SAN LUIS - Domingo 12 de Mayo de 2024

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Tristeza y aburrimiento, las emociones más expresadas por las infancias

La Facultad de Psicología de la UNSL desarrolló un estudio que revela que los niños y niñas demostraron su sufrimiento psíquico a través de problemas psicosomáticos.

Por redacción
| 15 de agosto de 2021
Durante la pandemia diminuyeron su autoestima y padecieron insomnio. Foto: internet

"Nadie piensa en nosotros”, fue la frase más pronunciada por las infancias y adolescencias de entre 6 y 18 años. Y sus dichos parecen condecirse con la realidad. Según especificó una encuesta que realizó la Sociedad Argentina de Pediatría (SAP) a nivel nacional, en las conclusiones preliminares, los niños, niñas y adolescentes “sienten, en cierta medida, que no se les ha permitido ser niños y que han visto sus derechos mucho más limitados que los adultos. Confrontado con la realidad y las medidas de cuidado implementadas desde el comienzo de la cuarentena, puede afirmarse que no solo es una percepción, sino que responde claramente a la realidad de lo ocurrido”. Esta sensación de “olvido” fue acompañada por los sentimientos de tristeza y aburrimiento que las y los más pequeños, en un 74 por ciento de los casos, experimentaron respecto a la cuarentena el año pasado.

 

Para completar el cuadro, la Facultad de Psicología de la Universidad Nacional de San Luis (UNSL) develó, a través de un estudio, que los niños y niñas demostraron su sufrimiento psíquico por medio de diferentes conductas como trastornos psicosomáticos o dificultades para dormir. Si bien el mundo colocó en un principio a las infancias como portadoras de la enfermedad y, de algún modo, fueron las menos visibilizadas, hoy pueden ser las que la padecen e incluso sufren las consecuencias del estrés de sus padres.

 

La encuesta que realizó la SAP, llamada “Percepciones y Sentimientos de Niños Argentinos frente a la Cuarentena COVID-19”, tuvo una muestra de más de 4.500 niños, niñas y adolescentes, de los cuales, según contó Cecilia Pereyra Sánchez, médica pediatra que participó del estudio, unos 150 participantes fueron de San Luis. “Encuestamos a chicos y chicas de diferentes localidades de la provincia, de escuelas públicas y también privadas. Reflejamos todos los estratos sociales y económicos”, explicó.

 

 

Las clases online no fueron bien recibidas por las y los chicos. Sienten que hay una alta demanda en una situación extraordinaria y que están abrumados. Además, perciben que la enseñanza pierde calidad y contenidos, que es socialmente injusta y que ha absorbido un instrumento de diversión y esparcimiento (como la conectividad online a distintos dispositivos), transformándolo en parte de sus obligaciones.

“En las respuestas de los chicos se expresó su dolor psicológico; ellos decían: ‘Nadie piensa en nosotros’, por ejemplo. Además, se reflejaron varias cosas como un entorno familiar disfuncional demostrado en frases como ‘esta casa ya no da para más’ o ‘prefiero estar en la escuela’. También se les preguntó qué extrañaban más, y todos, en general, respondieron que a sus amigos, abuelos, sus actividades diarias, hacer deporte, salir a jugar y ser libres”, comentó la pediatra.

 

Además, cuando les preguntaron a los niños, niñas y adolescentes a qué le temían, no expresaron sentir miedo de enfermarse, pero sí a que les pase algo a sus padres y abuelos. Y esto se condice con la investigación que realizó la doctora en psicología, Alejandra Taborda, junto a otros colegas, llamada “Duelos en la niñez y psicoterapia en tiempos de pandemia”.

 

La psicóloga afirmó que “la pandemia ubicó a los niños en portadores y ahora pueden ser quienes lo padecen. Pero al ponerlos en ese lugar, lo que sucede es que ellos experimentan un mayor temor a la orfandad. Entre los 6 y 9 años el niño no teme, dentro de la bibliografía que manejamos, profundamente a su propia muerte, pero sí a la de sus papás”.

 

“El estudio de los reportes científicos, incluso de Unicef, dice que los niños han expresado su sufrimiento psíquico con distintas conductas. Los chicos de 2 a 5 años lo que con más frecuencia han expresado son problemas psicosomáticos, dificultades para dormir, pesadillas, búsquedas de apego mucho más relevantes que en otros momentos, que inhiben procesos de exploración. Inclusive esta búsqueda de apego se ha incrementado con un aspecto conflictivo: por un lado buscan el apego y se resisten a ser separados y, por otro, muestran conductas berrinchudas, de oposición o de parecer no querer estar y, sin embargo, tratar de estar más que nunca sin que el otro se vaya”, detalló.

 

Según la investigadora, sucede que “las personas, frente a cualquier pérdida, material o simbólica, marcan el inicio de procesos de duelo. Estos tienen etapas que son correlativas, en el caso de los niños, con el aumento de berrinches, llantos prolongados sin un desencadenante aparentemente claro, trastornos en el sueño y, como los niños tienen limitaciones en el lenguaje, un modo de manifestarlo es a través del cuerpo, ya sea con desregulaciones motrices, enfermedades psicosomáticas, que fueron lo característico en edades de 5 a 8 años, que si bien el lenguaje empieza a tener una evolución muy importante, todavía no se configura en un recurso para pensarse a sí mismos, y acá tenemos un bache teórico, porque en lo habitual, estos procesos de pérdida se dan a un ritmo de que de repente perdés algo y emerge un proceso de reorganización; pero en tiempos de pandemia, es una sumatoria de pérdidas y una desregulación temporal porque no sabés mañana qué nueva cosa se puede perder”.

 

Taborda indicó que la rutina, en particular la escolar con sus rituales, tiene una función en la organización psíquica de las y los niños, y eso se vio interrumpido. “Estos procesos de subjetivación que se desarrollan en la escuela sirven para tramitar la conflictividad propia de cada edad. Es allí donde los chicos tienen a sus afectos más sustanciales, los amigos íntimos, intentan expresar su autonomía y aprenden a vencer sus temores fuera de sus casas, entre pares”, manifestó.

 

También remarcó que los colectivos de las infancias han sido los menos visibilizados. “El sentido es que cuando los niños van a la consulta es porque hay un adulto que leyó lo que le pasa en términos de sufrimiento psíquico, y quiere aliviarlo. Pero los adultos estamos en una situación en que la disponibilidad es menor para leer esto, porque también estamos abocados a mantener la subsistencia propia de la familia”, describió.

 

La psicóloga sostuvo que a este ritmo, algo que comenzaron a observar es que “los chicos y chicas se están acostumbrando a la falta de contacto escolar y volver a esta rutina les va a costar mucho, no solo por lo que implica en sí, sino también por el contacto con otras personas con protocolo, donde no es un contacto tranquilo, sino que hay un fantasma del contagio o la negación de la enfermedad, que de todos modos eso también habla del sufrimiento vigente y de una negación de la realidad”.

 

Redacción/MGE

 

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