SAN LUIS - Viernes 03 de Mayo de 2024

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Caso Florencia: pruebas revelan el cinismo de Di Marco y Gómez

Por redacción
| 10 de abril de 2017
De copas. Durante sus salidas nocturnas dejaban a los chicos solos, contó la madre de Gómez. Foto: Facebook.

El 6 de enero pasado, en su cuenta de Facebook, Carina Valeria Di Marco le dedicó un mensaje a su hija mayor, Florencia Abril Di Marco. “Feliz cumple hija ya 12 años que Dios te cuide siempre, sos la luz de mis ojos. Te queremos mucho. Bella hija”, posteó de modo textual en su muro, del que esa publicación, como tantas otras, fue borrada tras la detención de su pareja, Lucas Matías Gómez. Lejos de esa ventana virtual que es Facebook, puertas adentro del departamento en el que vivían, no había gestos genuinamente amorosos y protectores de Carina a su hija. Tampoco de parte de Gómez. La desidia de Carina y la perversidad del padrastro carcomieron la vida de Florencia, tanto que el miércoles 22 de marzo, la chiquita fue violada por última vez, y asesinada.

 


La estadía de Florencia en San Luis fue breve. Ella, sus hermanos Lucas Emir, de 9 años, Aníbal Abel, de 3 años y medio, su mamá y el padrastro habían llegado de su Mendoza natal hace nueve meses, según Carina y Lucas les contaron a los periodistas, en una nota que les realizaron en la plaza Independencia, frente al Poder Judicial de San Luis.

 


Las fotografías que los reporteros les tomaron el jueves 23 se convertirían después, en postales del cinismo. Carina, a la izquierda, con gesto de agotamiento. Cargaba en brazos a Trinidad, la beba que había dado a luz el martes 21 en la maternidad provincial “Doctora Teresita Baigorria”, y le daba el pecho izquierdo. Él, apenas un paso más atrás, con una incipiente barba, que le hacía sombra en la cara, y la cabeza totalmente rasurada. El día anterior, el padrastro había hecho una solicitud de paradero, con el argumento de que había dejado a su hijastra en la puerta de la escuela “Rosario Simón” y, al volver a buscarla, al mediodía, había descubierto que no estaba.

 


La investigación demostró, después, que mientras Carina daba a luz, él violó a Florencia, la ahorcó y arrojó su cadáver desde un puente a un arroyo, en la localidad de Saladillo.

 


Las pericias en su celular determinaron que durante la madrugada del día del crimen, e incluso los días anteriores, había visitado 415 páginas pornográficas en las que se destacaban los contenidos relacionados con pedofilia y homosexualidad. “Tenía ese hábito y siempre navegaba en sitios de ese tipo, durante muchas horas, preferentemente de noche”, dijo un investigador.

 


En aquellas fotos tomadas en Mendoza, Di Marco y Gómez lucían bien distintos a los retratos hechos frente a tribunales. Éstas fueron tomadas en lugares de esparcimiento nocturno mendocinos. Ella tiene el cabello más oscuro, planchado, lentes de contacto celestes, las uñas pintadas y el rostro maquillado. Él, un poco más sonriente, tiene puestos sus anteojos recetados. No está calvo. Los televidentes de todo el país, que lo conocieron cuando comenzó a brindar entrevistas por la desaparición y búsqueda de la nena, lo vieron totalmente rapado. 

 


En esas ocasiones en las que salían a bailar, dejaban a los chicos encerrados, declaró Ester Manzo, la madre de Gómez. No eran, según ella, las únicas circunstancias en las que dejaban solos a los chicos, bajo llave.

 


Florencia había vivido toda su vida en su provincia de origen. Hasta los tres años, aproximadamente, en el departamento de Junín, en la casa de la familia materna. Luego se instalaron en un salón, en la misma propiedad de los padres de Gómez, en Palmira. El padre del ahora procesado era muy querido por sus vecinos. Tenía un negocio, una especie de despensa, que Lucas ayudaba a atender, contó una fuente. Así se ganaba la vida.

 


El papá del acusado se suicidó el año pasado. Luego, Lucas le vendió el negocio a un pariente. Fue antes de que se vinieran a San Luis.

 



"Le decía prostituta"

 


Dada esa proximidad espacial, los padres de Gómez y la familia de Lucas compartían el baño, contó Manzo. La relación con su nuera no era idílica, reveló la mujer en el juzgado de Familia y Menores Nº 2. “Siempre nos vivíamos peleando porque era una chica muy agresiva conmigo, me trataba muy mal, con palabras que dan vergüenza transmitirlas”, refirió. En algún momento, hasta llegaron a estar distanciadas, y Carina ni la saludaba, expresó. A Florencia tampoco la trataba amorosamente: aseveró que Carina “le decía palabras feas, hasta le decía prostituta”.

