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Una enfermedad infecciosa reconocida hace 150 años

La médica dijo que hay estar atentos con pacientes que tengan malnutrición, HIV o hagan quimioterapia.

Por Matías García Elorrio
| 01 de abril de 2018
Inmunidad. La única forma de prevenir el sarampión es darle la vacuna a los niños de un año. Foto: Shutterstock.

El sarampión es una enfermedad reconocida como tal desde hace poco más de 2.000 años, pero su naturaleza infecciosa no se admitió hasta hace 150 años. En 1946 el médico danés Peter Ludwing Panum estudió una epidemia en las Islas Feroe (archipiélago del Atlántico Norte, entre Escocia, Noruega e Islandia) y comprobó que se trataba de una enfermedad contagiosa con un período de incubación de dos semanas que después de contraerla confería inmunidad.

 

En 1954 los científicos John Enders y Tomas Peebles logran propagar un virus salvaje en células primarias de un riñón humano en cultivo, lo que fue el pre requisito para el desarrollo de una vacuna con virus vivos atenuados, que fue aprobada en los Estados Unidos recién para 1963. Además, el pediatra norteamericano Henry Koplik, descubrió el “exantema” que provoca el virus en la boca del paciente, justo en la cara interna del carrillo y a nivel del segundo molar superior que lleva el nombre de “manchas de Koplik”, por haber sido él quien las descubrió.

 

Todos estos datos sobre el sarampión los proporcionó la médica puntana María del Valle Chada, quien tiene 25 años de experiencia como Infectóloga. “La única forma de ser atacado por el virus del sarampión es haber estado en contacto con una persona enferma y no tener la inmunización adecuada. Los motivos pueden ser; o bien porque no se vacunó en los tiempos que exige el calendario o porque aunque recibió ambas dosis esa persona puede formar parte del 10 por ciento de falla de la vacuna que existe por estadística. Es decir que por estos motivos la persona no monta una respuesta inmunológica adecuada”, agregó.

 

Además destacó que “hoy en Argentina la única forma es haberse contagiado de alguien que trajo el virus desde otro país o bien porque al viajar a alguno de estos países donde hay circulación del virus, fue contagiado”.

 

Sobre la evolución de la enfermedad explicó que “la primera manifestación es que entre los 10 a 15 días de haber ingresado el virus en el organismo la persona va a experimentar lo que en medicina denominamos 'triple catarro'. Empieza con un resfrío, dolor en la garganta, tos, malestar general, conjuntivitis; además de fiebre muy alta. Esto se puede confundir con un resfrío común, pero cuando se trata de sarampión aparecen adentro de la boca unas manchas de color gris, con un centro rojizo, que se ven al frente de los segundos molares que los médicos lo pueden ver cuando con el 'bajalengua' corre el carrillo. Y a los pocos días aparece el exantema, que son las manchas de color rosado que empiezan en la cara, después en el cuello y el cuero cabelludo, para extenderse por el resto del cuerpo”.

 

La médica explicó además que “a los tres días de esparcido el sarpullido, extrañamente el paciente empieza a sentirse mejor. Porque este proceso no tiene que ver con la lesión directa del virus sino con la respuesta inmunológica del organismo. Lo que el cuerpo hace es montar una respuesta inmunológica y por eso aparece lo que se denomina 'rush', que son los anticuerpos que están neutralizando el daño del virus. Así es que desaparece la fiebre y en unos diez días la enfermedad se termina”.

 

Chada dijo que “como casi todas las enfermedades de la infancia son benignas hasta que se complican. Y el sarampión se puede complicar. Por ejemplo, en niños mal nutridos es probable que se produzca porque la respuesta inmunológica no parece depender de anticuerpos, sino de inmunidad celular. Esto también afecta a los pacientes con HIV y a los que transitan un tratamiento de quimioterapia o con medicamentos con corticoides. Porque lo primero que pierden es justamente la inmunidad celular. Todos ellos son las más proclives a sufrir complicaciones en caso de contraer el sarampión”. Y agregó que “al  ser personas que no pueden montar una respuesta inmunológicas, no pasan por el estado del exantema y en cambio van directo a una neumonía o a una encefalitis. Por eso el médico tiene que estar muy atento con pacientes que tengan estos antecedentes inmunológicos, porque saltean las etapas clásicas de la enfermedad. Y si está cursando una neumonitis, que es mortal, a veces no se tiene en cuenta que pueda ser a causa del sarampión, porque en nuestro país hasta ahora no había casos autóctonos y se lo consideraba erradicado”.

 

La especialista dijo que en toda su carrera no había atendido casos de sarampión, pero sí diagnosticó hace dos años a una nena con tos convulsa, una enfermedad que está dentro del programa de vacunación obligatorio y gratuito: “La madre me decía que debía tener una vida natural y consideraba que era importante que su hija tuviera infecciones naturales para adquirir inmunidad. Pero lo grave fue que además de la nena también se enfermaron la abuela y el tío, que tenía 17 años”. Y recordó que esa patología hace que la persona pase hasta dos semanas tosiendo constantemente, “lo que provoca vómitos y convulsiones que es lo peligroso, sobre todo para los adultos que están en riesgo de perder la vida”.

 

También contó que a su consultorio llega, “mucha gente que no se vacuna contra la gripe, por ejemplo, porque la única vez que lo hicieron transitaron alguna enfermedad de las vías respiratorias que por supuesto no fue gripe, pero que les sirvió de excusa para no vacunarse más”. La médica clínica señaló que “lo importante es que la gripe es otra cosa, porque es más fuerte incluso que una bronquitis”. Y destacó que ha diagnosticado varios casos de tuberculosis: “Al menos uno cada dos meses en gente joven que además es inmunocompetente”, pero enseguida dijo que “si bien hace años era una enfermedad que generaba mucho miedo, hoy es totalmente curable”.

 

 

Mortal para los niños

 

Según el último informe que dio a conocer la Organización Mundial de la Salud (OMS), el sarampión es una de las principales causas de muerte entre los niños pequeños, a pesar de que hay una vacuna segura y eficaz para prevenirlo. En 2016, hubo 89.780 muertes en todo el mundo y fue la primera vez que el número de fallecidos a causa del sarampión fue inferior a los 100.000 por año.
La vacunación logró reducir la mortalidad mundial por esta causa en un 84 por ciento entre 2000 y 2016. Y en ese año aproximadamente un 85 por ciento de la población infantil mundial recibió, a través de los servicios de salud habituales, una dosis de vacuna contra el sarampión antes de cumplir un año de vida. La OMS estimó que en esos 16 años la vacuna contra el sarampión evitó unos 20,4 millones de muertes, lo que la convierte en una de las mejores inversiones en salud pública. En cambio en el 2000, el porcentaje de niños inmunizados había sido del 72 por ciento.
La mayoría de las muertes por sarampión se deben a complicaciones que son más frecuentes en los menores de 5 años y los adultos mayores de 30. 
 

 

 

 

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