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Cuatro chicas que cargaron sus mochilas sin temores

Por redacción
| 07 de marzo de 2016
Con todo a cuestas. Débora recorrió el sur de argentina pero aseguró que nunca se sintió sola.

Llegué a Montañita un día antes de que desaparecieran las chicas de Mendoza. Mis papás me confesaron que tuvieron mucho miedo porque estaba sola pero les dije que no se preocuparan”, contó Clari Nielsen, estudiante de Cine en la Universidad de La Punta (ULP). El 29 de diciembre, junto a cuatro amigos emprendió un viaje por Latinoamérica. Ahora está sola en Ecuador, pero aseguró que después de los asesinatos de Marina Menegazzo y María José Coni, no siente miedo porque siempre conoce gente que la ayuda. Otras chicas como Ailin y Débora que viajaron sin compañía, aseguraron que es importante planificar los destinos y usar las páginas de internet que ofrecen hospedajes porque son más seguras.

 


“Fue un golpe fuerte para Montañita porque además bajó mucho el turismo, vimos que había mucha menos gente. Se respeta el dolor de la familia y se habló mucho de eso entre los habitantes porque era un lugar muy tranquilo. Ahora están tratando de retomar sus vidas”, señaló la estudiante.

 


Su cumpleaños número 26 fue muy distinto. Lo pasó lejos de su familia y amigos, trabajando como recepcionista de un hostel a cambio de comida y hospedaje.

 


“Cuando mis amigos decidieron volver, quedaba sola y no sabía qué iba a hacer ni dónde me iba a quedar. Así que empecé a usar una página que se llama 'couchsurfing', una comunidad de viajeros y encontré un voluntariado en Baños, Ecuador,  para trabajar en la recepción de un hostel. Estuve 25 días pero necesitaba playa porque las sierras y  el frío me deprimían un poco. Así que terminé con el período de trabajo y me vine a Montañita”, relató la estudiante.

 


Clari comentó que tiene como objetivo llegar en, al menos un año, a Costa Rica, su destino final. Después volvería a estudiar Fotoperiodismo en Buenos Aires.

 


Ailin Massimilla, de 21 años y su amiga, Melisa Ávila, un año mayor, son estudiantes de la Licenciatura en Nutrición en la Universidad Nacional de San Luis. Un día cargaron sus mochilas y emprendieron un viaje con destino a Brasil.

 


“Surgió porque en agosto del año pasado mi amiga vino con una idea y me dijo que se quería ir de mochilera a Florianópolis, una isla. Al principio pensé que estaba loca. Yo quería hacer algo así pero no fuera del país. Pero cuando empezó a contarme me di cuenta que lo venía organizando hace tiempo y  me convenció”, dijo Ailin.

 


Al principio iban a ir con un amigo pero diez días antes éste no pudo ir. A pesar de quedar solas, siguieron con el plan. El dos de enero salieron hacia Córdoba, pasaron por Entre Ríos y finalmente se tomaron el colectivo que las llevaría  a Brasil.

 


“De Río Cuarto hasta Paraná hicimos dedo. El 19 de enero nos fuimos para Puerto Alegre y al otro día partimos a Florianópolis. Estuve 18 días y mi amiga Melisa, se quedó tres más”, comentó la estudiante de Nutrición.

 


Débora Santarossa, tiene 27 años y es bioquímica. Viajó como mochilera varias veces pero este verano decidió hacerlo sola. “Al principio me daba miedo salir del país y decidí ir al sur. Pero nunca estuve sola, donde iba parando, conocía gente y se armaban grupos con los que seguías viajando”, aseguró y agregó: “Hacerlo sola te ayuda a tenerte más confianza y dejar de lado los miedos que la sociedad te impone por ser mujer. Hay que estar seguro a dónde vas, con quién lo hacés y siempre estar comunicado con tu familia”.

 


Para otras, como Betiana Billiardi, periodista, fue un viaje de ida. En seis meses recorrió, con su pesada mochila en la espalda, Argentina, Chile, Bolivia, Perú, Paraguay y Brasil.

 


Con 29 años, comenzó un viaje en donde su destino final era México, en donde reside actualmente. “Vendo artesanías y en temporada alta trabajo de moza. Durante el viaje que hice nunca estuve sola, siempre conocés mucha gente  con la que te juntás y separás en el camino. Una vez nos pasó que con una amiga estábamos en Brasil y nos quedamos con escasos fondos. Preguntamos en una estación de bomberos si no nos dejaban dormir ahí por una noche. Pero uno de ellos nos hizo ir hasta un hotel. El señor nos terminó pagando una noche de alojamiento con desayuno”, recordó Betiana.

 


La periodista contó que desde que empezó a viajar comenzó a usar una aplicación que se llama “couchsurfing”. La página te permite encontrar gente que quiera hospedarte u ofrecerte trabajo temporal. “Conocés con una persona local al lado y te lleva a lugares que como turista te pasarías por alto. Además, hay gente que tiene gestos tan generosos”, aseguró.

 


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