Su abogado contó que hasta los 20 años, David Aníbal Galeano fue un muchacho sano, trabajador y sin vicios, que aprendió el oficio de su padre jugando en su taller mecánico y que nunca dudó en hacer lo que fuera para mantener a su familia. Pero “la desgracia”, dijo, se cruzó en su camino una tarde a fines de los noventa y terminó matando a un chico de un disparo tras una discusión. Los años de cárcel que purgó por ese hecho lo cambiaron y ya no pudo regresar al camino de la rectitud y la honradez. Ayer (jueves), cuando los jueces de la Cámara del Crimen 1 le concedieron una última palabra antes del veredicto, Galeano negó haber cometido el asalto por el que lo juzgaron, pero sus palabras y la de su defensor no alcanzaron y los camaristas lo condenaron a 5 años y 8 meses de cárcel por robo calificado.
En cuatro meses va a cumplir 40 años y podría decirse que pasó la mitad de su vida en conflicto con la Ley. Desde aquella condena por homicidio simple, Galeano estuvo involucrado en causas de abuso sexual, violación a la ley nacional de drogas, robos, hurtos, disturbios y resistencia a la autoridad. “Pasó siete años en la cárcel y el sistema lo destruyó, lo pervirtió. La difícil vida que tuvo en el encierro lo volvió adicto, alcohólico e incluso le dejó marcas, porque fue como un Robin Hood que siempre defendió a los más débiles y las quemaduras en su cuerpo lo prueban”, comentó el abogado Ricardo Gutiérrez en sus alegatos, apelando a la sensibilidad de los camaristas.
Antes, Mirta Esley, codefensora de Galeano, también había pedido la absolución de su cliente ante el convencimiento de que no surgieron en el debate oral pruebas suficientes de que el hombre fuera el autor del robo que Mario Gabriel Olmedo sufrió a fines de 2011, mientras atendía un ciber en la avenida España de San Luis.
Olmedo, que declaró ayer, contó que la madrugada del 20 de diciembre un hombre de bermudas, remera mangas cortas y antiparras oscuras lo amenazó con un cuchillo para llevarse los 400 pesos que había en la caja.
En realidad, el joven dijo que el asaltante lo increpó con el mango del cuchillo, que tomaba del filo porque estaba cubierto con una hoja de diario.
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