Los jóvenes toman más alcohol a edades más tempranas

Si entre todos juntamos un botín copado, compramos un fernet grande y dos cocas. Si anduvimos más o menos, elegimos un vodka a medio pelo y un jugo de naranja en caja, y si lo que tenemos es chirolas, vamos por la caja de vino y la gaseosa más barata. La cuestión es entonar un poco antes de llegar al boliche. Caer fresco es un embole”, contó con naturalidad Facundo. El adolescente, que está en el penúltimo año de secundario, no concibe una salida sin alcohol. Ni siquiera se le pasa por la mente no hacer una 'previa', que reconoce, a veces es más divertida que la salida en sí. Lo que cuenta el chico, no es diferente a lo que podrían relatar miles de adolescentes de todo el país. Según el último estudio de la Secretaría de Programación para la Prevención de Drogadicción y la Lucha contra el Narcotráfico (Sedronar) el consumo de alcohol en chicos de entre 12 y 15 años se duplicó (aumentó un 92,6%).

La estadística va acompañada de accidentes, embarazos no deseados y  disturbios que crecen en  cada final de boliche, agregaron profesionales consultados por El Diario de la República. Pero detrás de lo que podría ser sólo una fase en la vida de una persona, hay mucho más, coincidieron. Hay problemas que se tapan con el exceso, un mercado publicitario que no ayuda a frenarlo, padres que ignoran lo que les pasa a sus hijos o que simplemente no saben cómo evitarlo y hasta posibles daños cerebrales a corto y largo plazo.

“¿Por qué el chico toma? Generalmente por curiosidad. Ese es el principal factor. ¿Y por qué siguió, después de que se la sacó?, las respuestas son infinitas. Las razones son más inconscientes que consientes. Te van a decir, porque me gustó. Hay que escarbar. Descifrar  que hay detrás de todo eso”, dijo Rafael Díaz Guiñazú, psicólogo y director terapéutico de Fundación de Acción Social (FAS). Para su colega, María José Pérez, el problema principal es que el alcohol es un fenómeno cultural del país, que sirve tanto para superar una situación de estrés o tristeza, como para conmemorar una celebración, o divertirse. A esto se suma una modificación de conducta, que es que los jóvenes buscan beber todo lo que puedan en dos horas para emborracharse. O tomar hasta agarrar el valor suficiente para invitar a una chica a bailar, o para que la noche no pase sin pena ni gloria, sintetizó Facundo, que no tuvo reparos en decir que las mujeres de su edad toman a la par.

Pérez está embarcada, junto a un equipo de la Universidad Nacional de San Luis, en el proyecto “Estudio sobre la prevalencia en el consumo de alcohol en adolescentes escolarizados de la Provincia de San Luis”. Los resultados estarán el año que viene. El objetivo  es identificar la modalidad de ingesta en los chicos puntanos, con la idea de apuntar a iniciativas de promoción de salud. “Está claro que las edades de consumo han disminuido y también que eliminarlo es una utopía, la idea sería prevenir situaciones de riesgo como accidentes o embarazos no deseados. Es una sustancia legal, que además está acompañada por un fuerte factor publicitario”, dijo la profesional. Y las cifras acompañan su recelo, el año pasado la Organización Panamericana de la Salud y la Organización Mundial de la Salud, difundieron que en América, el alcohol es responsable de 320 mil muertes en chicos de entre 15 y 29 años.

Los padres y las "previas"

En el glosario juvenil, hacer una "previa" significa participar en una reunión con amigos antes de ir al boliche. Lo que la diferencia de otras juntadas, es que en ésta va a haber mucha bebida o la suficiente para que todos terminen “alegres”.

“Tengo tres hijos varones. La primera vez que tomaron cerveza fue enfrente mío, lo preferí así porque pensé ‘en algún momento lo van a hacer, es mejor  que yo esté presente para ver cómo les pega’. Criar hijos es muy difícil, nadie te da una guía y cómo salen es un 50 y 50. La mitad es cómo los criaste y la otra mitad es los caminos que eligieron”, contó Claudia Ojeda. Su casa suele ser la sede de reunión de los adolescentes y sus amigos, toman, sí, pero siempre bajo su supervisión. “Mi hija sale a bailar, pero antes siempre va a la casa de alguna amiga. Sé que toman y no me puedo dormir hasta que vuelve. Es más, no le doy la llave para saber en qué estado vuelve. Los futuros bailes van a depender de eso”, afirmó Daniel Franco, padre de una chica de 17.

La clave es el diálogo, resaltó Pérez. “No se trata de ser detectives, o seguirlos, u olerles el aliento cuando llegan a casa, sino escucharlos, comunicarse y principalmente establecer normas o límites claros, respecto a lo que van a beber. Hay que enseñarles a decir no frente a la presión grupal, a conocer los efectos y a fijarles en la mente, que si toman no pueden manejar”, cerró.

Daños internos

“El alcohol es una droga que tiene capacidad adictiva y que por química es básicamente un solvente. Afecta el sistema nervioso, periférico y central”, sostuvo el neurólogo Facundo Latini. El médico explicó que las intoxicaciones agudas en chicos (borracheras de fin de semana) son diferentes a la de los adultos. “En la niñez y adolescencia el  cerebro está en pleno desarrollo, y en un proceso constante de adquisición de información que se verá afectado por la bebida”, señaló.

Latini marcó que cuando un chico se intoxica  presenta desinhibición, falta de coordinación en los movimientos y visión doble. Si la conducta continúa, llega la deshidratación (por la falta de agua),  lo que puede derivar en algunos casos, y según la cantidad en el organismo, al cambio de ph en el cuerpo, y eso, a un coma alcohólico.