Tiempos de plumaje blanco y electrónico

“El periodismo y la escritura son una pistola sin balas”. Enrique Symns.

Nadie tiene la receta del elixir de la libertad. Sin embargo, la escritura ha derramado tinta en libros, papiros y ha registrado la historiografía y no los manuales Kapelusz de la urdimbre escolar, la mirada de los vencidos, de los marginados, de las mujeres, aunque todavía hay deuda y existen caminos por recorrer en esa materia.

La libertad, proclamada en el registro grafitero de las paredes, es una incomodidad.

Este concepto: libertad, fijado por Émile Durkheim en la tradición filosófica, dice que la sociedad moderna ha ganado en libertad. Pero que esa libertad puede desviarse si el individuo no se adapta a las normas y encuadre social.

Esa delimitación “un dada” por el mismo poder "policía” que es posible, al Estado, ejecutar.

Esto nos permite acentuar la segunda cita inicial. Al considerar la frase: “Esta es una máquina de matar fascistas”, inscripta en lápiz escolar nos sumergimos en otro mundo, en otra línea de pensamiento.

El periodismo emprende diariamente la misión de mantener la llama del pensamiento encendida, sin provocar sombras como relata Platón en la “alegoría de la caverna”, que se encuentra en el Libro VII de La República.

Esto se corrobora en su correlato de las redes sociales. Estamos frente a la circulación de palabras, textos de manera permanente a través de los medios de (in)comunicación.

Conversamos para decir y no para escuchar “al otro”, en un reflejo casi fantasmático. Sin embargo, real para casi el 100 por ciento de los individuos de las ciudades.

Esa actitud nos recuerda a "Blade runner", la magnífica película de Ridley Scott que se puede ver online y disfrutar y comparar en la vida real. Aquella película cuenta que la “Tyrell Corporation” (una vez más las corporaciones) fabrican a los “Replicantes”, seres capaces de imitar a la perfección a los humanos.

Una vez más, estamos analizando el presente, la máscara cae, no tenemos recetas. Estamos frente a tus ojos derramando tinta en el papel y con una caricia en tus párpados, despertamos los sonidos de la hoja que se arruga.