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Todos al rescate de la Cuenca del Morro

Por redacción
| 15 de mayo de 2016

La voz de alerta por el avance de los ríos que componen la Cuenca del Morro y las acciones que la Provincia implementa para controlarlos, sonaron fuerte en los últimos meses y llegaron a oídos del gobierno nacional. Durante cuatro días, funcionarios y técnicos del Ministerio de Ambiente y Desarrollo Sustentable de la Nación, se instalaron en Villa Mercedes para compartir con los miembros del Comité de Emergencia local, una metodología para evaluar y monitorear la degradación de los suelos, un sistema que ya se usa en todo el país y quieren aplicar en la región.

 

Uno de los proyectos propuestos apunta a encuestar a la gente que vive en la zona afectada, para entender sus prácticas sobre el terreno.


Fue el propio Ministro de Medio Ambiente, Campo y Producción de San Luis, Cristian Moleker, quien hizo escuchar la preocupación en las oficinas de Capital Federal. “En un viaje a Buenos Aires planteé la realidad que se vive en la cuenca. Rápidamente fluyó un canal de comunicación entre ambos ministerios sobre qué actividades articular de manera conjunta. Haber logrado con tanta celeridad la realización de esta capacitación, es más que positivo”, expresó en la mesa de apertura del taller, en la que estuvo acompañado por Dolores Duvergés, subsecretaria de Planificación y Ordenamiento Ambiental del Territorio; y Octavio Pérez Pardo, director de Conservación de Suelo y Lucha contra la Desertificación, ambos de la cartera ambiental nacional.

 


Para interiorizar más a las visitas sobre el fenómeno local, Moleker también se encargó de exponer una síntesis del proceso de aparición de los cursos de agua, las principales causas y las medidas que incorporaron en la “Ley de Emergencia Ambiental” que espera por su aprobación en la Cámara de Diputados. Entre ellas se destaca un intenso plan de forestación, la implementación de planes de manejo para los cultivos, y una mayor protección a los bosques nativos de la zona.

 


El ciclo de charlas que se desarrolló en las instalaciones de la Estación Agro Experimental del INTA arrancó el martes y terminó ayer. Sirvió para que todos los profesionales, investigadores y productores involucrados en resolver el desbalance de la cuenca, conozcan la forma de monitorear los daños en la tierra que aplica una gran cantidad de instituciones en distintos puntos de Argentina y que podrían ser de ayuda para realizar un seguimiento durante la ejecución de las políticas, y luego, de su culminación. 

 


“Argentina ha dado un paso cualitativo en la evaluación de degradación de tierras. Hemos pasado de tener un montón de instituciones trabajando con sus propios métodos, a tener una red que es el ‘Observatorio Nacional de la Degradación de Tierras y Desertificación’, que ha unificado la metodología. El INTA, las universidades, el Conicet y otros organismos forman parte de este círculo, por lo que hoy un estudio hecho en Mendoza, en Bariloche o en La Puna, son comparables”, señaló Pérez Pardo.

 


Un método amplio

 


El sistema se basa en el análisis de las tierras denominadas como ‘secas’. Esta caracterización incluye las regiones con climas híper áridos, áridos, semiáridos y sub húmedos secos, es decir, lugares donde la producción de cultivos o forraje están sujetos a la disponibilidad de agua. Del total de la superficie del país, un 69 por ciento está formado por tierras secas que, a su vez, aportan la mitad de producción nacional. Dentro de estos suelos están incluidos los de la provincia de San Luis.

 


“Más del ochenta por ciento de estas tierras secas presentan un nivel de degradación que va de severo a grave. Esto quiere decir que tenemos una superficie muy grande con procesos erosivos que se dan por actividades antrópicas (humanas) que no fueron realizadas con un manejo correcto del ambiente. Pero también se debe a cuestiones naturales como el clima, que son muy perjudiciales y que no se pueden prever”, apuntó Vanina Pietragalla, una de las expositoras y asesora técnica de la Dirección de Ordenamiento Territorial y Suelos del Ministerio de Ambiente de la Nación.

 


Las investigaciones que motivaron a la creación del observatorio en 2011,  señalan que de las 276 millones de hectáreas que conforman el territorio nacional, 60 millones sufren procesos de desertificación de distintos grados. Es decir que las tierras han reducido o perdido totalmente su capacidad productiva, como resultado de la combinación de la intervención del hombre y los factores climáticos.

