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Tiene 100 años y asegura que el secreto está en el humor

Oscar Cabrera nació en San Luis el 12 de setiembre de 1918. El puntano posee una gran vitalidad y es muy cálido. El 8 de noviembre cumplió 50 años de casado con Amalia Lucero. 

Por Ayelen Anzulovich
| 01 de diciembre de 2018
Siempre sonriente. Oscar junto a su mujer Amalia, con quien acaba de festejar las bodas de oro. Foto: Martín Gómez.

Oscar Cabrera disfrutó ver cómo la lluvia regaba sus plantas. Con un caminar lento, pero seguro, abrió la puerta de su casa para que entre un pequeño rayo de sol, que iluminó parte del living. Nació en San Luis, y el 12 de setiembre celebró sus 100 años junto a toda su familia. Aseguró que el secreto de su longevidad es el buen humor. 

Todavía recuerda algunas anécdotas de su infancia. Por momentos, el paso de los años hace que algunas sean borrosas, pero a su lado, como desde hace cincuenta años, estaba Amalia Lucero, su compañera de ruta, quien lo miró orgullosa y se emocionó cada vez que lo escuchó hablar. 

Oscar se sentó en una silla de madera, a su espalda había un modular repleto de portarretratos, y con una amplia sonrisa comentó que en cada uno tenía una foto de sus tres hijos, tres nietos y cinco bisnietos. "Para mí fue una gran sorpresa ver tanta gente junta en mi cumpleaños. Fue un reconocimiento muy lindo", dijo mientras tomaba su mano y acariciaba su alianza de casamiento, que todavía mantiene intacta. 

Con un poco de nostalgia, recordó su casa paterna y algunas picardías que hacía junto a sus dos hermanos, Juan y Feliciano. "Soy el más chicos de los tres. Vivíamos en la calle Belgrano y alrededor habían muchas casas quinta, así que de vez en cuando cortábamos alguna que otra fruta y nos disparábamos antes que nos descubrieran", expresó sonriente. También destacó que la primaria la cursó en las escuelas Belgrano y Lafinur. 

"Tuve una infancia muy buena. Salíamos a jugar a la calle con una pelota de trapo y no pasaba nada, no era como ahora", manifestó mientras cerró sus ojos. Y, como si las imágenes pasaran en forma de película, recordó que fue parte del Club Atlético Juventud Unida Universitario de San Luis. "He tenido mi astucia para jugar y supe aprovechar los momentos para atacar y hacer un gol", contó.

El puntano, en 1937, tuvo que dejar San Luis para irse a la gran ciudad, pero el destino quiso que unos años más tarde volviera y encontrara a su compañera de vida. "Su hermano más grande se lo llevó a vivir con él. Allá hizo el servicio militar y se quedó definitivamente", detalló Amalia, quien estaba sentada al frente de Oscar, que la miraba tiernamente. "Cuando mi marido se fue, mi mamá estaba en el hospital dándome a luz a mí", destacó con una cálida sonrisa y aclaró que se llevan diecinueve años.

Como en la vida, el amor siempre da segundas oportunidades y Oscar sin duda la tuvo. Los dos coincidieron en que fue gracias a un primo que, años después, se conocieran. "Mi marido enviudó, y ya había pasado un tiempo pertinente. Él vino de vacaciones a San Luis y nos vimos por primera vez en la casa de un familiar. En ese entonces, no pasó nada; pero fue en 1968 que empezamos a conocernos por intermedio de cartas", dijo con la voz entrecortada.

Además, señaló que ella, un tiempo después, lo visitó en Buenos Aires para oficializar su relación. Pero una sorpresa la esperaba a su regreso en San Luis. "Cuando llegué, me dijeron que tenía una carta, la abrí y estaba su declaración de amor, me pidió casamiento", comentó conmovida como si la propuesta hubiera sido ayer. Oscar agregó: "Había que lanzarse e ir directo". 

Amalia destacó que la edad no fue un impedimento para empezar una vida juntos. "Él tenía cuarenta y nueve y yo estaba por cumplir treinta años. En un principio no me animaba, pero después me decidí y me la jugué por nuestro amor. Aparte parecía más joven", aseguró con una sonrisa pícara.  

"La unión fue correcta y firme", dijo el puntano, mientras apoyaba sus dos manos sobre la mesa. Señaló que, en aquella época, la palabra tenía peso y era valorada. "Cuando jurábamos o prometíamos algo, no se nos olvidaba nunca. Ahora se perdió bastante y no siempre se cumple, una lástima", expresó.

Finalmente, el ocho de noviembre de 1968, en la Iglesia Don Bosco, dieron el "sí". "Nos quisimos siempre y mucho. Con los años aprendimos a moldear la pareja. Nos fuimos a Buenos Aires, tuvimos dos hijas y armamos una gran familia", dijo Amalia, que detalló que su esposo siempre tuvo buen humor y que fue lo que lo ayudó a llegar a la edad que tiene. "Por ahí se olvida de algunas cosas, pero en el momento de las reuniones familiares siempre cuenta chistes y hace bromas", comentó.

Oscar precisó que hasta los ochenta años trabajó en una colchonería. "Era muy responsable, a las ocho ya empezaba mi jornada laboral. Era colchonero y, en ese entonces, se hacían de resortes o lana. Los hoteles usaban los de lana, por suerte el trabajo no me faltó nunca. Pero el paso del tiempo y las nuevas tecnología hicieron que desaparezcan", señaló.

Hace dos años que el puntano y su esposa decidieron emprender regreso a la provincia que los vio nacer. Tomados de la mano, como la primera vez, abrieron la puerta de su casa, miraron las sierras y no pensaron un segundo en la decisión que tomaron. Sin dudas, este amor sobrevivió a cada uno de los cambios de la época, haciéndose irrompible.  

 

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