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Lucas Velázquez, "El Machuca": gastronómico, boxeador y tanguero

De niño fue trabajador gastronómico. Su fama llegó a Villa de la Quebrada, donde su bodegón era el más visitado por sus típicas comidas y la calidad de espectáculos. Además, fue boxeador y gran bailarín de tangos.                                  

Por Johnny Díaz
| 26 de diciembre de 2023
"El Machuca". Marcó un antes y un después en materia gastronómica en las fiestas de la Villa de la Quebrada. Foto: gentileza.

Quién no fue atendido en el Sportman por “El Machuca”? ¿Quién no fue a ver una pelea de "El Machuca" en el Guay Curú o en el club Belgrano? ¿Quién no aplaudió a "El Machuca" cuando saltaba a la pista para bailar un tango o quién no pasó alguna vez por el restaurante de "El Machuca" en Villa de la Quebrada?

 

Eso y mucho más se podría decir de Lucas Roberto Velázquez, más conocido como "El Machuca", un sanluiseño nacido el 18 de octubre de 1916 que de muy temprana edad salía de la casa de sus padres para ayudar con algunas monedas en el sustento diario de la numerosa familia.

 

"El Machuca" fue uno de esos personajes inolvidables que tienen las ciudades del interior y que muchas veces se destacan simplemente por audacia, simpatía o picardía. Y es el mismo pueblo el que lo lanza a la fama, a la consideración de quienes lo conocieron o sabían de alguna de sus cualidades.

 

Velázquez era un arquetipo de aquellos años. De buen porte, ojos claros, elegante para vestir, educado y muy atento, rápidamente supo ganarse un espacio en la noche puntana. Supo ganarse la vida aprovechando sus cualidades innatas. Paralelo a su trabajo, practicaba boxeo, "un deporte que llevo en la sangre", aseguró un día cualquiera.

 

 Feliz. Rodeado de su familia, "El Machuca" festejó sus 75 años como debía ser: con una fiesta. Foto: gentileza.

 

Marta, una de sus hijas, cuenta que cuando era niño salía a cazar pajaritos con una gomera colgada al cuello, acompañado de un grupo de amigos y su fiel perro llamado "El Motinero", que lo acompañaba a todas partes.

 

"Mi padre ingresó a trabajar al Sportman, un lugar donde se podía tomar el té, se hacían grandes bailes y además tenía una intensa actividad social y varios billares que frecuentaba la juventud de ese entonces", relata la mujer.

 

Mis padres eran infaltables en los bailes de Los Ranqueles; dicen que armaban rueda para verlos bailar (Mirtha Velázquez, hija de “El Machuca”)

Al año, "El Machuca" pasó a desempeñarse como cantinero y luego, mozo en el mismo lugar. Los clientes ya lo conocían por su esmerada atención y cordialidad. Muchos preferían esperar para que los atendiera el reconocido mozo.

 

"Papá era un eximio bailarín de tangos y los fines de semana que podía era infaltable en las milongas, pero, además, cuando el Sportman cerraba, bailaban en el patio Andaluz, un lugar emblemático de la sociedad puntana. Muchos de los habitué se quedaban a gozar de sus improvisadas presentaciones".

 

"Tenía una particularidad muy grande para bailar, un arte que fue consiguiendo con el paso del tiempo, siendo años después muy reconocido por sus cualidades de bailarín", agrega.

 

 "El Machuca". Fue padrino de casamiento de su hija Mirtha. Foto: gentileza.

 

Cuentan que Julio Luis Gatto, (Julio Luis Morando), el reconocido actor puntano, hoy retirado de la actividad, lo convocó para participar de la obra teatral "El rubio Millan", donde José Dimas Leiva hacía el personaje de matón llegado de Buenos Aires y que trabajaba de achurero.

 

"Para la presentación, hicimos una puesta en escena muy buena: buscamos a un guitarrista, ‘El Quila’ Gil; al bandoneón de don Maldocena; al cantante Mario Quiroga, y al gran bailarín Lucas Roberto ‘El Machuca’ Velázquez. Pero había un problema: no teníamos bailarina. Entonces alguien gritó: '¡Traigan a la Clementina!', quien trabajaba en La Victoria, donde ‘El Machuca’ era el rey del compás, y se armó la gran noche", recuerda Gatto.

 

"Se robaron los aplausos de la noche. Tenían que bailar un tango y una milonga: ‘La cumparsita’ y ‘La puñalada’. Tuvieron que volver a bailar y Mario Quiroga se quedó sin cantar; fue un exitazo. Verlo bailar a ‘El Machuca’ era atrapante, cautivante", decía el hoy retirado actor.

 

"El Machuca" se casó con el gran amor de su vida, Ceferina Italia Leopoldo Cuello, y tuvieron cinco hijos: Roberto, Marta, Miguel, Mirtha y Huguito. Vivía en una vieja casona de calle Colón al 549 de la ciudad de San Luis, donde se montaba un ring y se practicaba boxeo. Hoy hay una iglesia al lado del edificio del Concejo Deliberante. Para "El Machuca" no fue ajeno el deporte de los puños y era común verlo en las veladas boxísticas que se hacían en esa casa, en el Guay Curú y también en el club Belgrano, donde, años después, trabajaría como cantinero.