 


Para medir de qué forma los suelos han sido deteriorados, y detectar los motivos, el observatorio tiene en cuenta una serie de variables que no se limitan sólo a las características físicas y biológicas. “Tratamos de verlo de un punto de vista más amplio, no focalizarnos exclusivamente en la pérdida de productividad debido a las condiciones físicas o químicas del suelo, sino también analizar cuáles son los factores que originan ese cambio de uso y el mal manejo de los recursos, como para poder desarrollar las medidas necesarias para evitar esos comportamientos”, explicó desde una mirada más social.

 


De esta manera, uno de los marcos conceptuales que sustentan a la metodología, propone un pentágono para graficar la condición del lugar estudiado. Cada una de las cinco puntas es un ‘capital’ que los investigadores deben visualizar para ver si la figura geométrica queda bien conformada, o en qué vértice tiene fallas: el capital humano (salud, nutrición, educación), el capital natural: (tierra, agua, biodiversidad, vegetación), el social: (medios de comunicación, relaciones entre vecinos, asociaciones), el capital físico: (infraestructura, rutas, transporte, energía eléctrica) y el financiero: (créditos, ingresos, sueldos).

 


La bióloga e integrante del Conicet, Adriana Aranda Rickert, y el profesor Rafael Introcaso, de la Universidad Nacional de Luján, fueron los encargados de explicarles a los asistentes cuáles son los indicadores biofísicos que deben evaluar. “Tiene que ver con los servicios que el ecosistema brinda en beneficio de la sociedad. Dentro de ese marco conceptual se definió un set de indicadores que pudieran ser medidos en cada uno de los sitios, que son muy distintos entre sí, hay desde zonas patagónicas, hasta regiones desérticas. Entonces, hay variables del suelo, del agua, de la vegetación y de la erosión hídrica y la erosión eólica. En vegetación se analiza la cobertura, la diversidad de especies, la relación entre nativas y exóticas. Dentro del suelo, la calidad, el PH, la conductividad eléctrica, el agua, la superficie de humedales, etcétera”, detalló Aranda Rickert. 

 


Sin embargo, lo particular de la metodología es que factores sociales como el aumento poblacional, la migración, la pobreza, los conflictos políticos, culturales, tampoco pueden quedar afuera en la búsqueda de las causas. Por ello, el observatorio desarrolló un manual que contiene consejos para efectuar encuestas en los campos. A través de estas entrevistas y una serie de preguntas estipuladas, pueden conocerse más a las personas que viven en las zonas rurales y entender sus prácticas en el terreno.

 


Así, el encuestador debe indagar sobre las características de la vivienda, la composición familiar, el nivel educativo, tipo de producción, la tenencia de la tierra, entre otras. “Descubrimos que en los campos también están los humanos”, graficó Introcaso, en forma de broma para darle más visos de realidad, a quienes viven en las ciudades.

 


“El de la Cuenca El Morro es un problema muy complejo que va a tener que ser analizado desde distintas perspectivas. Eso es lo interesante de esta metodología, que no sólo atiende el problema biofísico causado por la práctica que tiene factores socioeconómicos, sino también cuáles son las causas y consecuencias, y cómo podemos planificar actividades que nos permitan revertir la emergencia, y con qué periodicidad vamos a tener que monitorear para seguir manteniendo la producción a lo largo del tiempo de una manera más amigable con la naturaleza. No es que tenemos que dejar de producir, sino ver cómo hay que producir o qué tipo de medidas hay que implementar para manejar sustentablemente el ambiente”, sostuvo Pietragalla.

 


María Laura Corso, otra de las técnicas del Ministerio de Ambiente y Desarrollo Sustentable que expuso durante la jornada, manifestó que el caso de la cuenca es único en el país. “Desde lo que nosotros tenemos conocimiento, es un fenómeno bastante particular. Hay casos menores, o indicios de inundaciones porque las napas se están levantando, pero al nivel de formar toda una cuenca, y con los impactos que ha generado la sedimentación, por lo menos, en los últimos 20 años, en la dirección, no se ha visto algo así”, sostuvo. 

 


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