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Las chicas de naranja están de vuelta

Orange is the New Black estrenó su sexta temporada. Esta vez, Piper y sus amigas deberán estar más unidas que nunca. Qué tiene la serie sobre las reclusas de Lichtfield que logró el éxito mundial.

Por Florencia Espinosa
| 31 de julio de 2018

La sexta temporada de Orange is the New Black ya está en Netflix y volvió más ruda que nunca. Es que anteriormente las chicas habían hecho oír su voz frente a miles de injusticias que consideraban que debían cambiar y que, si bien ocurrían tras las rejas de la prisión, podrían ser una clara representación de lo que viven a diario algunas minorías sociales. Durante cinco temporadas en Lichtfield aprendimos que todo estaba segmentado: las latinas, las blancas, las negras, las lesbianas. Sí, xenofobia y racismo a la orden del día. Es que el encierro ocasiona que todo se manifieste a flor de piel: amor, odio, resentimiento, tristeza.

 

Así fue como a lo largo de los capítulos conocimos a los personajes a través de esas emociones. Y es ahí donde reside el fuerte de la serie. No es la trama, archiconocida por el espectador, en donde un grupo de personas conviven privadas de la libertad entre conflictos y peleas; tampoco es la curiosidad por la vida en la cárcel, otro plato familiar para el televidente; tampoco lo son las peleas e historias de amor en sí mismas. Lo que atrae son ellas, las presidiarias, y la excelente forma de contar sus historias.

 

Desde el vamos se genera una empatía, a pesar de que son mujeres que poco tienen que ver con la audiencia promedio de Netflix; mujeres que vienen de barrios bajos marginales de Estados Unidos, que han caído en todo tipo de vicios y delitos; pero también en engaños, desamores y traiciones. Y quien esté libre de pecado que tire la primera piedra. La protagonista, Piper Chapman, rubia, blanca, a punto de casarse con su novio y de clase alta neoyorkina, inaugura el primer capítulo de la temporada 1 entre gándose a la justicia por algunos errores durante su adolescencia, en la que experimentó un romance lésbico y, mediante engaños, falsas promesas y exceso de ingenuidad, accedió a oficiar de mula para traficar droga. Los flashbacks al pasado son moneda corriente y es un recurso que utiliza la narrativa para dejarnos ver un poco más de cada presidiaria y así comprender por qué hay objetos, palabras, o frases, que ofician de disparador para cientos de emociones y reacciones.

 

Y donde veíamos presas empezamos a ver personas, donde veíamos delitos comenzamos a ver equivocaciones, y donde veíamos violencia carcelaria comenzamos a ver una lucha por los derechos de las mujeres y en contra del abuso de poder y la opresión. Ahí nos dejó la quinta temporada: diez reclusas más unidas que nunca, dispuestas a todo o nada para ser escuchadas y también, paradójicamente, para hacer justicia. También nos dejó ganas de ver más y de meternos dentro de la pantalla a gritar, luchar y reclamar. Porque lo cierto es que todos podríamos ser Chapman, esa chica rubia e inocente, e ingresar algún día indefensas a una prisión a pagar por alguna equivocación adolescente.

 

Pero después de tantos capítulos nos damos cuenta de que también podríamos ser Nicky, una chica que, desolada y poco comprendida por su madre, se dedicó a consumir y comercializar heroína; o Janae, una atleta universitaria que tuvo la mala suerte de frecuentar a un grupo de pandilleros; o Sofía, una transexual que pagó la operación de cambio de sexo con tarjetas robadas y fue denunciada por su propio hijo, que no podía aceptar la nueva condición de su padre. O perfectamente podríamos ser Taystee, una niña negra huérfana, que fue reclutada para vender droga; o Aleida, una mujer enamorada que le prestó su casa a su pareja para que la usara como “cocina” de drogas. Ejemplos hay miles, tantos como el número de presidirias, o de personas en el mundo.

 

Los días en la prisión Lichtfield transcurren movidos, caóticos y con un especial enfoque en los vínculos y relaciones. Los personajes generan atracción y eso se traduce en interés y esa sensación de siempre querer saber más. La información se da a cuentagotas, pero con un ritmo aceptable y entretenido. El pasado, presente y futuro se mezclan permanentemente: los flashbacks producen viajes en el tiempo y complementan lo que sucede en el día a día; pero también está siempre latente el sueño de libertad. Las presas cuentan los días para salir, aunque más de una sabe que su familia está ahí dentro, entre las rejas.

 

Entre antinomias y diferencias la serie muestra que los sueños, el amor, el desengaño y las equivocaciones son comunes a todos; que un buen plato de comida alegra hasta el peor de los días; y que las vueltas de la vida nos pueden llevar a lugares insospechados.

 

La sexta

 

El tráiler que publicó Netflix y algunos comentarios en las redes permiten conocer un poco sobre la sexta temporada. En esta nueva entrega Piper y sus compañeras serán trasladadas a una cárcel de máxima seguridad, donde deberán lidiar con otras presas, nuevas líderes y reglas. Allí las separan por colores de uniformes, cada grupo tiene sus normas y por lo que adelantaron en los avances, habrá muchas peleas entre cada “tribu”.

 

Lo real

 

La serie está inspirada en el libro de Piper Kerman titulado “Crónica de mi año en una prisión federal de mujeres”. La autora contó en su relato cómo fue su estadía de quince meses en una cárcel femenina de mínima seguridad, a la que ingresó por transportar dinero de narcotráfico a mediados de los 90. La mujer asegura que cuando salió todos sus familiares y amigos le preguntaban, curiosos, cómo era la vida tras las rejas. Fue entonces cuando decidió escribir el libro que más tarde serviría de inspiración para la serie.

 

Kerman explicó que la entrada de Piper Chapman a la prisión es casi idéntica a la suya. Una mujer que no tiene ni idea de los códigos carceleros se adentra en ese universo con reglas y líderes bien claros. En el primer capítulo vemos cómo Piper conoce a sus compañeras de celda, quienes le explican que allí todas son nombradas por su apellido (y no por su nombre de pila) y también le enseñan cómo hacer la cama todos los días. Además esa noche es, sin dudas, la más difícil, donde dormir es casi imposible. Los personajes son inspirados en las compañeras de la protagonista, aunque se han cambiado los nombres y buena parte de sus historias personales.

 

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