15°SAN LUIS - Viernes 26 de Abril de 2024

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La guerra comercial entre China y Estados Unidos

Pocas semanas atrás, comentamos con amplitud el resultado de nuestra gira por la República Popular China haciendo referencia a la “menor trascendencia” que los orientales le daban a la evolución posible de la guerra comercial con Estados Unidos. Su posición parece ser la del poderoso que sabe que tiene confianza en los resultados comparativos a la situación de su oponente, entendiendo además que la figura del presidente Donald Trump será cuestionada aún en su propio país y en el resto del mundo por ser el “disparador” de este tipo de conflictos.
El 6 de julio, fecha límite para que comenzaran a regir las medidas que la administración Trump amenazaba con imponer a las compras de su país en China, llegó y la amenaza se convirtió en realidad. La reacción china con aranceles a los productos estadounidenses, no se hizo esperar. 
El impacto sobre el comercio mundial aún no puede ser dimensionado por cuanto el desarrollo de los acontecimientos nos dirá hasta donde puede escalar el conflicto, sobre todo teniendo en cuenta que el presidente norteamericano amenaza con la continuidad de una política similar con otros países como Canadá y México, y con la mismísima Unión Europea. 
Con este antecedente, ya la pregunta no es si el estadounidense se animará a “cumplir con lo prometido en campaña”, la cuestión es si lo dejarán. En esta situación los organismos internacionales que “controlan” el comercio mundial han sido ignorados.
Hecha esta introducción es bueno repasar algunos datos que nos permitirán vislumbrar cual puede ser el desarrollo futuro del conflicto y el posible impacto sobre la Argentina. En este sentido, vamos a recurrir a la ayuda de los profesionales de la Fundación del Instituto para las Negociaciones Agrícolas Internacionales.

 

El origen del conflicto
El conflicto comercial nace con la necesidad de Estados Unidos de reequilibrar su balanza comercial con China (y el resto del mundo) y reducir el saldo negativo existente. En efecto, su déficit comercial total ascendió a 862,7 mil millones de dólares en 2017, de los cuales un 46% correspondió a las cuentas en rojo con China (396 mil millones de dólares aproximadamente). 
Si se toma como referencia el promedio 2015-2017, exportó a China bienes por un valor de alrededor de 121 mil millones de dólares anuales, mientras que importó desde ese origen por un monto cercano a los 506 mil millones. Por otra parte, Estados Unidos representó un 18,5% de las exportaciones chinas, mientras que el país asiático totalizó un 8% del total de las ventas del gigante norteamericano. Esta configuración aparece como tentadora para que el país de Trump busque forzar una negociación, utilizando diversas herramientas a su alcance. No obstante, el déficit con China no es el único que posee, también mantiene saldos negativos con otros de sus principales socios comerciales, como los países del NAFTA y la Unión Europea, entre otros.
 La aplicación de medidas a China y posterior negociación, el estancamiento de las tratativas para alcanzar el Acuerdo Transatlántico con la UE e incluso la renegociación del NAFTA, se enmarcan en la estrategia del gobierno estadounidense para hacer frente a este creciente déficit comercial.
El puntapié inicial del conflicto estuvo vinculado al acero y al aluminio, productos para los que el Departamento de Comercio de Estados Unidos determinó que su importación representaría una amenaza a la Seguridad Nacional. El resultado fue la imposición de aranceles de 25% y 10% respectivamente a las importaciones, exceptuando a sus socios del NAFTA. Posteriormente, y ante el reclamo de las contrapartes, incorporó entre las excepciones a Argentina, Australia, Brasil, Corea del Sur y la Unión Europea. Por tanto, se trató de una medida de impacto directo en las exportaciones de China de dichos productos, a pesar de que luego se aplicaron estos aranceles también a otros países. El segundo episodio comenzó a gestarse previamente, en agosto de 2017, cuando Trump solicitó a la oficina del Representante Comercial estadounidense (USTR) una investigación sobre las políticas y prácticas chinas de transferencia de tecnología, propiedad intelectual e innovación. Como resultado del análisis, el organismo acusó severamente al país asiático de llevar a cabo una serie de actos discriminatorios que dañarían a la economía de norteamericana, en un monto estimado de 50 mil millones de dólares anuales, entre los que cabe destacar:
- La utilización de requerimientos de “joint ventures”, y otras restricciones a la inversión extranjera para forzar a la transferencia de tecnología desde compañías estadounidenses.
- El uso de procesos de licencia discriminatorios.
- El direccionamiento de inversiones y adquisiciones que generan transferencia de tecnología de gran escala.
- El apoyo a intrusiones cibernéticas en redes informáticas para obtener acceso a información valiosa.
 A partir de esto, se tomaron tres cursos de acción simultáneos. En primer lugar, Estados Unidos confrontaría a China ante la Organización Mundial de Comercio (OMC) por prácticas discriminatorias referidas a las licencias de tecnologías. En segundo lugar, instó a varias oficinas de su administración a proponer medidas para contrarrestar las prácticas mencionadas en materia de inversiones. Por último, ordenó al USTR elaborar un listado de productos chinos para aplicarles un arancel ad valorem del 25%, por un valor de comercio similar al mencionado daño económico. La lista preliminar incluyó productos de la industria química, aeroespacial, informática, comunicación y maquinaria. 
La respuesta de China no tardó. Presentó un listado de 106 productos que gravarían con un arancel de 25%, incluyendo la soja, automóviles, químicos y aeronaves, de manera automática en caso de que Estados Unidos decida proseguir con tal medida. 

