Los sueños cumplidos de la Escuela de Saxofones

Era diciembre de 1994 cuando Fabio González Pagliaroli se despidió de Rufino, Santa Fe, su ciudad natal para comenzar una nueva vida en San Luis. Los motivos de ese adiós fueron económicos: su papá no conseguía trabajo y se instalaron en Potrero de los Funes. Fabio había incursionado en la batería, luego en el clarinete pero cuando conoció el saxofón todo cambió para él. Su viaje a San Luis estaba cargado de expectativas y todos los sueños de aquel adolescente estaban esperando el momento preciso para concretarse.
Recordaba las lecciones de saxofón que había tomado y en los ratos libres de una changa que hacía por entonces buscaba algún material que podría llegar a parecerse a un saxofón, soplaba algún caño que encontraba por ahí, pero el sonido vacío imponente estaba muy lejos de sonar como él esperaba.
Un año después de su llegada a la provincia Fabio comenzó a trabajar en una empresa y a través de la Caja Social tuvo posibilidad de sacar un préstamo y concretar el primer sueño de los muchos que tenía: comprar su primer saxofón. “Era un saxo chino. Recuerdo que estaba tocando y se caían las zapatillas, los cueros que tapan los hoyos, se salían solos”, rememoró González con su particular simpatía, que se acrecentó al contarle a ETC que de a poco fue mejorando los modelos de sus saxofones hasta llegar a comprarse un Selmer Paris, un instrumento con el que se siente realizado. 
Fabio se formó con un gran maestro de jazz, "Lalo" Huerta, un chileno que brilló en la década del 40 hasta los 60. Hizo todos los talleres que estaban a su alcance e intercambiaba conocimientos con sus colegas. 
Otro sueño de Fabio era transmitir lo que había aprendido, algo que se  hizo realidad en 1996, atrás de la antigua casa de música Charles Robbins. El proyecto empezó a crecer rápidamente y merecía un espacio mayor: de esa manera nació la Escuela de Saxofones San Luis. 
Algo que le dio forma a su escuela fueron las observaciones que Fabio hizo cuando visitaba algunos lugares, donde se encontraba con muchos pianos empolvados por el desuso. Notaba que además de polvo estaba el mal recuerdo de las clases estructuradas, cuando él sostiene como método de enseñanza que la música debe generar placer. 

Sus observaciones y su filosofía respecto a la música fue lo que hizo dejar fuera de su proyecto la estructura del tiempo de las clases, de los horarios predeterminados, las presiones y el hermetismo de conservatorio. En la "Escuela...", el saxofonista busca crear alumnos libres con su instrumento y la forma de aprender es escuchar los sonidos que generan y dictar un programa sencillo que ayuda a desarrollar algunos aspectos técnicos de la música. Desde su nacimiento, el lema de la escuela es crear músicos libres y felices.
Aún con su gran sueño en pie, Fabio no se detiene. Apunta a que su escuela sea una eterna aula abierta, que sus alumnos se acerquen cuando puedan y quieran, con el claro objetivo de que su proyecto perdure en el tiempo, en sus alumnos y, también, más allá de ellos. González sueña, en una escuela perenne.
Actualmente Marita Chávez es la co-equiper del director en el dictado de clases. Marita comenzó su carrera como alumna de la Escuela de Saxofones hace cuatro años y hoy transmite lo aprendido a los alumnos que inician este asombroso recorrido. Fabio dijo “ella es alumna mía y yo soy alumno de ella también, es divino eso, poder articular y romper con la hegemonía”. 
La escuela mantiene activos sus ensayos los sábados por la mañana, ya que proyecta un show homenaje a los 50 años del rock y al octavo álbum de The Beatles “Sgt. Pepper's Lonely Hearts Club Band”. La expectativa es superar los shows que ya realizó la escuela, donde hubieron 17 saxofones simultáneos. Ahora se espera superar en 10 esa cifra.