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La peor cara de San Luis: hay más cartoneros por la crisis económica

Aunque las ganancias son magras, la gente lo ve como salida urgente. La triste tendencia no deja de crecer.

Por redacción
| 16 de abril de 2024
Tarea dura. Cientos de puntanos salen a recorrer la ciudad en busca de cajas o retazos, aun a pesar de la lluvia. Foto: Inés Cobarrubia.

Es un trabajo durísimo que por la cantidad de horas a la intemperie, lo pesado de su condición y sus ganancias relativas, podría encuadrarse entre los peores. Pero, a su vez, es un indicador no numérico, pero sí tangible de lo que ocurre en el país y en la provincia. Se trata de los cartoneros, un grupo laboral sin ningún tipo de registro, beneficio ni mirada social alguna, que crece sin parar en la provincia y es claro sinónimo de pobreza. Según dirigentes sociales, cada vez hay más gente con sus carros en las calles.

 

En el recorrido habitual de los habitantes de esta ciudad es muy simple apreciar a hombres y mujeres de diversas edades tirar o empujar un carro repleto de cartones desprolijos que a veces se mezclan con hojalata, piezas de aluminio y botellas de vidrio. El drama es que cada vez son más. Por el microcentro, por las cuatro avenidas y en la periferia. Todos, en busca de algo que dejen los comercios en sus puertas o las familias que tienen un mejor pasar.

 

En diálogo con “Kitita” Miranda, una dirigente social que vive y regentea un merendero y comedor en el barrio República, contó cómo vio transformarse en cartoneros a vecinos que trabajaban en diversos oficios. “Muchos hombres, vecinos nuestros, son albañiles, jardineros, plomeros o electricistas. Gente obrera, que tenía pequeños trabajitos en casas o en comercios y que a raíz de este ajuste, de la situación económica que se vive, se quedó sin ese ingreso. La gente ya no los llama y perdieron esa fuente de ingreso. Y no los llaman más porque sus patrones ocasionales se vieron afectados por esta crisis económica. Entonces, lo primero que cortás es el jardinero o dejás de hacer esos arreglos de albañilería o de electricidad que estabas haciendo en tu casa o en tu pequeño comercio. Es toda una cadena. Acá nosotros somos el último eslabón de la cadena, pero los primeros que pagamos cuando la gente se ajusta el cinturón. Nos pasó con el merendero. Antes, había gente que nos ayudaba con leche, con harina, con chocolate, con azúcar. Ahora, casi no funciona. Solo le damos de comer a la gente los sábados a la noche. La gente se lleva sus porciones, son 125 familias, es decir, unas 680 personas”, dijo a El Diario de la República.

 

“Esos vecinos ahora se dedican al cartoneo. Son cartoneros porque no tienen otro ingreso. Incluso nosotras, las mujeres del barrio, salimos a juntar entre todas cartones y botellas pet para luego venderlas en las recuperadoras y, así, comprar la verdura y la carne para el guiso de los sábados. Hay grupos de cartoneros ahora”, agregó.

 

Otra voz que conoce del tema es Mariela Cros, dirigente social del Movimiento Evita. Precisó cómo percibe este incremento de los trabajadores informales que toman esta salida de emergencia. “Es toda una cadena. Los cartoneros son aquellos changarines que se quedaron sin ese recurso de la economía popular, sin esos pequeños trabajos que tenían como sustento. Eso se vino abajo a raíz de este brutal ajuste y la gente tomó la recolección del cartón como alternativa. Por eso, cada vez hay más por las calles”, afirmó.

 

“Esos trabajos informales sufrieron una baja importante, ya no hay tantas alternativas como changas de albañiles o para cortar el pasto. La gente, al no tener un ingreso significativo, lo primero que recorta son esas cosas. Cuando llegó el ajuste, fueron los primeros en sufrirlo y ahora, para generar un ingreso buscan cartones para venderlos”, destacó.

 

Pero ante este escenario de crisis, esta actividad también se complicó. Al crecer el número de cartoneros, es menor la cantidad de cosas que consiguen y las empresas recuperadoras tienen materia prima de sobra, lo que disminuye la compra o reduce el valor del kilo de cartón, envases pet o aluminio. Por eso, la recaudación del día a veces oscila entre los 4 y 7 mil pesos. Todo depende de lo recolectado.

 

Rosita, una cartonera a quien la lluvia le complicó la vida

 

Rosita Romero es una cartonera que vive en el barrio República. Hace años que se dedica a esto para criar a sus tres hijos y mantener su humilde vivienda. No tiene un trabajo formal ni informal hace mucho tiempo, y recolectar cartón, botellas y hojalata o aluminio es su forma de, al menos, alimentarse. Pero la situación para ella y el resto de sus colegas está cada vez peor. “Está todo muy duro. Hago esto para vivir, pero nunca alcanza. Con esto compro las cosas para la comida y la garrafa, pero con estas lluvias uno no puede salir; no se sabe qué hacer”, comentó en diálogo con El Diario de la República.

 

Para peor, las permanentes lloviznas le complicaron todo. “Se mojaron los colchones de mis niños y los tuve que mandar a la casa de su padre. También se mojó toda la mercadería con la que cocino y si no salgo a cartonear, no puedo comprar nada. Necesito ayuda. Vivo en la manzana 15, casa 7 del barrio República”, comentó.

 

“Ojalá alguien me dé una mano. Cada vez se complica más poder recolectar cartón. Somos muchos y recorremos todo el día las calles. A veces saco tres mil pesos, pero otros días solo traje mil y con eso uno no compra nada”, cerró Rosita, tal como la conocen en su barrio.

 

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