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Aventura: cuatro mercedinos desafiaron el rigor de Los Andes

Pese al esfuerzo, sólo uno llegó, pero el grupo celebró y tomó ese viaje como una gran experiencia.

Por redacción
| 20 de febrero de 2018
La Mole Blanca. el equipo compartió cada momento del ascenso en la cumbre de Sudamérica. Foto: Los Amigos

Cuatro villamercedinos llevaron adelante una expedición en el Valle de las Lagrimas, en Mendoza, con el objetivo de escalar la Cordillera de los Andes y conocer el lugar donde se encuentran los restos del Fairchild Hiller FH 227, el avión de la Fuerza Aérea  de Uruguay que estrelló en 1972, cuando transportaba a un grupo de 40 rugbiers y 5 tripulantes a disputar un partido en Santiago de Chile.

 

Un solo integrante logró llegar al destino, pero la aventura generó una mezcla de sentimientos, sensaciones y aprendizaje, según relataron los protagonistas que comenzaron su travesía el viernes al mediodía y se extendió hasta el domingo a la tarde.

 

Fabricio Mena, Javier Darnay, Oscar Montero y Lucrecia Soria emprendieron un desafío que estuvieron planificando desde hace más de un año y que por diferentes motivos nunca lo pudieron hacer. Los amigos llegaron a las 12 del mediodía del viernes y comenzaron a subir, durante ese tramo debieron cruzar dos ríos  y eso les llevó mucho tiempo. “Es necesario saber ese detalle, que por la mañana es el mejor horario para el cruce de ríos, a partir de las 15 su actitud es muy peligrosa y corrimos mucho peligro. El tramo hacia el campamento, que se encontraba a 1.700 metros de altura, nos llevó todo el día y pudimos llegar con linternas cerca de las 22”, detalló Javier, quien es piloto de avión y confesó que la tragedia y el milagro que ocurrió en ese lugar lo motivó a hacer esa expedición. “Fue una hermosa aventura tras un hecho que conmovió al mundo. Es un lugar muy emotivo y estamos muy felices de haber podido ir”, agregó Darnay, que fue el único que pudo llegar a la cruz donde se encontraban los restos del avión, a 3.500 metros sobre el nivel del mar. “Personalmente siempre me marcó esa historia y era un anhelo que desde muy joven quería cumplir”, destacó.

 

La misión continuó el sábado luego de definir que el grupo no iba a avanzar ya que no lograron descansar lo necesario. Pero Javier tomó la decisión de seguir. “Me levanté con las horas contadas, así que hablé con el guía del campamento y me recomendó que cumpliera las horas para cruzar el río”, remarcó Darnay. Y recordó: “Salí a las 8 y a las 12:30 llegué al lugar histórico, estuve media hora y fue un mar de emociones y sensaciones que me pasaron en ese momento. Ver que aún quedan restos de esa tragedia, además pensar en cómo hicieron esos sobrevivientes para estar dos meses y medio ahí arriba y luego caminar diez días para cruzar toda la cordillera, es algo difícil de explicar”, confesó.

 

Cuando el piloto emprendió hacia el destino, el resto del equipo optó por quedarse en el campamento y luego realizar algún recorrido corto por la zona. “Nos asesoramos mucho sobre este viaje, creíamos que teníamos todo perfectamente organizado, pero la naturaleza no es nada previsible así que hay que estar ahí para saber cómo moverse. El día fue muy largo, llevábamos mochilas con casi veinte kilos de peso, tuvimos que utilizar sogas para cruzar los ríos y luego tuvimos una crisis que fue cuando perdimos el camino para llegar al campamento 'El Barroso', que es donde pasamos las dos noches”, manifestó Oscar, quien asumió que en esos momentos hay que sacar fuerzas de cualquier lado para no quedar varado en cualquier parte.

 

Lucrecia, la única mujer del grupo y esposa de Oscar, confesó que “más allá de tener una buena preparación física, también se trata de estar bien mentalmente para ir superando tus propios miedos, como el de cruzar el río o de caerse y luego levantarse y seguir. De esa manera aprendimos a respetar a la montaña”. Pese a no haber podido completar el desafío, siempre tuvieron en mente disfrutar y compartir su amistad dentro de una aventura. “Fue una experiencia muy linda y la volvería a hacer mil veces más. Soy amante de las montañas y es sumamente recomendable esta expedición”, resalto.

 

“Lo lindo que tiene este tipo de aventuras son los desafíos de superación de cada uno. La montaña te pone en juego los valores y la personalidad, sobre todo cuando trabajas en equipo, y eso nos da seguridad y confianza”, destacó Fabricio, quien practica trekking desde el 2010. Y remarcó que “más allá de que hayamos sido un grupo de amigos, ahí arriba las condiciones son diferentes y eso es lo que más distingo de este viaje, que como experiencia fue maravilloso e inolvidable”. El más capacitado aseguró que este fue su mayor desafío, el cual lo calificó de  “muy duro” y mostró la alegría por su compañero que logró cumplir con la misión. “Él se sentía bien y lo apoyamos para que siga adelante, obviamente estuvimos conectados cada algunas horas a través de los handy para tener noticias de que estaba bien. Llegó muy emocionado, fue un logro grandísimo el que tuvo Javier”, cerró.

 

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