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José Alberto "Pato" Gatto: un siete bravo

En los torneos locales solo jugó para Sportivo Estudiantes. En los regionales fue refuerzo de Juventud. Integró la Selección sanluiseña. Convirtió más de 400 goles. Lo quisieron llevar Vélez, Atlanta y Gimnasia de Mendoza.

Por Johnny Díaz
| 29 de agosto de 2021
Foto: Martín Gómez/gentileza.

Con su inconfundible voz ronca, Alfio "Coco" Basile le dijo mientras jugaba en sus manos con dos paquetes de cigarrillos: "Pibe, ¿vos querés jugar en la Primera de Vélez?". Él lo miró incrédulo, sorprendido, atónito, casi sin saber qué responder, hasta que le salieron unas pocas palabras: "Sí, me encantaría, pero no soy jugador libre, mi pase pertenece a Sportivo Estudiantes".

 

El protagonista del diálogo con quien supo ser técnico de la Selección argentina de fútbol es José Alberto Gatto, el "7" bravo de los "albiverdes", y fue durante una cena en los salones del Automóvil Club San Luis, en 1984.

 

 

 

 

¿Cómo se dio la charla? Fue cuando Sportivo Estudiantes festejaba el 64º aniversario de su fundación —ocurrida el 20 de junio de 1920— y había invitado a jugar un cuadrangular a los planteles de Pueyrredón de Villa Mercedes, Talleres de Córdoba y Vélez Sarsfield, que había llegado con un temible equipo. En "El Fortín" estaban Larraquy, Bujedo, Cucciufo, Carlos Fren, Carlos Bianchi —en el banco, recuperándose de una lesión— y Carlos Navarro Montoya, quien recién había venido de Colombia, entre otros.

 

En ese minitorneo, Estudiantes eliminó a Pueyrredón con un golazo de José Alberto Gatto y Vélez hizo lo propio con Talleres, por penales. El domingo se jugó la final y los locales vencieron a los de Liniers 2 a 0 con goles de Raúl Zabala y Ciro Magallanes. Gatto tuvo una actuación descollante, a tal punto que Bujedo le dijo: "Si me volvés a pasar, te rompo todo".

 

Durante la cena, se produjo la conversación entre el técnico velezano y el jugador “albiverde”. Gatto recuerda que después que le dijera eso a Basile, habló con el presidente Humberto “Bocha” Torres, quien no quería desprenderse de él y le tiró un comentario lapidario: "Pibe, podrás valer la plata que piden, pero en Buenos Aires no te conoce nadie; una lástima, te deseo lo mejor". Fin a una de las posibilidades que tuvo el "7" de Estudiantes.

 

José Alberto nació el 24 de diciembre de 1960 en una casa de Martín de Loyola entre Chile y Rivadavia (hoy Estado de Israel), y es hijo de María Gracia D'Agata y de Julio Luis Gatto. Sus primeros pasos en el fútbol los dio en la famosa canchita del barrio Norte (ex Rincón del Diablo), donde se juntaba con sus amigos de aquella época, entre quienes se encontraban los hermanos Carlos y Jorge "Coco" Muñoz; "Pilo" y "Cacho" Parnisari; "Quito" Heredia; Eduardo, ”El Yuyo” y “El Bomba” Baigorria; Mario Alberto “El Negro” Magallanes; "El Gringo" Gitto, y un montón más que formaban un imbatible grupo de niños-adolescentes que le daban duro a la pelota hasta caer la tarde o el llamado de un familiar. “En esa canchita me fui formando y aprendí muchísimos secretos del fútbol de aquellos años”, expresa hoy en su oficina del Archivo Histórico de la Provincia, donde presta servicios.

 

 

 

Gatto integró filas y jugó con grandes jugadores de la institución “albiverde”. Se destacó siempre por jugar de "7", un puesto hoy casi desaparecido. Cuenta que su padre, Julio Luis, lo fichó en Atlético Huracán porque él era jugador de la entidad sureña, pero su pasión estaba ligada a jugar en Estudiantes. “Estaba en una encrucijada, mi padre quería que defendiera los colores de 'El Globito' y por el otro lado estaba mi fanatismo por el club del barrio”. Por eso, un día le contó a Mario Magallanes lo que le estaba pasando y él, que conocía mejor a su padre, le sugirió que no jugara por un año oficialmente, porque transcurrido ese tiempo quedaría libre, y así fue. "¿Usted se imagina a un niño de 13 años sin jugar a la pelota en esos años? Fue terrible”, confiesa.

