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"Es una enfermedad compleja, pero es posible recuperarse"

Liliana Galván y Paula Mallea son coordinadoras del Grupo Institucional  de Alcoholismo (GIA), que se reúne lunes, miércoles y viernes en el Hospital de Salud Mental para tratar a adictos al alcohol. 

Por redacción
| 27 de agosto de 2017
Buen complemento. Galván es técnica en prevención de drogadependencia. Mallea es Psicóloga. Foto: Martín Gómez.
En el SUM del Hospital de Salud Mental en la entrada del barrio Eva Perón de San Luis los lunes, miércoles y viernes, un grupo de aproximadamente 30 personas atravesadas por la adicción al alcohol, se reúne para desahogar la angustia. Paula Mallea, es la psicóloga, lleva 9 años de experiencia.
 
A la técnica en Prevención de Drogadependencia, Liliana Galván, le queda uno para jubilarse. Junto a un equipo interdisciplinario que incluye una asistente social, un médico clínico, una terapista ocupacional y hasta un paciente recuperado desde el 2007, coordinan el Grupo Institucional de Alcoholismo (GIA). Ambas profesionales afirmaron que el alcoholismo "es una enfermedad compleja, pero es posible recuperarse".

—¿Qué es el GIA?

 

—Es el Grupo Institucional de Alcoholismo al que cualquier persona que lo necesite puede asistir. Es grupal porque este dispositivo es la mejor herramienta para trabajar en adicciones, es insustituible. A diferencia de la atención clínica "uno a uno", el formato grupal tiene resultados que no lográs en el consultorio, porque se producen identificaciones entre los pacientes, cruces en las historias de vida, se sienten contenidos, que no están solos con esto. Además los pacientes se empiezan a apoyar entre ellos. Nosotros coordinamos, hacemos que la palabra "circule".

 

Es institucional porque funcionan siempre en los hospitales o en centros de salud, no hay GIA en una capilla o en una ONG. Trabajamos en salud pública porque consideramos que es una enfermedad como cualquier otra.

 

Y es de alcoholismo, pero no somos un grupo de alcohólicos, a nuestras reuniones pueden venir todos aquellos que quieran saber un poco más sobre esta enfermedad, porque nos afecta a todos. Somos un grupo de aprendizaje, terapéutico que está siempre enfocado en poder hablar del problema. Todos nos vamos con algo aprendido: los pacientes, los profesionales y los parientes también.

 

Nos enfocamos en armar un proyecto de vida saludable y en eso nos centramos todos, porque la concepción de salud y enfermedad es, que son dos polos, y todos estamos en el medio. Algunos más cerca de la salud, otros de la enfermedad, pero nadie puede decir que está totalmente sano, o enfermo, nosotros decimos que todos tenemos algo para mejorar.

 

Tampoco estamos para vigilar al paciente, porque a veces esto de verse controlado no ayuda y es peor.

 

—¿Por qué se incluye a la familia en las reuniones?

 

—Nosotros decimos que la familia también está enferma, en el sentido de que la persona no se hizo adicta de un día para el otro, fue de a poco, y la familia a veces acompañó ese proceso sin tener herramientas para detectarlo antes. De alguna forma esto se dio en un contexto y es ahí donde se tiene que recuperar, con ellos.

 

 Los allegados pueden o no acompañar el proceso. A veces hay mucha resistencia, o se acostumbran a que el sujeto esté alcoholizado y no mande ni disponga de sus cosas, entonces los parientes controlan todo.

 

Es importante que la familia asista al grupo, aprenda sobre la enfermedad y a tratar a la persona que está afectada en la casa. No hay que ser un detective de la persona que consume, sino buscar otras estrategias, ver qué ha pasado en esa familia.

 

—¿Qué determina que una persona sea alcohólica?

 

—El alcoholismo es una enfermedad crónica, es decir que para poder hablar de alcoholismo tiene que haber un consumo sostenido durante varios años y que haya generado un deterioro a nivel biológico, orgánico, psicológico y social.

 

En la entrevista de admisión vemos cuánto ha perdido el paciente y si realmente tiene una dependencia a la sustancia. Cuando esa persona no puede cortar sola el consumo, hablamos de una adicción y de alcoholismo.

 

Cuando la persona no puede decir 'no', ni 'basta', cuando no hay límite, deja de ser un consumidor social y empiezan a aparecer otro tipo de problemas.