 

 Dos por cuatro. Con una de sus hijas, en una fiesta familiar. Foto: gentileza.

 

 Su hija recuerda que su padre fue seleccionado para representar a la provincia en un torneo cuyano de boxeo realizado en la provincia de San Juan.

 

Sus amigos del box decían que ellos le pusieron de sobrenombre "El Machuca" "porque a los rivales que le pusieran enfrente los machucaba. Y desde el ring-side le gritaban: ‘¡Machucalo, machucalo!’... y así quedó”.

 

Con los años, acrecentó su fama de buen gastronómico en Villa de la Quebrada: "El Machuca" fue sinónimo de buen comer; un nutrido grupo de mozos encabezados por sus hijos y el resto de la familia se encargaban de la atención. Había que hacer fila para entrar y saborear comidas típicas sanluiseñas. Sopas, locro, empanadas, chivo con chanfaina, asado, parrilladas y pollos al horno eran parte del menú. Además, los mejores grupos folclóricos se daban cita en el lugar para deleitar mesa por mesa a los comensales. Esa situación se vivía días antes de las festividades del Cristo de la Quebrada y continuaba un par de días después.

 

A su conocido salón concurrieron gobernadores, ministros, políticos, educadores, empresarios, ganaderos, chacareros, artesanos, profesionales, músicos y feligreses llegados de distintas partes del país. Muchos se agolpaban en la puerta de acceso por lo menos a escuchar música, generalmente tonadas, cuecas y gatos cuyanos.

 

 Banquete. Dirigiendo junto a su hijo Miguel y dos mozos. Foto: gentileza.

 

Mirtha, su otra hija, certifica los dichos y agrega que su padre trabajó muchos años en el desaparecido Sportman.

 

“Tenía 31 años y yo, 11. Era muy chica. El concesionario del local era don Godrofredo Nadal. Por razones ajenas, se queda sin trabajo y don Nadal lo indemniza entregándole muebles y bebidas".

 

"Mi madre hacía empanadas, pan casero y bizcochitos cubiertos con huevo. Además, lavaba la ropa de los vecinos, a la familia Barbeito, los Anello y otras familias, incluida una escritora que vivía muy cerca de casa. Mientras que mi padre iba a la desaparecida estación de trenes y allí se ganaba unos pesos girando a los zapallos que en gran cantidad llegan a San Luis. Esa changa la hacía para que los zapallos no se pudrieran y él llevaba unos pesos a la casa”.

 

La casa de la calle Colón era muy grande y con un inmenso patio. Allí, Velázquez daba rienda suelta a su interés por el boxeo, deporte con el que representó a San Luis en un torneo cuyano.

 

 En familia. Jugando al carnaval con una de sus hijas. Foto: gentileza.

 

"Mi padre era un buscavida, trabajaba de lo que fuera porque así lo sentía y porque lo necesitaba; tenía que mantener a su familia. Manejó la cantina del club Belgrano por muchos años y también trabajó en el Club Social. De a poco iba comprando sus cosas, buscando independizarse, hasta que puso un restaurante en la esquina de avenida España y Chile, en una propiedad de la familia Rezzano. Le fue muy bien, incluso alquiló una casa en las cercanías para darles hospedaje a los soldados y a la gente que llegaba del interior, y aprovechando la cercanía de la exterminal de ómnibus de San Luis”.

 

Así, dice Mirtha, pudo comprar una propiedad en Villa de la Quebrada. Todo era muy precario, pero año a año mejoraba el lugar. Su madre criaba gallinas y las ponía en una jaula para venderlas en la localidad, en los años 50.

 

"Había comprado una casa en avenida Lafinur con un crédito bancario. Así, si mal no recuerdo, comenzó su vida en Villa de la Quebrada, donde toda la familia trabajaba. Mi madre era la cocinera, el alma mater de nuestro emprendimiento; mis hermanos y otra gente contratada eran los mozos. Yo lavaba platos y más platos, y el lugar se hizo famoso por sus comidas, su atención y los shows musicales que se brindaban en aquel lugar", recuerda Mirtha.

 

Y dice que sus padres eran infaltables en los bailes de Los Ranqueles, donde la gente disfrutaba verlos bailar. Recuerda a su padre muy divertido y querido por la gente.

 

Cuenta que en una oportunidad, mientras descargaban vajillas y muebles usados en gastronomía, se acercó un señor de Mendoza con la intención de alquilarle un saco y una bandeja para trabajar de mozo. Él se opuso y le prestó lo que necesitaba. Al tiempo volvió ese señor a devolverle lo prestado y con el tiempo se hicieron muy amigos, y hasta fueron compadres. "Él era así, generoso, caritativo y muy buena persona, por eso lo querían tanto”, dice la hija.

 

Una diabetes frenó a “El Machuca”: lentamente, su salud se fue deteriorando y no pudo trabajar ni vivir como él quería. Sus hijos siguieron con la tradición por años. Pero fue “El Machuca” quien marcó un antes y un después en la gastronomía sanluiseña y en las interminables noches de la Villa de la Quebrada.                                                                                                   

 

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