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Gran propuesta laboral en la UNSL

Cada canción seleccionada tuvo un tono épico y algo de humor. Los coreutas las interpretaron con su calidad habitual.

Por redacción
| 04 de diciembre de 2017
Todos laburantes. Los coreutas celebraron como mejor saben hacerlo: cantando. Foto: Alejandro Lorda.

La primera imagen que el Coro de la UNSL mostró en su espectáculo celebratorio del trabajo fue el de la protesta. Divididos en dos grupos, los integrantes del conjunto ingresaron al Mauricio López por la misma  puerta por donde había entrado el público, en la simulación de una manifestación que tuvo hasta su propio perro colado.

 

Con un mensaje ecológico pero sobre todo gremial, la agrupación dirigida por Ricardo Marino demostró una vez más su intención de renovar de manera constante su propuesta musical y estética.

 

 Un negro spiritual -“Sexteen toons”, de Merle Travis- con fragmentos traducidos al castellano dio inicio a un recorrido muy atractivo por canciones relacionadas con el trabajo que el coro interpretó con su habitual calidad y con arreglos que le imprimieron un tono épico a las obras.

 

El nuevo espectáculo, bautizado “Celebración del trabajo”, ofrece más momentos actuados y hablados que en shows anteriores y tal vez más que los que un coro se puede permitir. La decisión es un paso adelante en la tendencia de llevar a la agrupación hacia un campo más escénico.

 

En ese punto, el rol de la tenor Faviola Perroni en el diseño y la puesta fue notable.

 

Otra característica del estreno (que tendrá su segunda función recién el año que viene) fue el entramado instrumental que se nota arriba del escenario. Con Daniel Milone al teclado en todos los temas, fueron varios los integrantes del grupo que tomaron instrumentos para acompañarlos. La presencia de la flauta traversa de Mercedes Jofré -quien cada vez gana más espacio en la escena musical de la provincia- en “Oración del remanso” fue un punto altísimo del show.

 

El hecho de cuidar las vaquitas ajenas y trabajar para los otros fue manifestado en “El arriero”, con una puesta teatral que sirvió también de percusión; y la visión femenina del trabajo ocupó a las sopranos y contraltos con “Manos de mujeres”, de la excepcional colombiana Marta Gómez, de quien también el coro hizo “Si no cantara”, el único tema en el que Marino subió al escenario.

 

El humor también llegó en dos canciones pegadas. “La candonga de los colectiveros”, de Les Luthiers, y “Optimista”, de El Tolimense, con la participación solista de Perroni, quien se retiró del escenario muy aplaudida ante la interpretación de la ocurrente letra.

 

Algunos problemas técnicos no alcanzaron a opacar la noche, sobre todo porque el coro se ganó a lo largo de su extensa trayectoria un público que respeta y espera los nuevos espectáculos. Hay allí un mérito que permite algunos  deslices, que si son leves, mejor.

 

“Este es un homenaje para todos nosotros, porque todos somos trabajadores de alguna manera, hasta los niños que con el estudio se inician en el proceso”, dijo Marino, quien sumó la teoría de que el trabajo debe tender al bien común.

 

El cuadro final estuvo dedicado al ocio, un factor necesario en el mecanismo laboral. Pero como la agrupación es más bien activa eligió para ese momento un tema bailable, “A gustito”, de Ketama, más referido a la diversión que al descanso. O tal vez en relación mutua: después del baile, hay que irse a dormir para al día siguiente volver a ser parte de la rueda que da vueltas los engranajes del mundo.

 

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