 

—¿Cómo llegan a las entrevistas de admisión? ¿Cuál es el rango de edad, el género y la condición económica de los pacientes que más acuden?

 

—Es muy difícil que el paciente pida ayuda por sí mismo, a menos que haya pasado por susto a nivel clínico, laboral o familiar, pero no es frecuente.  En general lo trae un familiar o por una orden judicial. A veces funciona pero no siempre, porque por ahí no es el momento de comenzar un tratamiento para esa persona, quizás no tocó fondo, y no siente la angustia.

 

La mayoría son mayores de 23 años. Hay gente de 30, 40 y hasta de 70 años. Si las personas tienen un alcoholismo crónico, tienen un consumo temprano, a veces antes de los 18 años. Puede ser que comiencen por un hecho puntual: algún problema familiar, una separación, la muerte de un ser querido, algo que exacerba el consumo, sobre todo si venían abusando de la sustancia, se refuerza la conducta, toma vigor, pero es caso por caso, en general no tenemos una estadística de esas variables.

 

Otra particularidad es que suelen venir más hombres que mujeres. Es que para la mujer el estigma es el doble, y les cuesta más reconocerlo. La mujer consume en la casa, a solas, aunque  igual esto ha ido variando con los años.

 

La atención es gratuita. Viene gente carente, de clase media y también con alto poder adquisitivo, porque en San Luis no hay tantos grupos, es GIA o Alcohólicos Anónimos, sino terapias individuales con psicólogos. Pero es diferente, acá la gente puede venir, escuchar al compañero y darse cuenta que lo que le pasa no es nada en comparación a lo que sufre quizás el otro.

 

—Si un paciente lo necesita ¿Hay posibilidad de internarlo?

 

—Sí, tenemos camas. Después de la admisión se ve si hace falta hacer una internación para poder cortar con el consumo, una desintoxicación con suero para preparar el cuerpo hacia la recuperación, porque a veces el síndrome de abstinencia es muy fuerte. Este es como cualquier hospital, el paciente no se queda solo, tiene que estar acompañado por alguien. Mínimamente se queda 48 horas para ver que no aparezca el síndrome de abstinencia. Después se da de alta. A veces necesitan medicación psiquiátrica.

 

—¿Y cuánto puede tardar un paciente en recuperarse?

 

—"En el caso de una persona con un abuso agudo del alcohol, en 6 meses puede estar en condiciones de un alta, si es crónico puede tardar más, pero siempre decimos que el grupo está bueno pero no es para quedarse a vivir.

 

Pueden haber recaídas, de hecho para nosotros son parte del tratamiento. Los procesos no son lineales, y si pasa no nos asustamos. Esperamos que no pase, pero si un paciente que venía en un buen proceso, pasa dos sesiones sin venir, vamos a la casa y vemos qué le pasó. Si está en recaída, tratamos de que se reincorpore al grupo. Nadie le va a cuestionar nada, ni lo va a retar. Cada uno viene y con lo que puede aportar. Siempre decimos que nadie tiene el conocimiento absoluto, esto es un proceso de ida y vuelta donde todos aprendemos de todos".

 

La recuperación es compleja, pero no imposible. Eso mismo hace que uno se aliente cuando ve que funciona, que la gente realmente mejora, que hay posibilidades y tratamientos. "No estamos en contra de la sustancia, no demonizamos el alcohol, sino que tratamos de abrir un espacio para hablar de esto, sin que se sientan juzgados ni retados".

 

Actividades que dan vida

Las reuniones no son sólo para contar las penas, los temores, los fracasos y los pocos momentos de alegría, también para organizar actividades que despejan la mente y enriquecen el alma.

 

Liliana Galván contó que organizan rifas, cocinan locro juntos, también amasan pan y lo venden. "A veces salimos a caminar, o hacemos un deporte al aire libre, jugamos, festejamos los cumpleaños de cada uno, bailamos folclore y danzas españolas, también hacemos sesiones de relajación. Ellos se apoderan del hospital".

 

El GIA se junta los lunes y viernes de 10 a 11:30, y los miércoles de 16 a 17:30. No hace falta sacar un turno, simplemente hay que presentarse en el Hospital. Los profesionales están de lunes a viernes de 7 a 13.

 

"Para ayudar a la recuperación trabajamos con los aspectos sanos de cada uno. Siempre decimos que esto es 'aquí, conmigo y ahora'. Creo que es muy importante poder ponerse en el lugar del otro y saber que siempre se puede salir adelante", reflexionó Galván. 

 

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