La Policía sorprendió el lunes a la madrugada a dos ladrones cuando robaban objetos del interior de un auto estacionado, a metros de la puerta del juzgado federal de San Luis, en pleno centro de la capital. Los acusados perdieron mucho: el botín del que se estaban apoderando, la moto en la que habían salido a delinquir, porque los investigadores descubrieron que la habían sustraído cinco días antes, y la libertad.
Los detenidos son Leandro Cristofer Magallanes, de 21 años, con domicilio en la calle Mar del Plata (prolongación norte de Maipú) 612, y Franco Ezequiel Díaz, de 18 años, residente en Uruguay 1040, del barrio San Martín, informó el jefe de la Comisaría 1ª, comisario Roberto Molina.
Habían pasado quince minutos de la medianoche cuando la Comisaría 1ª recibió el alerta de que en la calle Belgrano, entre Chacabuco y San Martín, había dos muchachos merodeando un auto. Una patrulla a cargo del oficial principal Jorge Cejas fue a inspeccionar y cuando llegaron a la cuadra vieron a un muchacho subido a una moto Yamaha 125 negra, estacionada junto a la vereda sur.
Cuando vio aparecer el patrullero a sus espaldas, el motociclista agachó la cabeza y empezó a mirar hacia el lado opuesto a la calle. Los policías se bajaron y lo identificaron. Aunque dijo que estaba indocumentado, dio su nombre. Era Magallanes.
Los oficiales vieron que a la derecha del joven, sobre el asfalto, había dos bultos. Uno era una bolsa con ropa y el otro, una caja de cartón con herramientas. Vieron también que Magallanes tenía un casco sobre el tanque de la moto, pero a la izquierda, en la calle, había otro. Eso se condecía con el dato que habían recibido en el aviso, de que eran dos los jóvenes sospechosos.
Le preguntaron con quién andaba y contestó que solo. Pero a esa altura la respuesta no fue convincente y los efectivos de seguridad empezaron a revisar los alrededores.
Un metro más atrás estaba estacionado un Chevrolet Corsa blanco, tres puertas.
Allí lo había dejado, a las 23:40 del lunes, Néstor González, de 24 años, vecino de Villa Mercedes, que andaba con la familia de su novia.
Estaba fresco a la medianoche. La suegra de González, Gabriela Silvera, de 46 años, paseaba con sus nietos por el centro y decidió regresar al auto para buscar los abrigos de los chicos. Cuando llegaba al Corsa le llamó la atención ver a varios policías cerca del vehículo. Acababan de detener a Magallanes.
Preguntó qué había pasado, le explicaron y le pidieron que se fijara si del auto faltaba algo más, aparte de lo que estaba afuera. “Cuando nos asomamos con el oficial, vimos que el otro estaba adentro, escondido, en el asiento del conductor”, contó Gabriela.
El policía le indicó que se retirara y alejara a los chicos, antes de intervenir, por las dudas de que el delincuente estuviera armado. “Se había agazapado delante del asiento del conductor y el del acompañante, estaba inmóvil”, contó el comisario Molina.
Al ver que habían descubierto a su cómplice, aunque daba por descontado que lo hallarían de un momento a otro, igual el ladrón –Franco Díaz– se jugó la chance remota de que no lo encontraran. Los oficiales lo sacaron del auto y lo pusieron en la vereda, junto a su cómplice.
Cuando los requisaron, a uno le encontraron, entre la ropa, un destornillador. Calculan que es lo que usaron para forzar la cerradura del auto, del lado del acompañante.
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