfo que siempre bromeó y consideró a los amigos de cuatro patas como augurio de buena suerte.
El lunes, cuando el senador electo fue a agradecer al Cristo de la Quebrada, no fue la excepción. Un perro cariñoso y respetuoso lo acompañó hasta el mismísimo altar donde está la imagen del santo milagroso.
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