 

Estados Unidos ataca
El 15 de junio, Estados Unidos anunció sus planes de imponer aranceles adicionales del 25% sobre productos chinos, por importaciones valoradas en 50.000 millones de dólares. La lista de productos abarca 1.102 líneas arancelarias y se enfoca primordialmente en bienes de sectores industriales que contribuyen o se benefician de la política industrial oriental conocida como "Made in China 2025", que incluye industrias tales como aeroespacial, tecnología de la información y las comunicaciones (TICs), robótica, maquinaria industrial, nuevos materiales y automóviles. Se ha excluido de la lista a los productos comprados habitualmente por consumidores estadounidenses, como teléfonos celulares o televisores. 
La aplicación de la medida se hará por etapas. A un primer conjunto de 818 líneas, que representan aproximadamente 34.000 millones de dólares, se les impondrá un arancel adicional del 25%, que se cobra desde el 6 de julio de 2018. El segundo conjunto contiene 284 líneas, por un valor de 16.000 millones de dólares en importaciones de China, que serán sometidas a una revisión adicional en un proceso de notificación pública y comentarios que incluirá una audiencia pública.

 

China responde
En primera instancia, ante la situación descripta, China interpretó la medida de Trump como una salvaguardia, y en tal sentido, se arrogó el derecho a buscar una compensación. Por tal razón, respondió con un incremento en los aranceles de 15% para frutas, nueces, vinos y acero, entre otros productos provenientes de Estados Unidos. Frente a un total de 2.515 millones de dólares de importaciones desde China afectadas por la medida inicial estadounidense, la contramedida del país asiático buscó abarcar un número comparable, abarcando productos por un valor de 2.746 millones de dólares.
En un período de poco más de dos meses, se presentaron reclamaciones ante la OMC por parte de China, India, Unión Europea, Canadá, México, Noruega y Rusia. En todos los casos se busca demostrar que la medida de Estados Unidos se trató de una salvaguardia, y de acuerdo a la legislación del organismo internacional, éste debería dar una compensación a los países cuyo comercio se vea afectado. En condiciones normales, las naciones deberían esperar a la constitución de paneles que resuelvan las controversias y en caso de tener un fallo favorable, bajo determinados requisitos, solicitar la remoción de las medidas o las eventuales compensaciones. Sin embargo, en todos los casos se han anunciado medidas que entrarán en vigor a pesar de no haber cumplido los plazos y formalidades estipuladas en la legislación internacional
A lo antedicho debe sumarse el reciente anuncio de China, en respuesta a la medida estadounidense sobre los aranceles de bienes industriales que se benefician de la política "Made in China 2025". Se trata de la imposición de un arancel del 25% sobre las importaciones de los Estados Unidos de un listado de productos agrícolas, automóviles y otros productos de la pesca y la acuicultura, que implican importaciones por un valor de 34.000 millones de dólares. Esas medidas entraron en vigencia a partir del 6 de julio de 2018. Por otra parte, dispuso una segunda lista por un valor de 16.000 de dólares que incluye productos químicos, equipos médicos y energía, para los que sería factible de aplicación de un arancel del 25%, aunque en un plazo aún no establecido. 
Pero la escalada de medidas no parece detenerse, sino por el contrario, recrudece a cada momento. Trump difundió a mediados de junio un comunicado amenazando con una nueva batería de aranceles, esta vez del 10%, en productos importados desde China por valor de 200.000 millones de dólares al año. Ante esto, el gigante asiático ha contestado que si estas medidas se materializan, contraatacará con "múltiples medidas tanto cuantitativas como cualitativas". 
Y en la misma línea fue el anuncio de una investigación sobre las importaciones de automóviles, con la intención de aplicar un arancel de hasta el 25% si se determina que ponen en riesgo la economía estadounidense. El Departamento de Comercio de Estados Unidos explicó que la investigación se hará basándose en la sección 232 de la TradeExpansionAct, para determinar si estas importaciones representan una amenaza para la seguridad nacional. En este caso, los principales perjudicados podrían ser México, Canadá y la Unión Europea, aunque también podría afectar a Japón y Corea del Sur. 
La UE ha difundido un informe señalando que la medida podría afectar exportaciones estadounidenses por valor de unos 294.000 millones de dólares, lo que equivale a casi una quinta parte de sus ventas al exterior. Este monto surge de una potencial represalia por la afectación de las importaciones que realiza el país norteamericano cada año.
En nuestra próxima edición analizaremos el impacto que esta “guerra comercial” puede tener sobre el comercio exterior de nuestro país y en particular sobre la comercialización de la soja.

 

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