 


Quizás por eso, buscando cariño, Florencia se apegó mucho a ella, desde muy pequeña. Para Ester, era su regalona. Una fuente de la causa confirmó que, en verdad, había un vínculo de afecto entre la chiquita y ella. La nena le decía abuela, aunque no había lazo de sangre entre ellas.

 


Ester fue, de hecho, una de las últimas personas con las que se comunicó. El día previo a que la mataran, Florencia habló por teléfono con ella. En los diálogos que mantenían, la pequeña solía reiterarle que no quería estar en San Luis. No se sentía a gusto. Éste no era su lugar. Así lo manifestó también en una oportunidad en su muro de Facebook.

 


A su abuelo materno, Carlos Alfredo Di Marco, la chiquita le había dicho lo mismo, aunque no le dijo por qué no gustaba estar aquí.

 


Florencia trataba a su abuelo de “papá”. De su padre biológico no hay noticias, dijeron los investigadores consultados. Carlos declaró que su nieta le hablaba “como un niño con resentimiento”. No atravesaba un momento simple: estaba en la preadolescencia. Además, según les dijo Carina a las psicólogas que la entrevistaron, Florencia estaba celosa de la hermanita por nacer. Le preguntaba por qué se había quedado embarazada. Hasta antes de la llegada de Trinidad, ella era la única nena de la casa. Carina “le restaba importancia al reclamo de la niña, a los cambios que sufría, el desarraigo y el desapego de las figuras que (…) cumplían una función de sostén en lo afectivo y emocional (…)”, consideraron las profesionales.

 


Cuando lo convocaron, Carlos les narró una información sugestiva, que quizás dé cuenta de la forma que la nena tuvo de contarle a su abuelo que algo raro sucedía en su hogar. “Decía que tenía temor, que cuando se acostaba a dormir tenía como pesadillas, que era como que le golpeaban la cama, se la movían, pero que cuando se despertaba no había nada”, dijo. Aseguró que Carina y Lucas sabían de esto, que la nena se los había expresado, al igual que a una tía materna que reside en Mendoza. “No le creían. Ella vivía con un temor, como si a ella le hubieran hecho algo, pero no sé qué”, refirió.

 


En idéntico sentido se expresaron las docentes de la Escuela “Florentino Ameghino” de Palmira, donde la pequeña estudió hasta mediados del año pasado, antes de venirse a San Luis. La propia Florencia, a quienes definieron como una chiquita dulce, tímida e introvertida, les confió que su padrastro la acariciaba mucho. Citaron a Carina a una reunión, le comentaron lo que su hija había dicho, para ponerla en alerta. Pero lo único que hizo Carina fue desacreditar a la nena. La trató de mentirosa.

 


Esos testimonios cobraron gran relevancia para la jueza Penal 3 Virginia Palacios, quien consideró que eran uno de los elementos que probaban que Carina sabía desde hace tiempo que Florencia era abusada por Gómez, y que nada hizo. Por el contrario, respaldó a su pareja hasta último momento, y cambió su discurso de la noche a la mañana, recién cuando vio que él no tenía otro destino que no fuera la cárcel.

 


De hecho, según recordó un investigador, el jueves 23, mientras allanaban su casa, ella permaneció impávida. Una fuente contó que el padrastro “estaba como dopado”. Es cocainómano, dijo. Él “no decía palabra, sólo se la pasaba apoyado en la mesa, con la cabeza entre los brazos. Y Carina estaba como si nada. No se le movía un pelo y ya habían encontrado el cuerpo de Florencia”, evocó Ester, que presenció el procedimiento.

 


Hace unos cuatro años, Carina retomó los estudios y empezó a ir a una escuela nocturna. Entre las 19 y las 23, mientras cursaba, solía dejar a los chicos encerrados. Florencia tenía en ese momento entre 8 y 9 años. Ester recuerda haberla visto llorar, cuando se asomaba por la ventana. Al ser la mayor, posiblemente tenía que asumir el cuidado de sus hermanos menores, que la hacían rabiar.

 


Lucas, en lugar de quedarse, se iba por ahí, esperando a que Carina saliera de la escuela. Recién ahí la pareja volvía a la casa.

