La rotura a principios de la semana de uno de los caños de agua principales que abastece a la capital provincial, una avería localizada a la altura de la planta transformadora de Edesal, se transformó en una verdadera “usina” de trastornos para los puntanos.
Muchos cruzaron la ciudad de punta a punta para encontrar una canilla generosa que les permitiera llenar botellas o bidones, o tuvieron que ponerle la mejor cara a la suegra para poder usar la ducha, que durante esas horas se transformó en un auténtico objeto de deseo (y de necesidad).
Pero además de la molestia y el fastidio, una realidad que provocó una enorme irritación fue la mala actitud exhibida por algunos vendedores que, ante la imperiosa necesidad de la gente, vieron la oportunidad de obtener una ganancia fácil y remarcaron cualquier producto que comercializara el líquido elemento.
La "inflación hídrica” se manifestó repentinamente en las góndolas. En un negocio ubicado a muy poca distancia del sitio en donde los obreros se afanaban para reparar el maltrecho conducto, un bidón de seis litros pasó de golpe y porrazo de los 22 a los 33 pesos, un ajuste del 50 por ciento.
Según los consumidores, el mismo comportamiento comercial desleal, con subas similares en su proporción, se replicó en otros locales del este de la ciudad.
A caño roto, ganancia de aprovechadores
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