 

“Pasó el año —relata— y mi amigo Mario consiguió que mi padre le firmara una autorización para que fuéramos a la liga a ficharme para Estudiantes. Fuimos y a los días ya era jugador de Estudiantes. Mi alegría era enorme”.

 

Jugó un solo partido en cuarta división con la casaca número ocho junto a Alejandro “El Blandito” Gómez y Carlos Sosa Falcioni, quienes un año después llegarían a primera división. Si bien el técnico era Ufano, admite que Alejandro Spagnuolo fue quien le dio el espaldarazo final.

 

“Pato", tal como se lo conoce en el fútbol, dice que debutó a los 14 años y con un gol. Fue el 20 de junio de 1974 en un amistoso contra el Sporting Club Victoria y en conmemoración de un aniversario más de la fundación de Estudiantes. En el "Albinegro" atajaba Juan Carlos Sosa, mientras que en el "Albiverde" jugaron "Vitrola" Sosa, Atilio "El Tero" Muñoz, "Pocho" Presti, Pedro Agüero "El Botella" y al arco estaba Antonio "El Loco" Camargo.

 

De su debut trae a la memoria un hecho que le dejó enseñanzas. "Resulta que en una jugada la pelota me queda para pegarle al palo derecho del arquero, al tiempo que Agüero me pedía que hiciera centro y de nuestro arco escuchaba el vozarrón de Camargo que me gritaba 'centro atrás, centro atrás'. Yo no les hice caso, hice un mal gesto y pateé al arco; la pelota se fue afuera, sin destino. Cuando terminó el primer tiempo, ingresando a los vestuarios, Camargo me pegó un empujón y una cachetada que todavía la siento. 'A mí no me vas a faltar el respeto, pendejo de m…’, me dijo y ahí quedó todo".

 

Después de ese episodio estuvo un tiempo sin jugar, hasta pensó en no volver, pero se dio cuenta que no podía ser tan insolente y hasta los directivos lo fueron a buscar a su casa para que regresara. "Antonio estaba próximo a su retiro, pero esa situación me marcó un poco y en mi carrera me sirvió de mucho”, aclara.

 

José Alberto dice que en torneos locales nunca jugó para otro club que no fuera Estudiantes. Y eso que, además de Vélez, tuvo posibilidades de emigrar a Gimnasia y Esgrima de Mendoza cuando vino Víctor Legrotaglie a buscarlo; también a Atlanta cuando arribaron interesados en Darío Cavallaro y "Lalo" Zabala. Reconoce que cuando le llegó la chance recién se casaba y Ángela, su señora, estaba embarazada de Agustina, una de sus dos hijos; el otro es el goleador Nicolás. Tampoco jugó en los equipos de Juventud Unida Universitario Pringles o en la Alianza de 1979. Se corrió el rumor, pero estaba lesionado, tenía una fractura de muñeca y no fue convocado. “No fue una frustración, porque nunca se oficializó el pedido a mi club. Sí fui jugador de la Selección sanluiseña de fútbol en varias ocasiones”, precisa orgulloso.

 

 

 

“En los torneos regionales jugué de refuerzo en Juventud. No iba solo, a veces convocaban a ‘Coqui’ Abdala o Raúl Bautista, o viceversa. En cambio, cuando el clasificado era Estudiantes, del ‘Juve’ venían Gerardo Quiroga, ‘El Chora’ Gómez, Ramón ‘El Llamarada’ Godoy o Cavallaro... Siempre se convocaba a los que a lo largo de la temporada habían tenido un buen desempeño". Y marca la diferencia dirigencial: "En Juventud te exigían pero te cumplían lo pactado, eso en Estudiantes no pasaba, salvo en la gestión de don Pedro Benoza. Decí que nunca viví del fútbol, era una extra".

 

Justamente, considera que en los regionales fue donde mejor rindió. “Un día contra Pacífico en General Alvear hice dos goles en un partidazo. Al terminar el encuentro se arrima Víctor Sosa, del cuerpo técnico, y me dice ‘te buscan abajo’. Descendí del ómnibus y me encontré con un grupo de unos diez niños con lápiz y papel en la mano. Me pedían que les firmara un autógrafo. Sentí tanta vergüenza que no lo podía creer. ‘El Pelado’ Diez, otro excelente dirigente de Juventud, me dijo que me dedicara al fútbol, porque ahí iba a triunfar", cuenta.

