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Cultivos de cobertura: los aliados de los suelos

Permiten ahorrar en la aplicación de herbicidas, más infiltración y almacenaje de las precipitaciones de primavera y fomentan la actividad biológica a partir de la protección.

Por Marcelo Dettoni
| 22 de octubre de 2017
Suelos. Juan Cruz Colazo explica los resultados de los ensayos con la cobertura.

Desde hace algunos años, la implantación de cultivos de cobertura cobró importancia para aplicar sobre rastrojos de soja y maíz. Tanto con máquina como vía aérea, la siembra de estas variedades permite ahorrar al menos una aplicación de herbicidas al año, mayor infiltración y almacenaje en el suelo de las precipitaciones primaverales (que suelen ser abundantes en San Luis) y, como su nombre lo indica, una excelente cobertura para proteger los suelos, lo que redundará en una mayor actividad biológica.

 

El ingeniero agrónomo Marcelo Bongiovanni incorporó hace cuatro años los cultivos de cobertura de manera planificada. Ahora decidió agregar la siembra aérea para ver cuál era la variación de rendimiento y los resultados finales sobre lotes de maíz. “Es una tecnología que permite ganar un tiempo precioso, porque la cosecha de maíz en San Luis se hace durante julio y agosto, cuando ya no hay manera de implantar cereales de invierno”, contó.

 

Como a Bongiovanni le gusta compartir sus experiencias, invitó a más de cien personas a observar el desarrollo de los ensayos en su establecimiento, "Don Andrés". Lo ayudaron en la organización el INTA San Luis, la Facultad de Agronomía de la UNSL, el grupo CREA del Conlara, el Colegio de Ingenieros Agrónomos de la provincia y la empresa Grandes Aviones SA, que proveyó la máquina con la que sembraron.

 

En "Don Andrés" comenzaron en 2013 con los cultivos de cobertura (CC) dentro del sistema agrícola. “Veníamos haciendo una rotación de maíz-soja, con una superficie destinada a cada uno del 50% promedio, como suele ocurrir en buena parte de San Luis”, explicó Bongiovanni, quien aseguró que hasta ese momento los cultivos de cobertura eran poco menos que una rareza en la zona. “Sólo se sabía de algunas experiencias en Villa Mercedes, pero no había mucha información generada. Sabíamos de las virtudes de los CC, pero los datos que habían eran de otra zona”.

 

Aquel año el ingeniero agrónomo optó por el triticale como CC, pero era una incógnita saber qué pasaría con el consumo de agua. Por eso junto a otros técnicos del INTA comenzaron a medir parámetros para conocer su impacto en el suelo y el sistema del campo en general. “Medimos el consumo de agua a la siembra, al secado del cultivo y al momento sembrar el que le seguía, que en ese momento era maíz. Con esos datos vimos que el CC, en promedio, consume en todo su ciclo entre 90 y 100 milímetros de agua”, contó.

 

Pero al mismo tiempo vieron que los suelos, que tienen un alto contenido de limo, perdían mucha agua en el invierno: “Salíamos del otoño con el perfil lleno, en un rastrojo de soja, sin malezas, pero entonces llegábamos a la siembra del maíz con falta de agua. Llegamos a la conclusión que necesitábamos sí o sí de la recarga con las lluvias de primavera  para poder sembrar. La pérdida en ese barbecho sin cultivo de cobertura fue de 40 a 50 milímetros”, agregó Bongiovanni, quien vio que esa agua que se perdía podía usarse para generar biomasa que protegiera al suelo y mejorara sus características con las raíces.

 

Esas primeras mediciones también demostraron que a la siembra del maíz, el cultivo de cobertura permitía recuperar el agua perdida, porque al generar más poros en el suelo aumentaba la capacidad de absorción de las lluvias de primavera. “Lo que el suelo perdía de agua por consumo del cultivo de cobertura lo recuperaba por el hecho de tener una mayor infiltración”, señaló el ingeniero agrónomo, quien se apoyó en Juan Cruz Colazo, un especialista en suelos del INTA San Luis, quien desarrolló en detalles y sobre el campo algunos aspectos de la investigación.

