Alejandro Magdaleno
Periodista
Aquellos insolentes
Increíblemente le dan la espalda.
No es ciencia ficción. Lo marca la cruel realidad. Manda el resultado y allá están los alemanes y allá están los flashes fotográficos y también allá están los lentes de las cámaras de TV.
Todo apunta a Philipp Lahm, el capitán que levanta la Copa del Mundo en el Maracaná.
Y acá está Messi, el mejor futbolista del planeta al que todas las luces dejan de encandilar. Y él ahí, preso de una soledad de títulos con la camiseta de la patria que lo abruma.
Esa imagen quedó impregnada en las retinas y en el recuerdo fiel en la foto de El Diario de la República.
Sí, todos le dan la espalda al 10.
Siete años pasaron. La pandemia cambió la hoja de ruta y el Maracaná, insolente, vuelve a ponerse como el sitio elegido para la definición. Ahora de la Copa América. En Brasil y ante el dueño de casa. Ahí vuelve a estar Argentina.
Esta vez el resultado abraza y entonces las lágrimas del 10 cambian de bronca a alivio, de frustración a satisfacción, y de infierno a cielo.
Todas las luces van a él, son de él, y él, esta vez, se sabe con el aura de los bendecidos dioses del fútbol.
De frente al éxito, como tantas otras veces, pero por primera ocasión con la Selección Mayor, Messi nos regala una sentencia para tatuarla en el corazón... "Gracias Dios por haberme hecho argentino".
Sí, gracias por haberlo hecho argentino.
La gloria que añoraba, necesitaba y merecía con su casaca amada es finalmente suya.
Que nadie, nunca más, tenga la osadía de darle la espalda.
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