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Leticia Maqueda, una vida dedicada a la historia

La vida de una de las profesoras más reconocidas de la provincia tiene muchos puntos atractivos en donde detenerse.

Por redacción
| 09 de julio de 2018
Una mujer con historia. Leticia fue docente y funcionaria en varios ámbitos. Foto: Alejandro Lorda.

En pleno centro de San Luis, la historia se revive en cada rincón de una antigua vivienda del siglo pasado. La construcción era la única de la cuadra junto al edificio municipal en el San Luis de hace unas décadas y ahora, rodeada de negocios en la calle Belgrano, la casa de la familia Maqueda se conserva perfectamente. Actualmente vive allí Leticia Maqueda.

 

Cálida, sonriente y simple, Leticia recuerda en detalle el desarrollo de su vida. Comenzó el jardín en el colegio Lucio Lucero junto a, entre otros, el ex gobernador Adolfo Rodríguez Saá, con quién años después trabajaría. Sus estudios primarios fueron en la escuela Paula Domínguez De Bazán y egresó en el Aleluya, en la tercera promoción de esa escuela.

 

“Yo estudié en Mendoza. Fui a la facultad de Filosofía y Letras, no me fui con la idea de estudiar historia en realidad”, recuerda Leticia. Recaló en esa carrera porque el primer año era común para todos los alumnos y su profesora de introducción a la historia le contagió la pasión. Tiempo después Maqueda se recibió de licenciada y profesora de historia.

 

Al recibirse volvió a San Luis, donde comenzó su carrera docente, que duró 30 años aproximadamente. En sus inicios dictó clases en el Colegio Nacional, Aleluya, Normal Mixta, Paula Domínguez de Bazán, Polivalente de Arte, entre otros. Hasta que finalmente concentró todas sus horas entre el colegio Aleluya y la Normal Mixta. “Siempre mis clases de Historia las di apoyada con la literatura”, agregó.

 

Con su impronta que denota una dualidad entre alegría y seriedad Leticia reconoció haber tenido dos grandes pasiones: “Una es la cultura, el trabajo cultural; y la otra es la docencia”.

 

Por esos años, la actividad cultural de la provincia se llevaba adelante a partir de instituciones. Leticia ingresó a la junta de historia presidida por Víctor Saá y María Delia Montiveros. “Víctor era un apasionado de la historia, veía a una persona joven y lo invitaba a participar, investigar y leer”, recuerda Leticia, quien ahí comenzó a estudiar la historia de San Luis, que no estaba dentro de su currícula universitaria.

 

En el '85, su ex compañero de jardín y en esos años el gobernador de la provincia, la convocó a cubrir la dirección de enseñanza media. “Al principio me dio pánico y dije que no. Pensaba que una cosa era dar clases y la otra era ocuparse del sistema educativo”, recordó.

 

Tras esa propuesta Maqueda se dedicó a la gestión educativa y dejó la docencia. Leticia considera que durante esos años pudo llevar a la práctica cosas con las que ella soñó, en un contexto en el que habían muy pocas y precarias escuelas provinciales. “De a poco empezamos a crear escuelas, tomando contacto con la realidad del interior. Esa fue una de las experiencias más fuertes y hermosas que me tocó vivir”.

 

Cuatro años después le tocó un reencuentro directo con una de sus pasiones en la Subsecretaría de Cultura. Maqueda define cada momento en detalle como si estuviese dictando una clase privada de historia. La pasión y el recuerdo se hacen notar rápidamente.

 

La docente estaba en función cuando el proyecto del Monumento al Pueblo Puntano de la Independencia comenzó a idearse. Trabajó desde que en aquel espacio había tierra y un monolito, hasta la construcción que hoy se erige en Las Chacras.

 

La obra se eligió en un concurso. El proyecto ganador fue el de los “Pirquineros”, un grupo integrado por Hugo Larramendi, Walter Lucero y Julio César Domínguez. En la construcción participaron dos jóvenes de la sociedad, que recién comenzaban en la construcción: Rovella y Carranza. La poesía de Beba Di Gennaro también estuvo presente y el monumento se convirtió en un trabajo totalmente puntano. Leticia investigó la parte histórica y realizó un arduo trabajo de gestión.

 

“Viajamos a San Lorenzo junto a Adolfo para traer las cenizas de los granaderos. Bajamos del avión y eso fue un golpe emocional: había muchísima gente, como un desfile silencioso hasta la Catedral. Habían granaderos que los llamaban por el nombre a los puntanos que estaban en las urnas y con fuerza gritaban ¡presente!”, en su relato Leticia describe que la emoción fue colectiva.

 

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