 

Los cultivos de cobertura ayudaron en gran medida a combatir las malezas invernales, porque modificaron la temperatura cercana al suelo, disminuyendo la amplitud térmica que es tan común en todo San Luis. “Muchas especies, como la rama negra, que necesita mucha variación de temperatura  entre el día y la noche, no germinaron”, aportó el ingeniero Jorge Garay, quien también se desempeña en el INTA San Luis y es un experto en malezas y aplicación de fitosanitarios. No sólo la rama negra no germinó, las malezas que ya habían asomado recibieron una competencia directa del CC por el agua, la luz y los nutrientes. Y otra ventaja fue que en los lotes con CC también disminuyó la población de malezas duras como la Borreria, que es toda una pesadilla en el Valle del Conlara. “La implantación de un CC, más un manejo químico ayuda a disminuir esta maleza”, reconoció Garay.

 

“Cuando comparamos lotes con y sin cobertura, notamos que  había diferencias en la cantidad de aplicaciones de agroquímicos que hacíamos en el año”, reconoció el dueño de "Don Andrés", quien detalló que, en promedio, durante el lustro en el que hicieron algún CC, al menos ahorraron una fumigación por campaña. “La última aplicación con glifosato la hacemos en febrero-marzo para cerrar la soja y la siguiente recién está destinada para el secado del CC. En cambio, en rastrojos de soja en lotes sin CC hay que hacer una aplicación de barbecho y otra en presiembra de maíz, especialmente si viene un otoño húmedo”, explicó el docente de la UNSL.

 

El secado también se fue ajustando. Lo normal es hacerlo durante el espigazón, “pero si nos dejamos estar y el cultivo ya empieza a formar grano, ahí estaremos en serios problemas porque empieza a consumir toda el agua del suelo”, dijo Bongiovanni, quien aseguró que las fechas de secado van desde fines de agosto hasta fines de octubre, según como venga el clima, la fecha de siembra y el ciclo del CC.

 

La novedad este año fue que una empresa en Tilisarao comenzó a prestar el servicio de siembra aérea, por lo que decidieron probar cómo reaccionaba el conjunto. El 13 de abril esparcieron las semillas sobre rastrojo de maíz por una cuestión de tiempos: el maíz se cosecha tarde y es más fácil controlar las malezas. “Mientras más temprano podamos meter el CC sobre el maíz es mejor, porque incluso nos estaríamos adelantando  al nacimiento de las malezas”, argumentó el ingeniero agrónomo.

 

No conformes con eso, también sembraron de manera aéreas sobre soja, aún a riesgo de llegar a tener que aplicar un herbicida sobre el cultivo de cobertura en un otoño húmedo, con el consiguiente retraso de la cosecha. La conclusión fue que en siembra aérea de maíz es ideal llevarla a cabo lo más temprano posible, con ciclos de intermedios a cortos, y tratar de secarlo antes de setiembre para liberar el lote temprano y acumular agua para la siembra de soja.

 

“En los lotes que salieron de soja y van a maíz, hay que sembrar con máquina algún centeno, cebada o triticale de ciclo un poco más largo, pueden llegar tranquilos a fines de octubre porque la siembra del maíz se hace en diciembre, con lo cual hay tiempo de recargar el perfil”, adelantó. Los resultados, a corto plazo, arrojaron que así ayudan a controlar las malezas, protegen el suelo de la erosión y mejoran su absorción. Y también hay un motivo estético: “Tenemos el campo verde en el invierno, mientras que cosechando soja en abril y sembrando maíz en diciembre pasamos siete meses viendo sólo tierra marrón, sin vida”, dijo con un guiño.

 

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