 

Los pasatiempos en los viajes con los planteles eran moneda corriente y entre tantas anécdotas, rememora una. "Junto con Villa Mercedes integrábamos una zona y en uno de esos viajes, nos pusimos a jugar por plata a los dados, al cacho o pase inglés y otros al truco, los juegos más comunes. Estábamos muy concentrados hasta que llegó un momento en que los ánimos se caldearon, el griterío era infernal, se nos acercó el técnico Richard Barloa y de un manotazo arrojó los dados por las ventanillas. Nos queríamos morir, entonces inventamos un juego por plata que consistía en acertar la patente del auto que venía en sentido contrario. Cuando uno se acercaba, sacábamos la cabeza para ver quién acertaba y el ganador se llevaba el pozo de las apuestas. Éramos incorregibles", puntualiza.

 

Gatto dice que no tiene una estadística de cuántos torneos y partidos jugó, pero sí está seguro de que convirtió más de 400 goles, una cifra impresionante para un jugador que no era un goleador como Pedro "Botella", "El Chino" Benítez o Juan Gilberto Funes.

 

Como buen apasionado por el deporte que mueve multitudes no deja de contar anécdotas, entre ellas con el máximo ídolo puntano. "Estábamos con 'Coco' Muñoz,' Lalo' Zabala y Juan Funes con un buggy, en la plaza Pringles. Apostamos una sidra a que Juan no se subía a la vereda y daba una vuelta con el buggy... y lo hizo. No lo podíamos creer. Juan era muy carismático y excelente amigo, no lo voy a descubrir yo, pero era un gran amigo de verdad”.

 

 

Y devela otro momento compartido con el "Búfalo". "Juan estaba de refuerzo para jugar un Regional y como a mí me gustaba jugar de arquero, me pidió que lo ayudara a seguir perfeccionándose; él pateaba y yo atajaba. Un día nos quedamos hasta tarde y vino don Velásquez, el canchero, para decirnos 'muchachos, terminen, váyanse a sus casas, ya es de noche, mi familia me espera’. Ese era Juan, muy responsable en lo que emprendía”.

 

"Pato" fue campeón en el 79, 81, 87 y 89. Se retiró joven, a los 29 años, cuando sentía que podía dar mucho más, pero hubo una situación en el club que no pudo soportar. "Jugábamos la final contra Nueva Chicago en nuestra cancha. Ellos tenían un jugador de apellido Aguilera que era incontenible, pateaba el córner y saltaba a cabecear; no lo podíamos creer. Perdimos 3 a 1 (en la ida habíamos empatado 1-1) y en el vestuario de los visitantes se quedaron sin agua, entonces vinieron al nuestro, pero Aguilera se descompuso y estuvo a punto de convulsionar. Yo le dije al presidente que hiciera un acta de lo sucedido con la presencia de un escribano, el veedor de AFA y el doctor Horacio Guiñazú, pero no quiso, me dijo ‘y si ganamos y nos dan los puntos ¿qué hacemos?’. No lo podía creer, se me cayó una imagen, no valoraban el esfuerzo que significaba entrenar duro, estar lejos de la familia, nada. Ahí me pregunté ¿qué estoy haciendo acá?'', precisa y agrega con resignación: "Me dio mucha impotencia cuando dejé por lo que sucedió frente a Nueva Chicago. Nunca lo podría entender, dije adiós y no jugué más".

 

"El Pato" —además— guarda entre sus recuerdos la casaca que le regaló Tombolini después que le hiciera el gol a Juventud en octubre de 2013.

 

Por último, señala dos hechos importantes. En 1992 fue a buscarlo Sergio Sbrigata para que jugara en Sportivo La Calera, donde la presidenta era la actual senadora Mabel Leyes. "Pelusa" Sosa, Melián y Gerardo Gómez, entre otros, eran parte del plantel. Jugaron la final frente a Pringles en la cancha del Ejército Argentino y ascendieron con un gol de Gómez. Otro sucedió en 2004, cuando ocupó la vicepresidencia de Estudiantes. Andrés Vallone era el presidente, lo hizo por su pedido y aceptó por su gran amor al club. Fue su última acción por la entidad que lo vio nacer y triunfar.

 

Consultado sobre qué le dejó el fútbol, no duda en contestar: "Un montón de amigos, una gran enseñanza y una hermosa familia en la que están orgullosos de llevar el apellido Gatto. Me enseñó a ser más responsable y más disciplinado por las exigencias que eso implica. Muchos dejan por distintas razones, a mí me dio grandes satisfacciones y jugar era una enorme alegría".

 

 

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