 


Según Ester, Carina “siempre estaba malhumorada, nunca contenta”. Dijo que el vínculo con su hijo no era bueno. Reveló que se peleaban mucho, y que Lucas descargaba su ira rompiendo cosas, para no pegarle. “A veces me decía que quería dejarla, pero que no podía”, relató. También, que a veces Carina se venía con los chicos a San Luis, a visitar a su hermano Cristian, y que no le importaba que faltaran a la escuela durante varios días. Lucas los venía a buscar y regresaban todos juntos a Palmira.

 


"Una nueva vida"

 


En un mensaje de Facebook del 13 de enero, que borró luego de la detención de su concubino, Di Marco hablaba de que aquí, en San Luis, iban a recomenzar su vida, que tendrían una nueva chance: “Pasamos por buenos y malos momentos, pero aquí estamos, dándonos otra oportunidad para seguir siendo felices por nuestros hijos y nuestro futuro juntos. Demos la vuelta a las páginas de esta historia para seguir siendo felices por más piedras que pongan en nuestro camino, sé que nuestro amor es más fuerte”.

 


Quizás esa “otra oportunidad” tenía que ver con dejar allá las sospechas, que ya se habían levantado en la escuela de Florencia, sobre los abusos. Y quizás también con lo económico. Según los investigadores, del análisis de los celulares de los imputados surgen indicios de que Gómez podría estar vinculado a la venta de droga. “Salía todas las noches. Se iba entre las dos y las siete de la madrugada. A esa hora volvía. Llevaba a los chicos a la escuela. Después, entre la siesta y las diez de la noche dormía. Y a las dos volvía a salir. Así todos los días”, confió una fuente.

 


Conjeturan que Carina sabía de su actividad. “Hay comunicaciones entre ellos en horario no habitual, de madrugada. El tono es ameno”, reveló otro informante, consultado sobre si la mujer, que ya cursaba un embarazo avanzado, le hacía reproches por sus salidas nocturnas.

 


En San Luis nada fue mejor: la familia se hizo trizas. Florencia fue asesinada. Di Marco y su pareja están encerrados. Ella, en el Servicio Penitenciario de San Luis. Él, en el Complejo Penitenciario “Pampa de las Salinas”, en La Botija. Y los niños, con Cristian, tío materno. La guarda es provisoria, aclaró una fuente, que no descarta que luego los chicos puedan quedar a cargo de otro familiar.

 



"No ensucien a mi marido"

 


Cuando la búsqueda de Florencia estaba activa, y mientras su cuenta de Facebook comenzaba a rebalsar de comentarios de otros usuarios que le decían “Abrí los ojos, mujer”, “Tené cuidado con tu marido, que puede tener que ver con la desaparición de la nena”, Carina lo apoyó férreamente. “Por Dios dejen de ensuciar a mi marido... y entiendan nuestro dolor por favor ..la están buscando desesperadamente a mi hija ..yo con un dolor en mi alma no sé nada de ella..”, posteó a la 1:50 del jueves 23.

 


Con los chicos tampoco había expresiones de cariño, con ninguno, ni de parte de Carina ni de parte de Lucas, aseveró Ester. No jugaban ni eran expresivos con ellos. Es más, dijo que su nuera solía pegarles a los dos niños más grandes. Aclaró que Lucas, a diferencia de ella, solía retarlos, pero no golpearlos.

 


La misma Ester recordó ante los investigadores algunas situaciones que, ensambladas con otros testimonios e indicios, hacen pensar que Gómez abusaba de Florencia desde mucho antes de que se instalaran en un departamentito, al fondo de la casa 13 del barrio Lucas Rodríguez de San Luis.

 


“Le notaba actitudes raras a la nena –narró–. Por ejemplo, ella se acostaba conmigo y quería tocarme los pechos o bajarme la mano hacia abajo y tocarme las partes íntimas. Yo se lo dije a Carina, tené cuidado con Florencia, por las actitudes (…) Inclusive se lo dije a mi hijo Lucas (…) Cuando yo le dije a Carina lo que había notado de Florencia, ella ni se preocupó, no tomó en cuenta lo que yo decía”.

 


La singularidad de las conductas de Carina, que se desprende de los testimonios, guarda coincidencia con el informe psicológico preliminar hecho por Graciela Rickard, Miriam Martínez y Gladys Amieva, del Poder Judicial.

 


Concluyeron que tiene una “importante introversión, un repliegue sobre sí misma”. Destacaron “una marcada disonancia emocional, lo que se presenta como una importante carencia de resonancia afectiva”. Eso, señalaron, la hace “permanecer distante, fría”, como si el dolor o la muerte de su hija no le importaran.

 


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