14°SAN LUIS - Viernes 26 de Abril de 2024

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Jóvenes sabios

Los padres somos los encargados de formar a nuestros hijos. Nosotros somos la autoridad sobre ellos y nuestra actitud debería transmitirles siempre este mensaje: “Hijo, te amo y deseo que te vaya bien en la vida porque fuiste diseñado para cosas grandes”. Formar a los hijos es transmitirles valores y un propósito grande por el que están en esta tierra.

 

La madre es la primera encargada de amar al hijo para que se pueda meter dentro de esa criatura. El bebé internaliza a la mamá que lo ama y lo cuida y, como resultado, irá por la vida sintiéndose confiado porque tiene la presencia materna en su interior. El padre simboliza la fuerza. Él es el protector, el proveedor y también se mete dentro de los hijos. Así el niño crece con una mamá nutritiva y con un papá fuerte.

 

La formación de los padres a los hijos es la habilitación para que les vaya bien en el futuro. Enseñales a tus hijos a tener una mentalidad próspera, a cuidar las cosas de la casa, los juguetes, la ropa, etc. Cuando una criatura cuida y disfruta sus juguetes, está creciendo con una “mentalidad de prosperidad”. Hoy muchos chicos no cuidan sus cosas personales ni las cosas ajenas. ¿Por qué? Porque no les han transmitido una mentalidad que cuida lo que uno tiene a la mano.

 

Otra enseñanza importante que los padres podemos dejarles a nuestros hijos es que, cuando hay un conflicto, no necesitamos gritar ni romper nada porque contamos con recursos internos para resolver cualquier problema. A veces los chicos no nos oyen pero nos filman. Es decir, que ven cómo nos comportamos los adultos en las crisis. Ellos crecerán y el día de mañana, cuando vengan luchas, recordarán que “papá y mamá no ejercían violencia, sino que sabían cómo resolver las dificultades”.

 

La crisis de la mitad de la vida, llamada la crisis de la madurez, tiene lugar entre los 40 y los 65 años. Dos cosas uno adquiere en ese período. Una es la percepción del tiempo que ahora es oro. Cuando uno es chico, quiere ser grande; pero cuando uno es grande, ¡quiere volver a ser chico! Y la otra es la percepción del cuerpo que con el tiempo va cambiando. Aparecen la flaccidez, la caída del pelo, las canas, la pérdida de visión, etc.

 

Esa es la parte negativa de la crisis pero hay también una parte positiva. Primero, la acumulación de la personalidad. Cuando uno se vuelve más maduro y tiene más experiencia, comienza a tener prioridades más profundas, se hace más sabio (más inteligente) y profundiza los vínculos afectivos. Y también en esa etapa uno empieza a revisar su vida hacia atrás y a programar para adelante.

 

Se suele decir que la juventud se caracteriza por la fuerza y la vejez, o la edad adulta, por la sabiduría. Si bien es cierto, los padres podemos contribuir grandemente a que nuestros hijos se conviertan en jóvenes sabios y disfruten de sensatez y bendición en todas las etapas de sus vidas. Ninguna etapa es mejor que la otra y todas son disfrutables. Pero no hay nada más maravilloso que ser responsables de formar niños y jóvenes que marquen una diferencia en el mundo. 

 

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